El Tribunal Supremo ha confirmado que Fumiko Negishi es coautora de 221 obras firmadas por el artista valenciano Antonio de Felipe. La pintora japonesa, afincada en Madrid, repasa un litigio que ha durado casi una década.

El martes se publicó la sentencia del Tribunal Supremo, que reconoce su coautoría en 221 obras pictóricas junto a Antonio de Felipe. ¿Qué supone esta sentencia para usted?

Es algo muy importante. Por fin ha terminado esta historia. Todo lo que he denunciado durante años se ha reconocido. Esta sentencia tiene un valor muy grande, no solo para mí, sino también para la sociedad. Denunciar no ha sido fácil. He pasado momentos buenos y malos. Lo bueno es haber podido contar lo que realmente ocurrió; lo malo, todo el sufrimiento y la complejidad del proceso. Pero, al final, siento que algo ha cambiado. Para mí es una satisfacción personal, y creo que, para la sociedad, también es una sentencia clave.

¿Por qué considera que esta sentencia es clave?

Porque es importante nombrar las cosas por lo que son. Durante años se me ha llamado «ayudante», pero en realidad yo nunca tuve ese papel. Siempre trabajé como pintora artística, no como asistente de taller. En nuestra sociedad, “ayudante” implica una relación jerárquica, de subordinación, donde uno ayuda y el otro es el jefe. Esta sentencia cambia eso: ahora se reconoce que fui “colaboradora”, que tuve una participación creativa. Ese cambio de palabra significa mucho para mí, porque refleja lo que realmente hice.

¿Diría que esta sentencia hace crecer su estatus como artista?

No exactamente. Yo siempre he sido artista, y sigo siéndolo. No lo veo como un triunfo profesional, sino más bien como un triunfo personal dentro de la sociedad. Es un reconocimiento de algo que siempre fue así.

Repasemos su historia con Antonio de Felipe. ¿Cuándo comenzó a trabajar con él?

Oficialmente, según la justicia, en 2006. Aunque antes ya había trabajado con él, pero esos primeros años no quedaron reflejados en el proceso judicial.

En 2006 inicia entonces una relación laboral como ayudante, no como colaboradora. ¿Qué diferencia hay entre ambos conceptos?

La diferencia es grande. “Ayudante” implica que uno solo asiste, sin aportar nada creativo. En cambio, “colaborador” significa que tu trabajo tiene valor y contribuye al resultado final. Yo no solo ayudaba: yo pintaba, materializaba las obras. Por eso es tan importante este cambio de denominación.

¿Cómo era esa colaboración?

Antonio hacía un boceto, y yo lo trasladaba al lienzo. Es decir, yo materializaba la pintura. Mi trabajo consistía en convertir el boceto en una obra de pintura.

¿Y el suyo?

Hacer el boceto.

¿Había más personas trabajando en el taller?

A veces sí, a veces no. Había gente que iba y venía, pero yo era la única que trabajaba de forma continua.

«Se ha ganado su popularidad»

¿Ha visto muchas diferencias en las obras de Antonio de Felipe desde que usted no colabora con él?

No. No he tenido ocasión de verlas.

¿No ha tenido curiosidad?

Sí, claro. Pero desde que me fui del estudio no he tenido la oportunidad. Si la tuviera, seguramente notaría diferencias, porque cada artista tiene su forma de trabajar. No somos máquinas.

¿En qué se diferencia su forma de pintar de la suya?

Es difícil explicarlo con palabras. La pintura se ve, no se describe. Pintar es un acto creativo y también curativo. No se trata de decir “yo pinto recto” o “él pinta curvado”. La diferencia está en la manera de crear, en la energía que se pone en la obra.

¿Cree que sin su colaboración De Felipe habría alcanzado la popularidad que tiene ahora?

No lo sé. No quiero suponer lo que habría pasado si yo no hubiera estado.

Algunos lo han llamado “el rey del pop art español”. ¿Comparte esa opinión?

