Actualizado Viernes,
10
octubre
2025

00:03

Hubo un tiempo ya lejano en que las temporadas taurinas en Madrid se abrían o cerraban con festivales. Los festivales de toreros retirados contaban con el atractivo de la nostalgia, de volver saborear el viejo aroma del toreo o incluso sorprenderse con la solera adquirida por aquel matador que en activo no llamaba la atención. Algunos festivales fueron anticipos de reapariciones estelares. Como el que protagonizaron en Las Ventas en 1970 Antonio Bienvenida y Luis Miguel Dominguín por los damnificados por los terremotos del Perú. Aquella tarde del 10 de octubre, el popular Ronquillo, aficionado de oportuna e ingeniosa voz, gritó: «¡Vaya par de jubilados!». Volvieron a los ruedos en 1971.

En el arranque de la temporada de 1986, el mundo del toro, siempre solidario con las causas benéficas, organizó un festival por las víctimas de la tragedia del volcán Nevado del Ruiz, en Colombia. Supuso que Antonio Chenel «Antoñete, retirado un año antes, volviera a pisar su plaza, su casa, bordara el toreo, una vez más, y encarase una nueva reaparición en 1987. De aquel día 5 de abril del 86, se recuerda también el brindis de Manuel Benítez «El Cordobés» a su compadre Julio Iglesias y la eclosión de una joven promesa: José Miguel Arroyo «Joselito».

El festival que el próximo domingo se ha sacado de su montera de mago, de su chistera de genio, Morante de la Puebla, viene cargado de nostalgias con el homenaje a Antoñete. Pero, sobre todo, viene a exhibir la fuerza del toreo y, en especial, la fuerza insospechada que ha adquirido Morante -«los de arte a acompañar», decían los antiguos- en las taquillas tras 27 años de alternativa. No sé si somos muy conscientes de lo que supone abarrotar Las Ventas mañana y tarde -46.000 espectadores- en un solo día y haber lanzado esta feria de Otoño por encima de los 19.000 abonados.

La generosidad de MdlP para con el maestro del mechón blanco y los pulmones negros -más allá del monumento que se inaugura mañana- se ha resaltado bien, pero no sé si suficientemente. Pero quizá opaque a la generosidad de la tarde de ese mismo día 12 de octubre, cuando admitió con absoluto desprendimiento el adiós de Fernando Robleño, a quien tanto admiro, y la confirmación de Sergio Rodríguez. Y encima colgó «no hay billetes» en una hora.

Supongo que ir cumpliendo años se nota en la emoción que te provocan ciertas cosas. Como este final para una temporada, más que histórica, milagrosa de Morante. O volver a ver hacer el paseíllo en Madrid a Curro Vázquez y César Rincón. «¡Vaya par de jubilados!», gritaría el Ronquillo.