Arantxa Sánchez Vicario lleva una vida apartada del foco mediático en Florida donde reside junto a sus hijos Arantxa (16) y Leo (14), aunque en ocasiones aparece en Barcelona, su ciudad natal, para visitar a su madre, Maria Luisa y reunirse con amigos. Su vida sigue estando ligada a Estados Unidos, aunque no nos extrañaría que pronto decidiera que ya es hora de hacer las maletas y volver a casa.
Se casó en segunda nupcias en 2008 con el empresario catalán Josep Santacana con el que tuvo dos hijos a los que adora y después de superar un doloroso divorcio en 2018 y demandas judiciales sobre su patrimonio, la catalana prefiere mirar hacia atrás con orgullo por todo lo vivido en su carrera profesional, que fue realmente incipiente, ya que con apenas 14 años dio el salto al profesionalismo.
Tan temprana fue su entrada en el tenis profesional que Arantxa recordaba en el Museu Olímpic i de l’Esport su vivencia en los Juegos Olímpicos, a los que llegó con apenas 16 años en Seúl’88 y que luego le llevaría a vivir otras cuatro citas olímpicas, Barcelona’92, Atlanta’96, Sydney’2000, motivo del encuentro de deportistas en el Museu Olímpic, y finalmente Atenas 2004.

Arantxa acudió al Museu Olímpic i de l’Esport acompañado de su madre Maria Luisa / Valentí Enrich / SPO
Cuatro medallas olímpicas
Una larga vivencia olímpica que le llevó a ganar nada menos que cuatro medallas, dos de plata y dos de bronce, una experiencia que no cambiaría por nada del mundo. “Los Juegos son únicos”, reconocía la ex tenista. “Vivir en la Villa olímpica te permite conocer a otros deportistas y tuve la suerte de hacer amigos a los que volvía a encontrar cuatro años después”, decía.
“Es diferente a disputar un torneo, se trata de una cita cada cuatro años y el hecho de representar a tu país lo hace muy diferente”. Ganar medallas es otro de los motivos de los que se siente tan orgullosa. “Cuando eres joven quizá no le das mucha importancia, pero con el tiempo te das cuenta de lo conseguido, ¡una medalla es una medalla!”, decía.

Arantxa lograba la plata en los Juegos Olímpicos de Atlanta, 96 / SPORT
Su aparición en el mundo del tenis fue todo un ‘boom’ en la que muchas niñas quisieron seguir sus pasos, y además con tantos éxitos que nunca una mujer había logrado anteriormente. “Me considero parte de la historia del tenis, aunque lo he logrado por lucha, por trabajo y porque la disciplina era lo mío y me ayudó a llegar muy lejos, y espero que las nuevas generaciones puedan seguir con éxito el futuro”, dice Arantxa, orgullosa de todo lo conseguido, aunque tiene claro con lo que se queda de toda su exitosa carrera: “el cariño de toda la gente, sin duda”, resume.
Siempre cerca del oro
Su primera participación fue en Seúl’88 donde participó únicamente en categoría individual y perdió en primera ronda. “Era tan joven que parecía la mascota de la delegación española”, recuerda entre risas. En su segunda participación en Barcelona, compitió en individuales (perdió en semifinales ante Jennifer Caprioti y en dobles (plata junto a Conchita Martínez).
Cuatro años después, en Atlanta’96, perdió la final individual ante Lindsay Davenport y alcanzó las semifinales en la categoría de dobles, junto a Conchita Martínez. En Sydney 2000 perdió en cuartos de final en categoría individual y alcanzó 2.ª ronda en categoría de dobles. Finalmente, en Atenas 2004, y saliendo prácticamente del retiro, perdió en primera ronda en la categoría de dobles.
Una carrera precoz
Arantxa reconoce que su vida dio un vuelco después de ganar Roland Garros a Steffi Graff con apenas 17 años. “A partir de ese momento, a pesar de ser una niña, se me exige mucho más y es un cambio radical en mi vida”, reconoció.

La ex tenista, siguiendo el acto al que acudió en Barcelona / Valentí Enrich / SPO
“A partir de ese momento tenía que ganarlo todo y eso llevaba una presión añadida. Tuve la suerte de tener cerca a mis hermanos y mis padres, que estaban ahí para apoyarme”, explicó. “Tuve que madurar mucho más rápido y entrenar en Alemania con Graff y Boris Becker, me ayudaron, aunque lo pasé fatal lejos de los míos”, recuerda.
“Aunque me ayudó a madurar y ser la jugadora que fui después. Con el tiempo te das cuenta que de todo el esfuerzo ha valido la pena”, resume Arantxa, que no pone ningún pero a su carrera, de la que se muestra muy orgullosa.
No es para menos. Cuatro títulos de Grand Slam (tres Roland Garros, en 1989, 1994 y 1998 y un US Open, en 1994) y ocho veces finalista, acumulando un total de 29 títulos individuales y 69 en dobles, y ganadora de la Copa Federación con España en cinco ocasiones, acumulando un record absoluto de 72 victorias. Sin duda, una de las grandes campeonas que merece el reconocimiento del deporte español.