Julio Llamazares rinde un homenaje a su progenitor en ‘El viaje de mi padre’, su último libro en el que recupera el itinerario que realizó … aquel soldado entre su aldea leonesa, La Mata de la Bérbula, la ciudad de Teruel en plena Guerra Civil, y Castellón. «Traté de ver por dónde fue, los lugares por los que pasó de forma involuntaria», explica el autor, que reconoce que el hogar familiar no solía rememorarla. «La contienda produjo heridas morales y emocionales», aduce. El creador protagonizará el encuentro que tendrá lugar hoy, a partir de las 19.00 horas, en la Biblioteca de Bidebarrieta. El acto, organizado por la Fundación Vocento y editorial Alfaguara, cuenta con el apoyo de BBK.

Llamazares explica que el proyecto desarrollado con su libro también pretende recuperar un fenómeno histórico. «Creo que es necesario para no repetir los mismos errores, ese desconocimiento del pasado que permite decir que la dictadura no fue para tanto», advierte, y reconoce la existencia de una deuda íntima que ha intentado solventar. «Yo sentí que tenía que haberle escuchado y decidí recorrer aquel camino para tratar de entenderlo».

Así, se embarcó en la aventura de conocer aquellos lugares por los que Llamazares padre pasó de forma involuntaria. «No quería hablar mucho de ello y busqué respuestas en el paisaje, descubrir lo que vivieron todos los implicados», apunta. «Traté de entender el país y a mí mismo» con el proyecto más personal de cuantos ha llevado a cabo en el género del viaje. «Sin duda, el mío es como el de otras familias que fueron partidas por la mitad», alega. De hecho, dos de sus tíos tomaron parte en un bando y otros tres en el otro por circunstancias aleatorias o convicciones ideológicas.

No se trata de un asunto superado, en su opinión. «La trinchera permanece, tal y como se aprecia en los debates parlamentarios», lamenta, y señala que la obra rinde un tributo a tantos jóvenes muertos y heridos. «Se trata de un alegato contra la guerra y todos los que la hicieron. Mi padre luchó en el bando nacional pero yo nunca lo vi como un vencedor, sino como un vencido que tuvo que arrostrar el sufrimiento que le proporcionaba haber presenciado esas escenas terribles».

Llamazares recorre el viaje en tren que realizó el recluta y atraviesa las provincias castellanas y aragonesas. «El itinerario transcurre por el espinazo del Sistema Ibérico y eso hace más trágico el recuerdo», arguye. Y es que apenas quedan pobladores donde perecieron miles de soldados. «Eso hace más absurda la guerra».

Muertos por congelación

Del escenario han desaparecido aquellas estaciones, los ferrocarriles, los raíles e, incluso, el intenso frío que padeció su progenitor en el invierno de 1937 con temperaturas inferiores a los 20º. «Una tercera parte de los entre 10.000 y 20.000 muertos que se cobró la batalla de Teruel, la más terrible de todo el conflicto, murieron por congelación y eran jóvenes de 18 a 20 años».

  • Ponente.
    Julio Llamazares, en conversación con César Coca a propósito de su última novela ‘El viaje de mi padre’.

  • Lugar y hora.
    Hoy en la Biblioteca de Bidebarrieta, a las 19.00 horas. (Invitaciones agotadas).

  • Con la colaboración:
    Fundación BBK.

El relato de los horrores bélicos no preponderaba en las conversaciones familiares. «No contaba cosas directamente militares», recuerda; prefería hablar de cuestiones como la pulmonía que sufrió y la incomodidad de dormir en el suelo. «Iba con un amigo que se explayaba en torno a las cuestiones agradables como la visión del mar en Castellón, a pesar de que había cadáveres a su alrededor, o sus días de asueto en Zaragoza, donde estuvieron muy bien y se echaron novias», cuenta. «En la vida tendemos a recuperar lo agradable y lo positivo, que en una guerra es muy poco», reflexiona.

El autor defiende que la literatura de ficción y la documental persiguen el mismo objetivo. «Intentamos algo tan ilusorio como parar el tiempo y recuperarlo» pero, en ambos casos, lo importante es la experiencia. «Se trata de una especie de humus y los recuerdos producen un vapor que llamamos imaginación».

La memoria personal y colectiva es, a su juicio, como tirar una piedra al río. «Las primeras ondas que se forman son muy pronunciadas y las segundas se desvanecen, e igual sucede con los hechos históricos, por eso creo que son tan necesarios proyectos como este o ‘La península de las casas vacías’ de David Uclés. La ignorancia de nuestro pasado explica que alguien diga que antes se vivía mejor o que aún se emplee el lenguaje guerracivilista. Cuando se pierde la perspectiva se repiten los mismos dramas».

El viaje es un placer para el autor. «Pero en el sentido puro de la palabra», apostilla, y admite que le gusta dejarse llevar por el azar. «Me apasiona ir de un lugar a otro recorriéndolos sin saber lo que me voy a encontrar, pero con la cabeza y los ojos muy abiertos para dejarme empapar por el paisaje y los relatos de la gente que encuentro en el camino». Este género literario carece de tradición en nuestra historia, según explica, al contrario que en la inglesa y centroeuropea. «Te permite buscar la belleza a través de la emoción y a la inversa», defiende.