Golpe de luz explora los límites entre el cuerpo, la mente y la violencia compartida
Rita Bullwinkel se sienta frente a mí y, antes de que la grabadora empiece a rodar, se fija en el color de mis uñas. Suelta un cumplido y sonríe. Ese gesto revela lo que ya intuía después de leer Golpe de luz (Sexto Piso): su mirada está entrenada para detenerse en los detalles, en lo aparentemente insignificante. La escritora observa el mundo con una precisión quirúrgica, y en su novela esa atención se multiplica hasta convertirse en una forma de compasión. En ella las protagonistas se enfrentan cuerpo a cuerpo en un torneo de boxeo donde lo físico se mezcla con lo espiritual, y donde cada golpe parece una revelación interior.
En Golpe de luz, la autora nos lleva a las mentes de ocho adolescentes que están al límite de sus fuerzas, luchando por la victoria en un torneo que para ellas lo es todo y parece no importar a nadie. A través de su escritura intensa y rítmica, Bullwinkel convierte la violencia en una forma de pensamiento, la fuerza en un lenguaje. El ring se transforma en un escenario de introspección colectiva, un espacio donde las mentes de las boxeadoras se funden y desdibujan sus límites. La autora lucha contra clichés, los esquiva con tal maestría que no te planteas que haya otra opción dentro de su narrativa. Su prosa es física, brutal y profundamente empática, no busca moralizar ni explicar, solo acompañar la confusión, el deseo y la furia de unas jóvenes que se reconocen en el espejo de sus rivales.
Mientras hablamos, Bullwinkel sigue con esa mezcla de asombro y pudor que parece acompañarla desde que su primera novela se convirtió en finalista del Premio Pulitzer. “Aún estoy en shock”, admite entre risas, como si lo repitiera para convencerse. Me cuenta que aquel día estaba en una reunión de trabajo, el teléfono en silencio, y al salir encontró decenas de llamadas perdidas. Pensó que algo terrible había pasado. Pero no, era una buena noticia. Y aunque dice que todavía le cuesta creerlo, quizá esa incredulidad sea parte de su magia, la de una autora que escribe, observa y vive con la misma intensidad con la que sus personajes suben al ring.
Es con esta intensidad con la que responde a cada una de mis preguntas:
Pregunta: ¿Cuál es la parte más importante cuando vas a empezar a escribir un libro como este? ¿Por dónde comienzas?
Respuesta: Cada proyecto de escritura que he tenido, ya sea una novela o un cuento, comienza en un lugar distinto. Me apego muy poco a los borradores y los descarto con rapidez. Generalmente no me gusta volver a perderme en un texto viejo. Así que, si he escrito una historia o incluso un manuscrito, suelo guardarlo por un tiempo, al menos un par de meses, para intentar leer el texto como si no lo hubiera escrito yo. Y luego, cuando lo releo, si siento que no está terminado, simplemente vuelvo a empezar. Me resulta más fácil abordar los problemas editoriales si parto desde el inicio. Y no tomo notas, dejo que lo que flota hacia la superficie dicte lo que entra en el siguiente borrador, si es que eso tiene sentido.
Yo tenía otro manuscrito completamente distinto. No me gusta llamarlo un primer borrador porque siento que era otra cosa, pero tenía unas trescientas páginas y trataba sobre una joven boxeadora. Se centraba en un solo personaje y ni siquiera recuerdo su nombre. Pero cuando releí ese manuscrito, me di cuenta de que las únicas partes con verdadera energía, las únicas que me parecían interesantes, eran las escenas en medio de una pelea. Cuando ella no hablaba con otros personajes, pero su mente podía viajar hacia atrás y hacia adelante en el tiempo, proyectar pensamientos sobre los demás y recibir proyecciones de ellos. Entonces entendí muy rápido que eso debía ser el libro: debía estar completamente ambientado dentro de un combate de boxeo. Y quería que fuera maximalista, con muchos personajes, un torneo entero, para ver cómo las mentes de esas chicas se proyectaban unas sobre otras y sobre sí mismas.
Portada de ‘Golpe de luz’ | Fuente: Sara Sánchez
Después de releer ese manuscrito, quizá quince o veinte minutos más tarde, hice el cuadro del torneo que abre el libro y nombré a todos los personajes. Escribí la primera mitad del libro en un solo día. Y una vez que tengo un borrador, no me gusta volver atrás a modificarlo: prefiero empezar de nuevo. Es como si fuera demasiado volver atrás, prefiero destruir la casa y reconstruirla desde cero.
P: Hablas de las mentes de estas chicas jóvenes. ¿Por qué elegiste las mentes de adolescentes en el contexto del boxeo? ¿Por qué ellas?
R: Creo que una de las cosas más potentes que hacen a un personaje interesante, tanto en la vida como en la ficción, es cuando hay una gran distancia entre cómo alguien se ve a sí mismo y cómo el mundo lo ve. En ese valle es donde ocurren las cosas más interesantes. Y creo que, quizá esto sea una generalización, pero en las chicas adolescentes esa distancia es tal vez la más grande que existe. Es muy amplia. Y eso crea el potencial de una interioridad muy rica, cuando te entiendes de una manera diferente a como el mundo insiste en definirte, cuando el mundo te dice que eres una cosa y tú, en realidad, crees que podrías ser otra.
