Alejado de la planicie de Barcelona, un edificio vigila la Ciudad Condal desde las alturas del distrito de Montjuic. Su monumental figura, que se yergue majestuosa sobre la Plaza de España, sobrecoge al visitante. Se trata del Palau Nacional, un edificio que se construyó con la única intención de albergar arte. Su exterior es tan digno de admirar como su interior.

Tanto, que puede asegurarse que en esta ocasión la apariencia no engaña. Y es que la colosal construcción acoge en su seno al Museu Nacional d’Art de Catalunya, una pinacoteca que aúna arte gótico, renacentista, barroco y contemporáneo. Pero su colección más importante es, sin duda, la de pintura mural románica. Incluso si el visitante no es un acérrimo de las artes plásticas podrá apreciar en este lugar las maravillas que ven sus ojos.

La mejor colección de pintura mural románica del mundo

Pinturas románicas del ábside de San Clemente de Tahull, expuesto en el Museu Nacional d’Art de Catalunya. | Shutterstock
Pinturas románicas del ábside de San Clemente de Tahull, expuesto en el Museu Nacional d’Art de Catalunya. | Shutterstock

El Palau Nacional se construyó en el año 1929 con motivo de la celebración de la Exposición Internacional de Barcelona. Su cúpula principal, la más grande, preside la fachada exterior. Esta estructura, inspirada en la de San Pedro del Vaticano, es el centro de todas las miradas, la carta de presentación del enclave. A su vez, las cuatro torres que rodean dicha cúpula recuerdan a las de la Catedral de Santiago de Compostela. Ya en el interior del edificio, el museo divide su colección permanente en tres.

De más antiguo a más moderno, en el piso inferior el recorrido empieza por la que es considerada la mejor colección de pintura mural románica del mundo. Así, esculturas, objetos litúrgicos y pinturas sobre tabla se funden con el mayor atractivo de la sección: las paredes y techos.

A principios del siglo XX, fueron muchos los murales románicos que se descubrieron en las iglesias de los Pirineos, como es el caso de la Iglesia de San Clemente de Tahull. Pronto, las instituciones públicas catalanas impulsaron la adquisición de las pinturas. Para ello, a través de complicados procedimientos, las pinturas fueron arrancadas de sus paredes y trasladadas en 1923 hasta el Museu Nacional d’Art de Catalunya. Las obras de arte se colocaron entonces en el edificio del Palau Nacional, simulando los espacios a los que pertenecían. Así, pasear por este lugar se convierte en un paseo por un sueño construido de arte medieval con reflejos bizantinos e islámicos.

Antes de cambiar de sala y de época, espera en el medio el vestíbulo del edificio. Corazón del museo, se trata de la estancia más grande. Su enorme cúpula, sus arcos y sus blancas escaleras, que rodean toda la habitación, dotan al espacio de una gran luminosidad. Aquí se puede visitar la cafetería para tomar un tentempié o se puede continuar con la visita.

Un paseo por la historia del arte

Cúpula central del Museu Nacional d'Art de Catalunya vista desde el interior. | Shutterstock
Cúpula central del Museu Nacional d’Art de Catalunya vista desde el interior. | Shutterstock

Siguiendo el orden cronológico, la siguiente colección sería la del arte gótico, que comparte recorrido con el renacentista y el barroco. En la parte gótica, cuyas obras pertenecen en su mayoría a los antiguos territorios de la Corona de Aragón, destacan, sobre todo, los retablos. Esculturas de Jaume Cascalls o Pere Joan se funden con cuadros de pintores como Lluís Borrassà o Jaume Huguert. Los motivos religiosos vuelven a ser los protagonistas del momento.

Pero, en estas salas, el arte gótico no está solo, sino que convive con representaciones barrocas y renacentistas. Además, muchos artistas de otras geografías aportaron también sus propios estilos. Así, obras de Goya o Velázquez se fusionan con otras de pintores como Tiziano y El Greco.

La colección permanente termina en la parte más moderna, en el piso de arriba. Allí, el recorrido se estructura en cuatro ámbitos: «el artista moderno», «modernismo», «novecentismo» y «arte y Guerra Civil». Una última parte da cobijo a una etapa aún más reciente: «de la vanguardia a la posguerra». Así, el arte moderno se representa en estas cinco fases de la mano de la escultura, la pintura, la fotografía, el cartelismo y el cine, entre otras técnicas plásticas. Entre sus numerosos artistas, destacan obras de Gaudí, Ramón Casas, Joan Miró, Julio Romero de Torres o Ángeles Santos.

Una última parada: las vistas desde Montjuic

Vista general del Museu Nacional d'Art de Catalunya. | Shutterstock
Vista general del Museu Nacional d’Art de Catalunya. | Shutterstock

Una vez acabada la visita permanente, quedan las exposiciones temporales y una parte de fotografía y numismática. Como guinda del pastel están, además, las vistas que se ofrecen desde las alturas de Montjuic. A sus pies reluce la conocida como fuente mágica, célebre por sus espectáculos de luces y agua. Más allá, la ciudad de Barcelona ebulle de vida. Probablemente, a la escena le acompañe además el compás de algún músico callejero que le haga sentir al visitante que está en una película indie.

También puedes leer este artículo en inglés y en francés.

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