No quiero opinar sobre eso. Son etiquetas. Cada persona tiene sus gustos. No me parece importante decidir quién es “el rey” de un estilo. Lo que sí es cierto es que ha conseguido una gran popularidad, y eso se lo ha ganado.

Negishi en una exposición en Amberes en 2024.

Negishi en una exposición en Amberes en 2024. / L-EMV

«Desconocía mis derechos»

¿Esta sentencia implica algún beneficio económico para usted?

No. No he reclamado dinero, porque yo ya cobraba un sueldo. No se trata de reclamar una parte de sus ingresos, sino de que se reconozca mi colaboración.

Entonces, lo que buscaba no era dinero sino reconocimiento.

Exactamente. Todo empezó como un problema laboral, y con el tiempo se convirtió también en una cuestión artística: que se reconociera qué hacía yo realmente. Esta sentencia pone fin a todo eso.

Si no hubiera existido ese conflicto laboral en 2016, ¿habría reclamado la coautoría de estas 221 obras?

Sinceramente, no lo sé. En ese momento desconocía por completo mis derechos. No sabía qué podía o debía hacer, ni qué obligaciones tenía la otra parte. Vivimos en una sociedad donde no siempre se conocen los procedimientos. Tuve la suerte de consultar con mi abogada, María José Rodríguez Rojas, y gracias a su asesoramiento entendí que tenía derecho a reclamar. Sin ese apoyo, quizá no lo habría hecho.

¿Va a pedir, por ejemplo, que su nombre aparezca en las obras que adquirió el IVAM?

Yo no voy a pedir nada. Es la sentencia la que lo determina. No reclamo la propiedad de las obras, sino que se reconozca mi coautoría. Si alguna institución o particular tiene una obra de esa lista y me contacta, puedo confirmar mi colaboración. Pero no soy yo quien tiene que exigirlo; es la sentencia la que lo establece.

Son 221 obras. ¿Está orgullosa de ese trabajo?

Sí, estoy orgullosa. El mundo del arte es muy difícil. Yo estudié Bellas Artes, tanto en Japón como en España. Vine a este país como extranjera, seguí formándome y buscaba una forma de vivir del arte. Trabajar con Antonio fue una oportunidad de pintar todos los días. Era un trabajo laboral, sí, pero también lo disfrutaba. Pintaba con gusto. Por eso estoy orgullosa. Aunque al final haya acabado en los tribunales, sigo valorando aquella experiencia.

Desde que salió del estudio de De Felipe, ¿ha podido desarrollar su carrera como quería?

Ha sido un proceso largo. El litigio me ha quitado mucho tiempo y energía, pero he seguido pintando. He trabajado en mi taller y he ido reconstruyendo mi vida. Ahora tengo una rutina de trabajo estable en Madrid.

¿Le gustaría volver a exponer en València?

Claro. Si me invitan, iré encantada. La ciudad me parece preciosa y su gente, muy amable. Aunque nunca he vivido allí, guardo buenos recuerdos.

«En lo personal, no compartíamos demasiado»

¿Ha vuelto a hablar con Antonio de Felipe desde 2016?

No, nunca.

Antes de todo esto, ¿cómo era su relación con él?

Era una relación laboral cercana. No de amistad o familia, sino de trabajo. Estuve muchos años encargándome de una parte importante de su producción. Era una relación profesional basada en la confianza. En lo personal, no compartíamos demasiado.

Durante el proceso judicial se propuso que ambos pintasen ante el juez una obra al estilo de las que realizaban juntos. ¿Le decepcionó que él no aceptara?

No lo llamaría decepción. Creo que fue una cuestión técnica. El sistema judicial no siempre permite este tipo de pruebas. No sé si él se negó o si simplemente no fue posible. Pero lo entiendo: es un proceso complejo, y quizá no había condiciones adecuadas para hacerlo.

¿Tiene alguna obra preferida entre las que ahora se reconocen como coautoría suya?

Me gustan mucho las obras en blanco y negro. Por ejemplo, una con la cara del niño del disco de U2, o una escena deportiva con bolas de tenis y referencias al cine clásico. Esas piezas me gustaban especialmente.

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