Hay una línea recta que une Vigo con las selvas del Congo. Al menos en el subconsciente de Abraham Boba, cantante de León Benavente, que de niño tenía un sueño recurrente: “Dos simios entraban en mi casa, me sacaban de la cama, me llevaban al recibidor y me envolvían con una manta. Después, cada uno de ellos tomaba un extremo de la manta y me paseaban por las calles de Vigo. Solo me paseaban. Yo me asomaba de vez en cuando para ver si podía reconocer la calle, si no me habían llevado lejos, si sabía volver a casa”. Leyendo las singulares memorias que publica ahora Boba —163 centímetros (Arrebato Libros), centradas en su corta estatura— podría pensarse los simios del sueño sabían que el pequeño Boba merecía que le pasearan por Vigo como un príncipe porque se acabaría reinando sobre los escenarios pese a todo.
“Mis abuelos paternos eran pobres, venían del campo y se ganaron la vida sirviendo en la casa de una familia rica en Vigo. Mi padre recuerda hacerse el calzado con suelas que encontraba por la calle y un par de cuerdas. También recuerda robar pan, leche y fruta de los árboles del vecino. Nunca llegaron a pillarlo. Su cuerpo pequeño se movía rápido”, cuenta en 163 centímetros.
“La sociedad prefiere medicar a sus niños bajos, a pesar de no tener ningún problema de salud, para evitar futuros traumas causados, precisamente, por los prejuicios de la propia sociedad”, añade.
Hablamos con Boba sobre ligar siendo bajo, la presunta mala leche de los bajitos y las reyertas entre Simon y Garfunkel.
Abraham Boba: ‘La estatura no es un debate que esté encima de la mesa, como puede ser la gordofobia’. (O. C.)
PREGUNTA. Si le digo «pequeñas ampollas de cristal ámbar», ¿qué es lo primero que se le viene a la cabeza?
RESPUESTA. Lo que mi madre me echaba cada mañana en el zumo de naranja cada mañana en la época en la que debía dar el estirón, aunque por genética estaba claro que no iba a ser un hombre de estatura dentro de la norma. A mi madre le dijeron que tomase esa medicación, que realmente nunca supe qué era, porque no nos acordamos del nombre, no sé si eran hormonas de crecimiento o no
P. ¿Valieron de algo las ampollas?
R. No lo sé, cuando le pregunté a mi madre, me dijo: «Bueno, el médico nos dijo que sí, que si no las hubieses tomado, quizá unos centímetros menos tendrías».
P. ¿Las tablas con los percentiles las carga el diablo?
R. Las carga la sociedad por crear un prejuicio que hace que puedas tener complejo por no tener una estatura dentro de la norma. Ser bajo no conlleva tener problemas de salud, pero al final los padres se preocupan mucho por la estatura de sus hijos, no porque vayan a tener mejor o peor salud, sino por si les afecta psicológicamente, saben que los críos van a tener que lidiar con una serie de circunstancias sociales el resto de sus vidas.
La estatura no es un debate que esté encima de la mesa, como puede ser la gordofobia, pero sospecho que los padres de hoy siguen tan preocupados como los de ayer por la estatura de sus hijos, se sigue viendo como un hándicap.
P. En las notas sobre su desarrollo infantil, su pediatra apuntó que «con pocos años cantaba canciones en un idioma inventado parecido al inglés». ¿Era más vidente que pediatra o ya dominaba usted las tablas de pequeño?
R. Ja, ja. Es cierto que se me daba bastante bien cantar. Recuerdo algunas reuniones con familiares o amigos de mis padres donde decían: «Venga, dile al niño que cante». Tengo alguna grabación de mis padres en Super 8 cantando canciones de Raphael y Miguel Ríos con cinco años. Pero como no nací en un ambiente familiar con querencia por lo artístico, mis padres no me apuntaron ni al conservatorio ni a las extraescolares musicales.
