Juan Pedro, un aficionado de Alcalá del Júcar, rompe a llorar nada más entrar a la habitación del hospital de La Ribera en Alzira. Se ha hecho casi dos horas de coche para visitar a Samuel Navalón, que lo recibe tumbado sobre la cama, como un cristo resucitado, con los brazos conectados a los goteros. La emocionalidad de la escena viene porque el torero de Ayora acaba de salir de pasar seis días sedado e intubado en la UCI tras una de las cornadas más graves de la temporada.

Pero, con una fuerza innata que traslada en la corta distancia tan propia de esa esencia divina de los toreros, declara su pasión por la vida tras vencer ese poder igualitario de la muerte, verdad biológica que arrasa con todos y con todo: «Le he visto la cara a San Pedro, eso sí, pero todavía me queda rato aquí, estoy seguro», señala.

Su voz es bajita y parpadeante, como prendida de un balancín. Hace un esfuerzo para hablar, cuando tose tira coágulos de sangre de su tráquea fisurada y la mirada de soñoliento contrasta con su buen color de piel. La sonrisa tampoco le desaparece en ningún momento, pese a detenerse con palabras en el fantasma que ha correteado por su cuerpo estos días: «Cuando llegué a la enfermería, me faltaba el oxígeno. Lo mismo me pasó en la UCI cuando me desintubaron por primera vez, los médicos no habían visto la lesión de la tráquea por la hinchazón del cuello».

En la habitación también se encuentra la madre de Navalón, Paqui, un ejemplo de amor en declaraciones de su hijo. Como una especie de código moral -que también es un ejemplo-, ella prefiere quedarse en un segundo plano, pero el torero asegura que «se ha desvivido todos los días para que me recuperase, incluso ha llegado a dormir en la UCI con una silla apoyada sobre mi regazo para que me tranquilizase cuando desperté y pudiera descansar. No se ha ido a casa ni una noche».

¿Cómo está, torero?

Voy recuperándome poco a poco… en estos últimos días he experimentado una gran mejoría porque voy teniendo voz y me voy encontrando más fuerte. He estado muy débil, sobre todo, en la semana que pasé en la UCI.

La cornada ha sido muy grave.

Sí, los propios cirujanos que me operaron me dijeron que el pitón estuvo a un centímetro de la vena yugular tras romper el músculo esternocleidomastoideo.

Samuel Navalón con una un libro de toros con el que se entretiene en el hospital.

Samuel Navalón con una un libro de toros con el que se entretiene en el hospital. / J.Roch

Luis Blázquez: «Aguanta, hijo, aguanta…»

¿Qué recuerda del percance?

Un fuerte dolor en el cuello tras el impacto, pero lo que pensaba era el fastidio, la dificultad que iba a tener para torear mi novillo con este dolor… Cuando me recogieron del suelo, escuché que llevaba la cornada y les vi las caras de pánico.

Y llegó a la enfermería casi sin pulso…

No me olvido que me recogió del suelo el banderillero Luis Blázquez, que estaba de paisano y también tiene una cornada muy parecida en el cuello y la cara, y me decía: «Aguanta, hijo, aguanta…». Ahí sí que me temí lo peor, me asusté.

Fue todo muy rápido.

No pensaba que llevaba la cornada porque el novillo, tras el par de banderillas, me metió la cabeza entre los pitones y me dobló como un acordeón. En la camilla de la enfermería, escuché mi propia voz como de pito tras el impacto en la tráquea y Rubén Pinar me dijo: «Vamos p’alante, Samuel, que vas a ser figura del toreo» y ya no recuerdo nada más.

El novillo era del propio Rubén Pinar…

Rubén es como mi hermano, me he criado junto a él y habíamos hablado previamente de si teníamos un novillo con posibilidades, compartiríamos un par de banderillas en Algemesí. Y lo hicimos.

¿Fue mala suerte?

O buena suerte porque sigo vivo. El novillo no se me arrancaba para hacer el quiebro, pero aposté y me cogió. Los percances forman parte del toreo y los toros cogen, aunque sea en un festival y en un toro de un compañero.

Estampas y regalos hacia el torero en el hospital tras los duros momentos vividos.

Estampas y regalos hacia el torero en el hospital tras los duros momentos vividos. / JR

Ingresó en la UCI unos seis días…

Aquí sentí mucho miedo. Me vi tan malito, tan sedado e intubado y todo lo que se ve ahí dentro… que mi cabeza era una auténtica película de terror.

¿Cómo vivió esos días?

La primera vez que me desintubaron, sentí que me ahogaba. Días después, cuando me desperté de la sedación en la UCI, me pasaba el tiempo muy despacio. Tenía un reloj delante de mi cama y las horas pasaban muy lentas. Aquí cogí el móvil por primera vez tras cuatro días y me impactó la cantidad de mensajes y llamadas que tenía. También vi una foto de la cogida y me asusté.

¿Qué pensaba en esos momentos?

Me acordaba de esas frases que escuché en el momento del percance y me emocionaba. Para superarlo, recordaba la dureza de los entrenamientos en casa de Nazario Ibáñez junto a Rubén Pinar, cuando subíamos una montaña y sentíamos esa satisfacción de haberlo logrado cuando coronábamos el pico.

¿Qué le ha enseñado esta cornada?

Lo valioso que es estar bien, que casi no nos damos cuenta. La rutina, cada comida con mi familia, dormir en casa, estar con amigos… He añorado cada entrenamiento de mi día a día también, cada muletazo de salón, que es como una nueva ilusión en mi vida, el hecho de sentirme vivo en definitiva. Tengo ganas de volver a ponerme delante.

El mundo del toro se ha volcado…

La vida es maravillosa y el toreo es grandioso… Tengo muchos mensajes de compañeros que se han volcado con mucha verdad.

«Llevaré un collarín cuando me cicatrice la cornada»

¿Cuáles son los plazos de recuperación?

Los va a marcar la lesión de vértebra -apófisis transversa en la vértebra C6- porque ahora llevaré un collarín cuando me cicatrice la cornada del cuello. Tengo que estar un mes de reposo absoluto y me pondré en manos de los fisios.

¿Su reaparición será en la Feria de Fallas del 2026?

Ojalá. Sería muy bonito, además de mi presentación como torero en mi tierra.

Toda la habitación se contagia de esa vida recuperada de Navalón, convertida en una forma de aprender a volver al mundo: «¡Vamos Samuel, tú puedes!», lanza un dibujo detrás de la cama que le ha regalado una niña de cuatro años que estaba en la plaza de toros de Algemesí el día del percance. Dos rosarios, una imagen grande de la Virgen de los Desamparados y un ramillete de estampas apoyadas en la mesita han sido oxígeno sobre la furia de la muerte. Qué ejemplo, Samuel, torero.

Suscríbete para seguir leyendo