Tarde de festival en Bocairent y final feliz. Se cumplió el guion al pie de la letra: amabilidad del respetable, buen toreo, buen ambiente, … nostalgia por el tiempo pasado de los matadores, un gustazo volverlos a ver en la arena, a Ponce, a Barrera, a Blázquez, al Califa en contraste con Román, este en activo, que reaparecía tras su último percance y a Bruno Gimeno, pura efervescencia juvenil en su estilo y maneras. Junto a los sentimientos hubo números de lo más esclarecedores, seis novillos, seis estocadas y un pinchazo, once orejas y la emotiva salida en hombros de Blázquez en su tarde homenaje. Llegan a embestir como tenían obligación de hacerlo los novillos de Juan Pedro, y no es fácil imaginar cuál hubiese sido el marcador final. La jornada tuvo su suspense previo. Amenazaba la climatología entre alertas y pronósticos cual toro de las peores intenciones, pero en el día de la Comunidad tenía que haber toros y los hubo. Bocairent, marco entrañable, fue el escenario perfecto. A la hora en punto se contuvieron las nubes en la sierra Mariola, se despejaron los cielos, también las dudas y comparecieron las cuadrillas. Emotiva fue la puesta en escena, sonó el himno regional, se rindió justo homenaje a Víctor Manuel Blázquez, torero de honrada trayectoria que se despedía de los ruedos y de sus obligaciones docentes como profesor de la escuela de Valencia, se acomodó el público que cubría en una buena proporción los pétreos tendidos del coso de la Serreta y comenzó la fiesta.

Abrió plaza Ponce con una faena de maestro, cosa que en el caso de Ponce no es noticia. Tuvo suerte con el novillo, en realidad fue suerte reciproca si tenemos en cuenta el trato que le dispensó el torero. Toreó sereno, sin despeinarse, fácil que uno no sale del retiro para sufrir. Ajustó la exigencia, los terrenos, como si no estuviese retirado que en realidad no lo está y sacó lo mejor del novillo.

Víctor Manuel se mostró muy, muy, leal a su trayectoria, vibrante y entregado. Compartió el tercio de banderillas entre ovaciones con su compañero de docencia en la escuela, José Manuel Montoliu y con su alumno Bruno Gimeno. La faena tuvo su marchamo, vitalidad, decisión y disfrute general.

Vicente Barrera que no tuvo fortuna en el sorteo puso empeño y amor propio. Se paró pronto el de Juan Pedro, sin clase ni bravura, y se paró el torero que en su caso es cualidad que valorar y desde ese territorio le sacó lo poco que tuvo toro. Una estocada fulminante le dio argumento a la presidencia para la concesión de un doble trofeo.

El Califa volvía a pisar un ruedo después de casi dos décadas retirado. Tampoco tuvo suerte con el oponente, todos los sueños de disfrute con los que acudió se estrellaron con un manso de libro que de buenas a primeras se aquerenció en los terrenos de dentro y los sueños de faena grande tuvo que canjearlos por una pelea por mantenerlo en los terrenos apropiados para hacer el toreo. Se rindió el juanpedro, tanto que se echó de puro cobarde. Una buena estocada puso las cosas en claro.

Román que reaparecía tras su último percance, camino de Madrid donde le esperan una corrida de Victorino, mostró que vive un buen momento ante un novillo bueno pero exigente. Bruno Gimeno estuvo muy en novillero, atacó, sufrió, se lució y sacó a flote el compromiso de medirse con los maestros que no es poco.

Ficha: Novillos de Juan Pedro Domecq, de desigual juego, al primero y al quinto se les dio la vuelta al ruedo. Enrique Ponce, dos orejas. Víctor Manuel Blázquez, dos orejas. Vicente Barrera, dos orejas. El Califa, oreja. Román, dos orejas. Bruno Gimeno, dos orejas. Entrada, casi lleno. Festejo retransmitido por A Punt.