P. ¿Ha soñado alguna vez con enanos o eso solo le pasa a David Lynch?
R. Le pasa más a Lynch que a mí. En el libro recuerdo esa escena divertidísima de Vivir rodando, de Tom DiCillo, en la que a Peter Dinklage [el Lannister pequeño de Juego de Tronos] le piden que haga de enano en un sueño y se pilla un gran rebote. «¡Ni siquiera yo, que soy un enano acondroplásico, sueño con enanos! ¿Por qué siempre queréis meter a enanos en los sueños?». Es un tópico onírico recurrente.
Foto: O. C.
P. Dice Zendaya que la presunción de que las actrices tienen que ser más bajas que los actores es «absurda y misógina». Nada que objetar. Ahora bien: según estudios que comenta en el libro, a las mujeres les gustan más los hombres altos que los bajos…
R. Lo dice la estadística; además, a mí me ha pasado. Yo soy heterosexual. Muchas mujeres me han rechazado por mi estatura.
P. ¿Pero le han dicho explícitamente que no querían tener nada con usted por ser bajo?
R. Sí, sí, tan explícito como: «Mira, eres muy mono, pero eres muy bajito para mí».
P. Ya veo. ¿Podríamos calificar eso de putada?
R. No sé si es una putada o no, es un criterio estético creado por la humanidad, sobre lo que se supone que tiene que ser un hombre respecto a una mujer, más poderoso, más viril para proteger a la hembra; ella siempre más frágil, más pequeña, más baja.
P. A los hombres les cuesta también que su pareja o su ligue sea más alta que ellos, ¿verdad?
R. También pasa. Tom Cruise no llevaba bien que Nicole Kidman fuese bastante más alta, en los photocall siempre se ponía por delante de ella para ganar en perspectiva. O Humphrey Bogart llevando alzas para estar a la misma altura que Ingrid Bergman, sin ser él un hombre bajo, al contrario de lo que dice el mito, pues medía 1,72.
P. Una chica que le tenía un cariño especial, le dijo una vez: «Si midieras 15 centímetros más, serías insoportable». ¿Se equivocaba?
R. Ja, ja, no sé si se equivocaba, porque nunca medí 15 centímetros más. A ver, para mí era importante que este no fuera el libro de una víctima, huir del victimismo, nunca me he sentido víctima de mi estatura. No recuerdo ningún abuso especialmente grave por medir menos. Obviamente, me han insultado, me han llamado enano, pero no creo que me afectase especialmente. Supongo que es algo que llevas contigo, te vas acostumbrando, al final no lo acabas viendo como algo negativo, sino como una circunstancia que te ha tocado vivir y ya está.
P. Ahondando en el comentario de su amiga sobre la altura y la confianza en sí mismo. Si llega a medir 1,90 m, ¿quizá hubiera acabado fundando Tesla o mandando a millonarios a Marte en un cohete?
R. [Duda unos segundos]. ¡Tesla! Pensaba que te referías al grupo, que también podría ser, ese rollo heavy de hombres altos. Lo que sí he pensado muchas veces es que si hubiera medido 15 centímetros más, igual no me hubiera dedicado a lo que me dedico, subirme al escenario para liderar una banda de rock. Quizá tenga que ver con toda la información vital recibida desde pequeño: «No, nunca vas a poder ser el jefe de la pandilla, nunca vas a ser al primero que elijan en el equipo de baloncesto en el recreo». De algún modo, me acabé rebelando contra todo eso, me esforcé en alcanzar el reconocimiento que me negaban. Medir lo que mido ha hecho que vea la vida de una forma determinada, y quizá también que el subconsciente actúe.
«Si hubiera medido 15 cm más, igual no me hubiera dedicado a lo que me dedico, subirme al escenario para liderar una banda de rock»
P. Tras cada uno de sus conciertos, no es raro encontrar comentarios en redes del tipo: «Guau, para lo pequeño que es, se come el escenario». ¿Está gente no conoce a Prince o qué pasa?
