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Un 5 % puede parecer poco, pero en el caso de la microbiota puede aumentar el riesgo de parecer trastornos mentales como la depresión o ansiedad o incluso favorecer la aparición de enfermedades como el cáncer. Y es que se calcula que en nuestro interior hay 100 billones de bacterias, de distintas especies y familias, que cumplen una función vital en nuestro organismo.
Como si se tratase de pequeñas plantas de reciclaje, este impresionante número de microorganismos procesa muchos de los alimentos que consumimos de una forma distinta a cómo lo hacen nuestros intestinos. Así, a partir de productos que de otro modo serían de deshecho, como la fibra, estas bacterias extraen sus nutrientes y dejan residuos que son de alto valor para nuestro organismo.
Algunos ejemplos son la vitamina K, es necesaria para el crecimiento óseo o la coagulación, el butirato, que actúa como compuesto antiinflamatorio, o diversas hormonas que ayudan a la regulación neuronal, como la dopamina, la serotonina o GABA.

Al igual que sucedería en un país si se cambiase el 5 % de su industria, sustituir ese porcentaje de las bacterias puede desequilibrar la economía corporal, y en el caso de que se reduzca la diversidad, puede volverlo menos resiliente a los cambios con los que se encuentra en su día a día. Para contextualizar lo enorme de este cambio, mediante la dieta se puede modificar entre el 5 y el 20 % de la microbiota intestinal, mientras que la genética del huésped explica entre el 1,9 y el 8,1 % de dicha variación. Es decir, que el estrés puede llegar a afectar a la microbiota casi lo mismo que la dieta y lo mismo o más que la genética del huésped.
Darle la vuelta a la microbiota
Estos porcentajes surgen de un artículo publicado en la revista Scientific reports adscrita a Nature. En el artículo se muestran dos estudios que tratan de hallar nuevas formas de entender la microbiota. Y es que la mayoría de estudios que tratan acerca de la microbiota muestran asociaciones entre el estrés y la composición de la microbiota intestinal, pero existen pocos estudios que traten de hallar la relación causal. En otras palabras, muchos estudios describen que sí, cuando hay estrés cambia la microbiota, pero pocos son capaces de atribuir que la causa de estos cambios en la microbiota son, inequívocamente, provocados por el estrés.

Además, muchos de estos estudios se han centrado en personas diagnosticadas con estrés crónico, depresión, ansiedad, o enfermedades intestinales. Por tanto, los resultados y conclusiones que se pueden extraer de dichas muestras no reflejan la realidad de las personas que no sufren estos trastornos. Por ello, desde el Departamento de Ciencias Psicológicas de la Universidad de California opinan que también sería interesante ver estos cambios en personas previamente sanas.
Dos estudios, muchas preguntas
Para hallar estas asociaciones, los investigadores estudiaron dos grupos de adultos sanos en tres momentos de estrés distintos: Estrés percibido, acontecimientos vitales estresantes y estrés biológico causado por una arritmia sinusal respiratoria, una condición que implica que el ritmo del corazón aumenta al inhalar y disminuye al exhalar. Según indican en el estudio, investigaciones previas han demostrado que una mayor variación en la arritmia sinusal respiratoria está relacionada con una mejor condición psicológica y dominio sobre el estrés.
En el primer estudio, tomaron distintas mediciones de microbiota entre aquellos que mostraban una buena variación en su arritmia sinusal respiratoria y los que no. Tras analizar los resultados, observaron que los que indicaban menos estrés o eran capaces de dominarlo mejor tenían una mayor diversidad en la microbiota. Además, notaron que aquellas personas con mayor estrés solían tener mayor cantidad de Clostridium, una bacteria que, dependiendo de la especie, puede ser patógena.
Del mismo modo, en el segundo estudio, en el que observaban cómo las personas autopercibían el estrés, detectaron que las personas más estresadas tenían niveles más elevados de Escherichia o Shigella. Estas, de nuevo, pueden ser patógenas y provocar daños a las barreras intestinales. Aunque sin duda, lo más interesante del estudio es que las personas estresadas no tenían bacterias del género Slakia, que produce dihidroresveratrol, una sustancia anticancerígena y antiinflamatoria, ni Blautia, que produce butirato, también muy beneficioso.
Por tanto, todo indica que estrés, microbiota y salud van de la mano y, según indican los propios investigadores, las investigaciones futuras deberían centrarse en diseñar estudios experimentales más amplios y que muestren cómo promover el bienestar mutuo en el sistema cerebro-intestino-microbioma. Así, se podrían desarrollar intervenciones que favorezcan conexiones bidireccionales beneficiosas para promover el bienestar tanto en poblaciones sanas como en pacientes de todas las razas/etnias y estatus socioeconómicos.