P: En el libro vas constantemente al pasado y al futuro, no son ellas las que lo hacen, sino tú, porque ellas no saben hacia dónde van. ¿Por qué todos sus pasados son, no trágicos, pero sí quizá suburbanos? No tienen vidas fáciles.
R: Es algo de lo que no era consciente mientras escribía, pero estoy totalmente de acuerdo en que está en el libro. Tengo un par de hipótesis. Una es que creo que todos, en mayor o menor medida, tenemos algo que nos atormenta. Y en el espectro de la tragedia, es difícil o imposible comparar una con otra. A veces el peso que le damos a una tragedia no es proporcional a cuánto atormenta a alguien. No sé si estas chicas están especialmente marcadas por lo que les ha pasado, pero me pregunto si eso es algo que aparece cuando se hace ejercicio con intensidad, cuando el cuerpo experimenta dolor. A veces la mente pierde el control.
Estamos viendo a estas chicas en un momento de gran intensidad física, cuando el límite entre su mente consciente y la inconsciente se debilita. No pueden evitar pensar en esas cosas que normalmente logran bloquear en su vida diaria, lo cual es un mecanismo saludable. Sería imposible caminar por el mundo pensando todo el tiempo en lo trágico o lo violento. Esa dualidad, la de mantener a raya la violencia constante y al mismo tiempo funcionar, es algo con lo que todos lidiamos. Así que sí, creo que simplemente estamos viendo a estas jóvenes en un momento en que el límite de sus mentes es más débil.
«A veces el peso que le damos a una tragedia no es proporcional a cuánto atormenta a alguien. No sé si estas chicas están especialmente marcadas por lo que les ha pasado, pero me pregunto si eso es algo que aparece cuando se hace ejercicio con intensidad, cuando el cuerpo experimenta dolor. A veces la mente pierde el control.»
P: ¿Tú has experimentado esa debilitación de los límites de la mente?
R: Sí. No soy boxeadora, nunca lo he sido, pero fui cocapitana de un equipo de waterpolo de división uno y participé en los Juegos Olímpicos de la Juventud. Ahora soy una atleta muy débil comparada con antes, mi cuerpo ya no es el instrumento que era. Pero incluso hoy, si hago actividad física intensa o me lesiono, mi mente viaja a lugares de mi pasado. Tengo la sensación consciente de “oh, dios, estoy allí otra vez”. Y no sé cómo llegué ni puedo controlar a dónde va. En inglés existe la expresión runner’s high, puede ser algo adictivo, embriagador. Como cuando alguien está borracho y dice cosas que normalmente no diría. En el ejercicio intenso hay algo parecido, una pequeña pérdida de control mental. Esa sensación de flotar fuera del cuerpo, de salir de uno mismo, la he sentido muchas veces.
P: Lo describes mucho en el libro: ellas se ven a sí mismas como agua o fuego, y los demás las ven como asesinas o animales.
P: No sé qué tan claro queda en el libro, pero para mí, a medida que avanza el torneo, las mentes de las ocho boxeadoras no solo se funden, sino que comienzan a derretirse unas con otras. Se vuelven porosas, los límites entre ellas se desdibujan. El reto que me impuse fue seguir estrictamente la estructura de un torneo de eliminación. Eso fue difícil, porque en ese tipo de torneo, cuando alguien pierde, queda fuera. Pero pensé que, de alguna forma, cada chica que ganaba absorbía la conciencia de la que perdía, la canibalizaba. Así que, a medida que el torneo avanza y quedan menos chicas, en realidad hay más mentes dentro de cada una.
P: ¿Y qué hay del lugar donde ocurre todo? Esa ciudad, Reno. Cuando escribes sobre él parece un lugar de plástico, que parece no importar, pero está muy presente.
R: Reno es un lugar real, muy específico, al que iba de vacaciones con mi familia. Crecí en el Área de la Bahía de San Francisco y mucha gente de allí va en verano al Lago Tahoe. La mitad está en California y la otra en Nevada, y Reno está del otro lado del lago. Hospedarse en Reno es más barato. En Nevada el juego y la prostitución son legales, así que la economía de Reno y Las Vegas gira en torno a eso. Pero también hay un desierto y una naturaleza impresionantes. Los hoteles-casino son baratos, por eso nos quedábamos allí. Su lema es “La ciudad pequeña más grande del mundo”, algo bastante extraño. El centro está lleno de burdeles y casinos, llamados vulgarmente cat houses.
También hay una economía real en Reno de instalaciones deportivas alquiladas para ligas juveniles. De niña, como atleta competitiva, viajaba siempre a lo que podríamos llamar estas ciudades medianas. Los torneos nunca eran en Nueva York o Chicago, sino en lugares remotos y baratos. Reno, para mí, es un tipo de ciudad estadounidense que conozco muy bien.