R. Bueno, no sé si la gente conoce a Prince, pero estoy convencido de que hubo periodistas en la época que se refirieron a la estatura de Prince —1,57— en términos similares. La estatura era una característica bastante clara de Prince, además de vestir con tacones. De los hombres bajos que llevamos tacones, nunca se piensa que lo hacemos por estética, sino para parecer más altos. Respecto a Prince, su forma de ser, su vehemencia, su manera de gustarse a sí mismo, quizá tuvieran que ver con su estatura.
P. También comenta que los CEO de las grandes empresas suelen ser más altos que la media. ¿Qué significa eso?
R. En efecto, suelen ser hombres… y hombres altos. Los líderes tienden a estar por encima de la media, también los políticos, aunque no siempre. Muchos dictadores, por ejemplo, eran personas de baja estatura, Franco, Mussolini, Stalin. Es difícil de demostrar, pero igual que quizá yo estoy encima de un escenario por medir lo que mido, ellos pudieron pasar por un proceso psicológico parecido.
P. Al hilo: en la Academia Militar, al joven Franco le llamaban Cerillita. ¿Pudo ser esa la primera chispa que acabó encendiendo la pradera?
R. Ja, ja, no lo descarto. El resentimiento personal de algunos mandatarios quizá explique algunas cosas.
P. No obstante, como este es un asunto donde lo sociológico se cruza con lo costumbrista, tiene sus contradicciones: también dice que el síndrome de Napoleón tiene bastante de mito…
R. Sí, no está realmente demostrado. De hecho, para los estándares de la época, Napoleón no era bajo en absoluto, estaba cerca de 1,70. Lo que pasa es que todo su entorno eran hombres altos, elegidos por él, supongo que para sentirse protegido, aunque la gente le percibiera más bajo de lo que en realidad era. Todo eso del síndrome napoleónico, que los hombres bajos tienden a ser más hostiles e incluso más violentos, se ha ido diluyendo en los estudios.
Boba: ‘De los hombres bajos que llevamos tacones, nunca se piensa que lo hacemos por estética, sino para parecer más altos’. (O. C.)
P. Las broncas entre Simon & Garfunkel, dúo musical formado por un alto y un bajo, eran casi tan famosas como sus canciones. Garfunkel acusaba a Simon de ser napoleónico y Simon decía que la gente creía que las canciones las componía Garfunkel porque era más alto. ¿No sé puede juntar a un alto y un bajo a hacer música?
R. Sí se puede, pero Garfunkel decía cosas como: «Yo le salvé la vida a este tío porque era una especie de freak monstruoso». O «sí, vale, Simon componía las canciones, pero cuando las chicas entraban en los camerinos, querían ligar conmigo». Supongo que a Paul Simon le jodería bastante que la gente pensase que el otro, por ser más alto, era el que hacía las canciones, ¡Encima Garfunkel ligaba más que él! También te digo que vista su carrera posterior, está claro que Paul Simon no necesitaba a nadie a su lado. Yo le he empezado a coger un poco de manía a Garfunkel porque, joder, ya le vale, a saber qué hubiera hecho Garfunkel con su vida si no llega a cruzarse con Simon.
P. En el libro cita un artículo del Norte de Castilla sobre que los españoles han crecido 13 centímetros en un siglo, titulado: «Ya no somos Alfredo Landa». ¿Landa hizo mucho por el orgullo bajito?
R. El landismo acabó definiendo una singularidad del hombre español, lejos del arquetipo de hombre apuesto del cine italiano de la época, el galán gallardo de alta estatura. Hasta El crack de Garci, Landa no había hecho prácticamente papeles que no fueran humoradas, en los que su físico influía mucho. Ver a una persona baja suele causar entre ternura y comicidad. Cuando contaba que estaba escribiendo este libro, la primera reacción de la gente era tomárselo a broma. Hay algo del hombre bajo que siempre lleva al chiste.
P. Territorio el Gordo y el Flaco.
R. Eso es.