El jurista Javier Junceda presenta su nuevo libro, Asturias y los asturianos
En setenta microensayos, el jurista traza un retrato crítico y esperanzado del pasado de Asturias, su presente y su futuro
08 oct 2025 . Actualizado a las 05:00 h.
El jurista Javier Junceda presenta su nuevo libro, Asturias y los asturianos, una obra compuesta por setenta microensayos que buscan estimular la reflexión sobre la identidad y el futuro de la región. Entre retratos de figuras asturianas destacadas y análisis sobre los retos del Principado, Junceda propone un mensaje central: «Tendría que haber acuerdos sobre la simbología o las grandes líneas de futuro de la Comunidad».
—Al reunir muchos de sus ensayos en un solo volumen, ¿ha percibido cambios en sí mismo o en la evolución de su mirada hacia Asturias a lo largo de los años?
—Los que incluyo son de época reciente, de hace unos tres años a hoy, por eso están bastante pegados a la actualidad. Por ejemplo, lo que cuento sobre la ausencia de planificación o el letargo socioeconómico y político, sigue igual o ha ido a peor, a mi juicio.
—En varios textos apela a una cierta falta de ambición o confianza colectiva. ¿Qué nos impide, como sociedad asturiana, creer más en nosotros mismos?
—Cuando salimos fuera eso se disipa, pero es extraño que en casa sigamos instalados en esa nostalgia improductiva que se resiste a desaparecer. En el libro plasmo numerosas figuras asturianas dignas de emulación. Desde Maripaz Pondal a Severo Ochoa, pasando por tantísimos otros. Son un espejo en el que mirarse para recobrar ese sano orgullo colectivo.
—Desde su perspectiva, ¿cómo puede Asturias hacerse oír dentro del conjunto nacional? ¿Tiene suficiente peso en España?
—En lo político somos irrelevantes, y eso no fue así en el pasado, tanto remoto como más reciente. Tener pocos parlamentarios se puede compensar enviando a Madrid a lo mejor. En los demás ámbitos, profesionales o empresariales, detecto sin embargo un peso mucho mayor de los asturianos en España.
—En sus textos se percibe una tensión entre lo que Asturias fue y lo que podría ser. ¿Cree que la región vive demasiado pendiente de su pasado o, por el contrario, sufre de desmemoria?
—¡Ya quisiera que viviera de su pasado, que fue imponente! Noto más bien un desconocimiento de lo que hemos sido y hasta burdos intentos de reescribir la historia. Considero que no hay presente ni futuro viable sin conocer de dónde venimos. Y eso hoy se enfrenta a una neofilia en muchos terrenos, por abrazar novedades que aportan poco o que simplemente suponen un absurdo cambio por el cambio.
—Sus ensayos parten a menudo del pasado, pero miran al porvenir. ¿Qué tipo de memoria necesitamos para construir una Asturias más consciente de sí misma?
—La que triunfó fuera. Tenemos que contar a los escolares las biografías de los grandes que han hecho historia en España, Europa y América. Debemos rescatar esas semblanzas, como trato de hacer en este libro. El asturiano es emprendedor, pero sobre todo lejos de casa. Y hemos de saber hacerlo también en casa. Reivindico esa memoria de los asturianos de éxito, que nos sirven como inigualable ejemplo.
—Si este libro sirviera para provocar una conversación colectiva en Asturias, ¿qué tema le gustaría que estuviera en el centro de ese debate?
—El del asturianismo que abraza, el de corazón ancho, el que no nos dice de qué forma tenemos que sentirnos asturianos, ni cómo tenemos que hablar o vestir. Ese es el asturianismo que he percibido cada vez que he estado en Centros Asturianos desperdigados por el mundo, en los que la asturianía une por encima de ideologías o de formas de pensar. El asturianismo en el que creo es ese, y no el que se pretende convertir en un credo identitario. El asturianismo es una casa de acogida de todos, un llar en el que cabemos todos. Y me parece poco honesto que sea apropiado por quienes buscan su utilización política, además de que puede ocultar grandes lagunas ideológicas, porque los problemas de Asturias son los que son, y no los referidos a la identidad regional.
—Sus reflexiones a menudo trascienden lo partidista, pero ¿cómo ve la calidad del debate público en Asturias? ¿Hay espacio para el pensamiento sereno en medio del ruido político?
—Me gustaría que supieran abordar entre todos más políticas de Estado, algo que echo de menos. Covadonga, por ejemplo, debiera sacarse de la engarradiella política. Y también tendría que haber acuerdos sobre la simbología o las grandes líneas de futuro de la Comunidad. La democracia, para funcionar, debe huir de pirotecnias. Y ha de sumar a grandes mayorías, por encima de los partidos. Eso se llama sensatez.
—Si dentro de veinte años alguien escribiera un nuevo volumen similar sobre Asturias y los asturianos, ¿qué le gustaría que pudiera decirse entonces sobre la región?
—Que el AVE ya no pasa de 330 kilómetros hora a 30 cuando entra en Asturias; que no hay locales comerciales disponibles porque están todos ocupados por tiendas; que la gente levanta la persiana a las 6 de la mañana para ir a trabajar; que hemos dejado atrás la cultura de la subvención y nos hemos instalado en la del emprendimiento; que el esfuerzo fiscal es asumible para las rentas de los asturianos; o que hay más carritos con bebés que con perritos por las calles. Son infinidad los asuntos que me alegraría ver en curso de solución.