Portadas de las ediciones de ‘Golpe de luz’ en Estados Unidos y Reino Unido
Una anécdota que lo ilustra bien es esta: cuando mi editorial estadounidense compró el libro, me preocupaba la imagen de la portada, porque no quería algo cursi o, peor aún, sexualizado. Una amiga fotógrafa, Jenna Garrett, me propuso hacer unas fotos nosotras mismas. Enviamos correos a institutos buscando atletas que quisieran participar. Vinieron dos jóvenes, Lucia y Athena y las fotografías acabaron en las portadas de las ediciones de EEUU y Reino Unido. Mientras las fotografiábamos, descubrimos que no habían hablado nunca, no sabían el nombre de la otra, pero se conocían porque se habían enfrentado el fin de semana anterior en un torneo de voleibol… en Reno.
Me gusta hablar de esto porque Reno es un lugar realista en el que esto podría suceder y, de hecho, casualmente estas dos jóvenes atletas del Área de la Bahía de San Francisco se conocen, no por la ciudad, ni porque se hayan visto en la ciudad, sino por un gimnasio suburbano de Reno. A veces me siento muy segura de que estoy persiguiendo algún tipo de verdad narrativa. Por supuesto, la ficción consiste en crear cosas que son producto de mi imaginación, pero me resulta increíblemente reconfortante cuando la vida se refleja como una verdad narrativa. Pude intuirlo y creo que Lucía y Athena son una prueba de ello.
P: Esta anécdota surge por la preocupación por la sexualización de las chicas en el deporte. ¿Mientras escribías pensabas en ello? Son adolescentes y les preocupa su aspecto físico, les preocupa cómo son, por supuesto. No lo escribes explícitamente, pero está ahí, se nota. ¿Cuando escribías esta novela pensabas conscientemente en cómo ibas a retratar esa parte?
R: Sí, lo pensé mucho. Sentía que estaba escribiendo contra varias narrativas. Una de ellas, la freudiana, es la idea de que cuando las mujeres compiten deportivamente lo hacen por un deseo sexual reprimido. No creo en eso. En muchas narrativas deportivas se presenta así, como en Challengers, ahí el partido de tenis es una metáfora directa del acto sexual. No es el caso de mi libro, no creo que estas chicas peleen movidas por eso. No son seres asexuados, claro, pero creo que hay algo más raro, más extraño que el sexo: una intimidad diferente.
Mike Faist en ‘Rivales’ (Challengers) | Fuente: Warner Bros
Recuerdo los cuerpos de las chicas contra las que competí de adolescente con una precisión casi dolorosa. Competir puede ser mucho más íntimo que el sexo. Quizá eso es lo que permea el libro, se observan constantemente, se estudian. Cuando compites, reconoces que la otra persona puede tener poder sobre ti, puede herirte. Mirar tan de cerca el cuerpo del otro es un acto de respeto y de reconocimiento, es admitir: “Sé que podrías hacerme daño”. Es una forma de intimidad muy particular.
P: ¿De dónde surgió el boxeo? ¿Por qué elegiste ese deporte?
R: Definitivamente no soy la primera escritora que escribe sobre boxeo, ni seré la última. Creo que el boxeo y el tenis son los dos deportes más literarios. Ambos se parecen a un diálogo. Cuando miro una pelea, veo dos cuerpos hablando. Además, el boxeo es teatral: el ring parece un escenario, los boxeadores están elevados, el público abajo, la luz… Todo tiene una arquitectura dramática. Y al ser uno contra uno, permite una proyección directa entre dos personajes. Eso me resultaba emocionante.
«Quise evitar el cliché en la literatura deportiva del joven que logra algo grandioso y luego muere joven por cualquier motivo. Creo que simplemente quería demasiado a mis personajes como para hacerles eso.»
P: Has dicho que tu cuerpo ya no es el de antes, el de atleta. Y no voy a decir que proyectes en una de tus chicas, pero una de ellas, en el futuro, habla de haber perdido algo cuando dejó de entrenar. ¿Pensabas en tu propio futuro al escribir eso?
R: Totalmente. Muchos atletas, cuando dejan de competir, se preguntan cuál es ahora su relación con su cuerpo. Si lo usabas como herramienta específica, ¿qué haces cuando ya no? ¿Cómo lo valoras? Es común sentirse desorientado. En el libro, cada una de las chicas tiene su origen y también se revela cómo morirá. Quise hacerlo así porque en muchas historias deportivas hay una idea falsa: que un solo partido define tu vida. No lo creo. Este torneo es importante para ellas, sí, pero no es lo más importante que les ocurrirá.
Y también quise evitar otro cliché de la literatura deportiva. En la narrativa deportiva adoran a los jóvenes fallecidos. Ese joven que logra algo grandioso y luego muere joven por cualquier motivo. Creo que simplemente quería demasiado a mis personajes como para hacerles eso. Quería regalarles a todas una vejez, para que murieran siendo viejas. Les he dado a todas vidas largas y plenas después del torneo.
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