El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, estaba en un evento no relacionado con la guerra en Gaza cuando llegó un visitante inesperado.

El secretario de Estado, Marco Rubio, tomó un bloc de notas y un bolígrafo para escribir un mensaje.

“Muy cerca”, escribió, subrayando las palabras para enfatizar. “Necesito que apruebes pronto una publicación de Truth en redes sociales para que puedas anunciar el acuerdo primero”.

El acuerdo que Trump anunciaría dos horas después pareció ser un gran avance. Israel y Hamas acordaron la liberación de todos los rehenes retenidos en Gaza a cambio de un intercambio de prisioneros palestinos, así como una retirada parcial de las tropas israelíes del enclave asediado.

Es demasiado pronto para declarar el fin de la guerra. Siguen pendientes varios asuntos, y nuevas negociaciones podrían revelar brechas insalvables entre ambas partes.

Sin embargo, después de meses de falsas esperanzas, avances estancados y posiciones arraigadas, el acuerdo fue una clara victoria para el presidente.

En múltiples ocasiones, Trump siguió adelante con su marco de 20 puntos , eludiendo las reservas de ambos lados de las negociaciones.

Tras varias revisiones israelíes al texto del plan, algunos líderes árabes se mostraron reacios y pidieron que la propuesta no se hiciera pública, según fuentes. La Casa Blanca la publicó de todos modos, y los líderes árabes se sumaron.

Y cuando Hamas ofreció una respuesta que no llegó a respaldar cada uno de los puntos del plan, el primer ministro de Isarel, Benjamín Netanyahu, dudó en presentar la respuesta como una victoria. Trump lo vio de otra manera y le dijo a Netanyahu que estaba siendo negativo, según una fuente. A las pocas horas de recibir noticias de Hamas, consideró que el grupo estaba “listo para una paz duradera” y ordenó a Israel que detuviera los bombardeos.

En cada caso, Trump hizo caso omiso de las preocupaciones que, según él, podrían hacer descarrilar el progreso.