Librillo es el nombre artístico de Francisco Javier Peral Ollero, un joven becerrista a punto de cumplir 14 años que acude asiduamente a tentaderos en una ganadería de la provincia de Zamora, en la que ha estado por última vez el pasado sábado, en el homenaje anual que familia y amigos rinden al recordado Miguel Ángel Toranzo.

La finca «Dehesa de Villoria» que «Toros Villalpando» tiene en Fresno de Sayago es el rincón zamorano que el joven ya conoce bien. Y es que pierde la cuenta de las veces que se ha desplazado hasta la ganadería zamorana, de la mano siempre del que ha sido su profesor en la Escuela Taurina de Navas del Rey durante años, el banderillero David Adalid, otro asiduo de la ganadería y vinculado familiarmente con la provincia.

«Es mi maestro, llevo con él desde que tengo tres años y le tengo mucho aprecio y lo que él me dice yo siempre lo hago», cuenta sobre Adalid, de quien añade que «es muy buen torero y mejor como persona«.

La enseñanza que destaca de entre las que le ha transmitido es que «siempre me ha enseñado que el toreo es grandeza» y «a tener mucho respeto hacia los maestros y hacia todo el mundo».

Ese respeto que muestra por los ganaderos de Toros Villalpando. «Don Jesús y don José siempre se han portado muy bien conmigo y siempre que han podido me han llamado».

Librillo, durante el tentadero del pasado sábado en la finca «Dehesa de Villoria». | CEDIDA

Librillo, durante el tentadero del pasado sábado en la finca «Dehesa de Villoria». | CEDIDA

Librillo asegura que espera «poder seguir disfrutando» en su casa, aunque, desde hace un par de semanas, ha cambiado la Escuela de Navas del Rey, en la que llevaba desde los tres años, por la «José Cubero ‘Yiyo’», dependiente de la Comunidad de Madrid. Un cambio que ha decidido porque «en Madrid hay muchas más oportunidades» en el camino hacia el toreo.

Un camino que emprendió cuando tenía tres años, por «imitación» de sus hermanos mayores, que se habían apuntado a la Escuela de Navas del Rey. Aunque ninguno de los dos siguió, Librillo sí lo hace, una década después, y asegura que siempre con el apoyo de sus padres.

Y con un horizonte claro: «Siempre he tenido el sueño de tomar la alternativa y ser figura del toreo».

El pasado verano, ha hecho varias apariciones en público en la provincia de Ávila. Las sensaciones de Librillo en esas tardes fueron «muy buenas» y, en ellas, intentó interpretar su concepto y su toreo: «clásico y muy puro», dice él. Aunque, para quien lo ve, también destaca por su valor. Digno de un niño prodigio del toreo.

Ese valor lo achaca a que «mi maestro me ha apretado y me ha exigido lo máximo de mí y yo siempre se lo he dado». Aunque no niega que el miedo «siempre está presente«, pero intenta «disfrutar».

En la vida de Librillo también está presente el esfuerzo diario porque compagina sus clases en la Escuela Taurina con las de tercer curso de la ESO en el instituto. Algo para lo que, dice, hay que «sacrificarse y tener una buena disciplina y da tiempo a todo; de momento, sacando los estudios y entrenando».

En cuanto a sus referentes, intenta fijarse y «coger un poco de todos los maestros», pero destaca a Borja Jiménez, «por el valor», y a Emilio de Justo, «por la pureza».

«Siempre intento dar lo mejor de mí, con mucha pureza y hacerlo todo muy personal», dice Librillo, y confiesa que sueña con llegar a abrir la Puerta del Príncipe de Sevilla, incluso, antes que la puerta grande de Las Ventas de Madrid porque la de la Maestranza «es diferente y es más especial».