Noah Strycker es escritor, fotógrafo y ornitólogo estadounidense. Capitán Swing

Este autor lleva toda la vida observando y estudiando pájaros; y en ellos ha hallado cualidades que parecían exclusivas del ser humano
10 oct 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

«La esperanza es esa cosa con plumas / que se posa en el alma / y entona melodías sin palabras / y no se detiene para nada / y suena más dulce en el vendaval; / y feroz tendrá que ser la tormenta/ que pueda abatir al pajarillo / que a tantos ha dado abrigo», escribe Emily Dickinson. Para Noah Stryker, la poesía y los pájaros tienen mucho que ver: «Todo va de detalles pequeños, de criaturas que viven, que respiran y que dejan la misma sensación que puede inspirar un buen libro o un buen poema». El título de su último libro, Esa cosa con plumas (Capitán Swing) es un pequeño homenaje al poema de la escritora estadounidense; ambos profundizan en las cualidades humanas que encuentran en las aves.

—Están por todos lados, pero reparamos bastante poco en ellos. ¿Cuál es la capacidad de los pájaros que más le fascina?

—Su inteligencia, sus emociones y el hecho de que son criaturas pensantes individuales. Vemos aves volando por el aire y nos parecen como pequeñas maquinitas que se mueven por instinto; pero cuanto más las estudio, más me convenzo de que son individuos tan inteligentes como los humanos.

—¿Qué le inspiró a escribir sobre la conexión entre los pájaros y las emociones?

—Quería escribir un libro sobre el comportamiento de las aves y las cosas fascinantes que hacen; al principio, no pensaba nada en las capacidades humanas, pero cuanto más investigaba, más cuenta me daba de que no podía hacerlo sin relacionarlas con nosotros. Porque todos los comportamientos que estaba descubriendo tenían paralelismos con las personas. Así que se volvió en algo mucho más que un libro sobre aves, sino sobre su relación con los humanos.

—¿Le resultó difícil encontrar el equilibrio entre datos más científicos y una narrativa más accesible?

—Me he pasado la mayor parte de mi carrera estudiando a las aves, pero también les dedico casi todo mi tiempo libre porque son mi afición. Así que no son algo meramente científico para mí; me gusta describirlas de forma que cualquiera lo entienda, no solo un ornitólogo.

—La orientación de las palomas, el olfato del buitre, el sentido musical de las cacatúas, la autoconciencia de las urracas… ¿Cómo fue eligiendo las especies que aparecen en cada capítulo?

—Son solo trece capítulos y cada uno está dedicado a un tipo de ave que me interesa, aunque creo que podría escribir un libro así sobre prácticamente cualquier especie de ave, todas son interesantes a su manera.

—¿Algún comportamiento que le sorprendiera más?

—Mi mayor revelación fue descubrir hasta qué punto las aves son criaturas únicas y tienen personalidad. Cualquiera que tenga mascota sabe de forma intrínseca que eso es cierto, pero las aves silvestres también destacan por su inteligencia y por tener emociones propias.

—¿Qué podemos aprender de las aves sobre nuestra propia humanidad?

—Nos enseñan que todos tenemos las mismas necesidades esenciales como formar una familia, dejar un legado… Creo que nos recuerdan que vivimos en el mismo mundo, aunque seamos diferentes.

—¿Cree que las personas necesitamos reconectar con la naturaleza para redescubrir partes esenciales de sí misma?

—Sí, desde luego. Hay muchísima gente que está desconectada de la naturaleza, las ciudades están cada vez más pobladas y creo que es una pérdida fundamental de parte del significado de lo que es un ser humano. Conectar con la naturaleza es necesario porque nos pone los pies en la tierra, nos recuerda dónde vivimos y de dónde somos; para mí es todo en uno, es terapia, es religión, es la vida. Y creo que la observación de aves ayuda porque nos da algo en lo que centrarnos.

—¿Cómo ha cambiado esta observación su forma de ver el mundo?

—Ahora cuando viajo en avión, miro hacia abajo por la ventana y no veo el mundo con el aspecto de un mapa político, no veo las fronteras, ni países ni colores distintos. Y me doy cuenta de que es así como lo ven las aves. Ellas me han enseñado que las fronteras no existen, no necesitan pasaportes ni visados para desplazarse. Lo único que hacen es vivir en hábitats distintos y creo que de eso es algo que también podemos aprender de ellas.

—¿Qué poso quiere dejar en los lectores?

—Me gustaría que aumente el aprecio que sienten por las aves, que salgan al aire libre con una perspectiva distinta del mundo que nos rodea.

—¿Qué especie de pájaro le gustaría ser?

—Si pudiera reencarnarme, lo haría en un albatros errante. Recorren distancias larguísimas, pasan casi toda la vida volando por mar abierto y tienen una existencia casi inimaginable para nosotros. Y, además, tienen una de las mejores relaciones románticas que cualquier otra especie animal del mundo.