La enfermedad inflamatoria intestinal (EII), que engloba principalmente la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa, se asocia con una discapacidad significativa, una importante pérdida de calidad de vida y un notable impacto en la capacidad laboral y la necesidad de hospitalización de los pacientes. Supone además un coste elevado para …


La enfermedad inflamatoria intestinal (EII), que engloba principalmente la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa, se asocia con una discapacidad significativa, una importante pérdida de calidad de vida y un notable impacto en la capacidad laboral y la necesidad de hospitalización de los pacientes.

Supone además un coste elevado para los sistemas de salud, ya que se trata de una de las enfermedades gastrointestinales con mayor gasto sanitario. En España, la incidencia se sitúa en 16,2 casos por cada 100.000 habitantes, con una prevalencia creciente que alcanza ya al 0,5 % de la población, situando a nuestro país entre los de mayor incidencia.

La EII es más frecuente en personas jóvenes, aunque puede aparecer a cualquier edad, y su presentación clínica es muy variable, lo que puede llevar a confundirla con otros trastornos digestivos. Aunque se considera una enfermedad poco frecuente frente a otras patologías digestivas, el médico de familia suele atender entre cinco y ocho pacientes con EII en su consulta. En este contexto, la Atención Primaria constituye el primer punto de contacto de los pacientes con el sistema sanitario y desempeña un papel esencial en su abordaje integral.

Fue lo primero que explicó la Dra. Noelia Fontanillas, médico de familia del Centro de Salud Bezana (Cantabria) y coordinadora del GT de Aparato Digestivo de SEMERGEN, en el seminario ¿Qué debe saber el Médico de Familia sobre la Enfermedad Inflamatoria Intestinal?, este viernes, a primera hora, en el 47º Congreso Nacional de SEMERGEN. Allí se presentó documento posicionamiento de Enfermedad Inflamatoria Intestinal en Atención Primaria. Habló del proyecto RETAR, iniciativa estratégica para la redefinición y la transformación de la atención de las personas con EII.


Apuntó que, entre las principales necesidades en el abordaje de la EII, destaca la importancia de reforzar la coordinación entre la Atención Primaria y los servicios de Gastroenterología. Resulta esencial establecer protocolos integrales y consensuados que abarquen desde el diagnóstico precoz y la derivación hasta el manejo y el seguimiento de los pacientes, adaptándolos tanto al tipo de caso como a los recursos disponibles en cada entorno asistencial. Asimismo, subrayó la necesidad de garantizar un acceso generalizado en Atención Primaria a pruebas clave como la colonoscopia y la determinación de calprotectina fecal, fundamentales para una detección y control más eficientes de estas enfermedades crónicas.

Es importante el diagnóstico precoz. La Dra. María Elena Pejenaute, médico de familia del Centro de Salud Mar Báltico (Madrid) y miembro de los GGTT de Digestivo, de Ecografía y de Dolor y Cuidados Paliativos de SEMERGEN, contó que ese diagnóstico se puede mejorar a través de guías, pruebas complementarias, criterios de derivación e infografías.

El diagnóstico de la EII suele requerir un proceso prolongado que se divide en tres intervalos clave: desde el inicio de los síntomas hasta la primera visita al médico de Atención Primaria, desde esa consulta inicial hasta la derivación al especialista en Aparato Digestivo, y finalmente desde la visita al servicio de Digestivo hasta la confirmación del diagnóstico. En promedio, el tiempo total para llegar al diagnóstico en el entorno nacional es de aproximadamente 3,5 meses. «Reducir este intervalo es fundamental para mejorar el pronóstico y la calidad de vida de los pacientes, ya que un diagnóstico temprano permite iniciar antes el tratamiento y evitar complicaciones derivadas de la evolución silenciosa de la enfermedad», dijo.

Los síntomas y signos de la EII suelen ser inespecíficos en sus fases iniciales, lo que dificulta su diagnóstico precoz. Entre las manifestaciones clínicas más comunes se encuentran la diarrea, el dolor abdominal y la rectorragia. En la anamnesis, es primordial valorar la presencia de comorbilidades, antecedentes familiares de EII o cáncer colorrectal, así como posibles factores desencadenantes o confusores, como viajes a zonas endémicas, exposición a tóxicos o antecedentes de intoxicaciones e infecciones alimentarias. Igualmente deben tenerse en cuenta los tratamientos farmacológicos en curso, especialmente con medicamentos como metformina, colchicina, antiinflamatorios no esteroideos o antibióticos, que pueden alterar el cuadro digestivo y dificultar la interpretación clínica. Un abordaje cuidadoso de estos elementos resulta clave para orientar adecuadamente el diagnóstico y la derivación del paciente. Repasó diferentes pruebas que se pueden pedir, como la calprotectina fecal (CF).

En pacientes con diagnóstico conocido de EII, los criterios de derivación desde Atención Primaria al especialista en Aparato Digestivo deben basarse en una evaluación integral del cuadro clínico y de la evolución de la enfermedad. Hay que realizar un diagnóstico diferencial con otras patologías digestivas, como enfermedades gastroenteríticas, patología ano-rectal, trastornos funcionales o efectos adversos de fármacos. La valoración debe incluir una anamnesis completa, exploración física y revisión detallada de la trayectoria de la enfermedad, los tratamientos recibidos y la presencia de comorbilidades. En el apartado analítico, se recomienda la solicitud de pruebas como hemograma, proteína C reactiva (PCR), calprotectina fecal, coprocultivo y detección de Clostridium difficile. Asimismo, es necesario valorar la adherencia del paciente al tratamiento y la gravedad del brote, aspectos determinantes para decidir la necesidad de derivación y ajustar el seguimiento según la situación clínica.

Los medicamentos biológicos han revolucionado su abordaje. Representan una herramienta terapéutica fundamental en el manejo de la EII, tanto en la inducción como en el mantenimiento de la remisión. Están indicados especialmente en casos de corticorresistencia o corticodependencia, en la enfermedad perianal y en la presencia de manifestaciones extraintestinales. Antes de iniciar este tipo de tratamiento, hay que actualizar el calendario vacunal del paciente y realizar un cribado de tuberculosis (TBC), dada la posible reactivación de infecciones latentes. Una ventaja es que tienen pocas interacciones medicamentosas, lo que facilita su combinación con otros tratamientos y mejora la seguridad global del abordaje terapéutico. De los inhibidores de las JAK-quinasas, la Dra. Pejenaute puntualizó que el tofacitinib y el filgotinib se emplean en la colitis ulcerosa, mientras que el upadacitinib está indicado tanto en la colitis ulcerosa como en la enfermedad de Crohn.

No hay evidencia que respalde el uso de probióticos en esta enfermedad. La única indicación aprobada es para la profilaxis reservoritis con un probiótico específico: LactobacillusBifidobacterium y Streptococcus thermophilus.

Recomendaron la dieta mediterránea para los pacientes, su equilibrio y beneficios antiinflamatorios. Se aconseja realizar entre cuatro y cinco comidas diarias en horarios regulares, comer despacio y en un entorno tranquilo, y optar por métodos de cocinado sencillos como el vapor, el hervido, el horno o la plancha, limitando el uso de grasas y sal. Es importante mantener una adecuada hidratación, con un consumo de entre cuatro y seis vasos de agua al día, e incluir caldos o infusiones. Igualmente, lo suyo es practicar actividad física a diario y moderar el consumo de carnes grasas, embutidos, bollería, productos azucarados y bebidas con azúcar. Por último, debe evitarse el consumo de alcohol, dado su posible efecto irritante y desestabilizador sobre la mucosa intestinal.