El mes de septiembre, de ingrato recuerdo para el Athletic, comenzó con una desgracia. Beñat Prados se lesionó en un entrenamiento y no pudo entrar … en la convocatoria para el partido contra el Alavés, donde los rojiblancos sufrieron la primera derrota de la temporada y comenzaron una mala racha que se prolongó durante 35 días. Desde el principio, la lesión del navarro pareció preocupante, pero el club no quiso pronunciarse sobre ella hasta que, pasados unos días, el 15 de septiembre, tuvo el diagnóstico definitivo: rotura del ligamento cruzado de la pierna izquierda. Entre seis y ocho meses de baja. Dicho de otro modo más coloquial: toda la temporada al carajo.

Era un golpe muy duro, mucho más de lo que pareció en aquellos días vibrantes en los que la familia rojiblanca todavía vivía feliz la resaca del regreso ya oficial de Laporte y se preparaba para recibir al Arsenal en el estreno de la Champions. Ernesto Valverde, sin embargo, era perfectamente consciente de la gravedad de la pérdida que había sufrido su equipo en una zona tan vital como es la sala de máquinas en el centro del campo. En sus mensajes públicos, por supuesto, no quiso entrar en demasiadas lamentaciones y se afanó en ofrecer un discurso positivo de confianza en su plantilla. Pero la procesión iba por dentro. Tenía una mesa con cuatro patas, y una de ellas ya un poco floja, para afrontar la temporada más exigente en años. Y de repente se le partía en dos una de las tres patas en mejor estado.

Si la sanción a Yeray Álvarez, unida a la grave lesión de Egiluz, habían dejado la posición de central en el alambre, hasta el punto de que el fichaje de Laporte se convirtió en cuestión de Estado, de repente Valverde se encontró de nuevo con otra de esas carencias que desvelan por las noches a un entrenador. Sólo tenía dos medios centros en lo que verdaderamente confiaba: Jauregizar y Ruiz de Galarreta. El tercero era Vesga, un futbolista declinante que la pasada campaña ya sólo fue titular en 11 de los 56 partidos que disputó el Athletic. Y había un cuarto, Alejandro Rego, una promesa de Lezama, todavía por testar, a la que le había hecho debutar dándole siete minutos ante el Sevilla en la primera jornada.

En este escenario, son fáciles de entender las dudas del técnico rojiblanco, cuyos planes para la posición de medio centro no podían estar más claros este verano. Sencillamente, tenía previsto repetir su guion de la pasada temporada, consistente en un reparto masivo de los minutos entre Jauregizar, Ruiz de Galarreta y Prados, con una especial preponderancia para el futbolista de Bermeo. Los datos del curso anterior caían por su propio peso. Jauregizar, convertido en una pieza básica, disputó 48 partidos, 37 como titular y 11 como suplente, sumando un total de 3.333 minutos. Beñat Prados jugó 45, de los cuales fue titular en 28 y suplente en 17, sumando 2.386 minutos. ‘Galaxy’, por su parte, jugó 40 partidos, con 31 titularidades y 9 suplencias. Acumuló 2.444 minutos.

El contratiempo de perder al navarro, por tanto, ha sido mayúsculo. Para empezar, y esto es lo fundamental, porque obliga a exprimir al máximo a Jauregizar y a Ruiz de Galarreta. El bermeano, de hecho, ha sido titular en los 10 partidos oficiales que ha disputado el Athletic. Sólo se ha perdido 54 minutos. El eibarrés también está jugando con regularidad, aunque se perdió por lesión el choque en el Benito Villamarín y Valverde le dio descanso ante el Arsenal; algo natural teniendo en cuenta que hablamos de un futbolista de 32 años con un historial de lesiones de rodilla que le convierten en un auténtico superviviente. A ‘Galaxy’, en fin, hay que dosificarle, de la misma manera que a Jauregizar no se le puede exprimir hasta reventarlo. Y aquí es, por supuesto, donde se echa tanto de menos a Prados, un futbolista muy intenso, de mucha tralla, ideal para el estilo del Athletic.

Doble posibilidad

Así las cosas, sólo queda confiar en Vesga y en Rego, los llamados a ocupar el puesto en la sala de máquinas que quedará vacante cuando no puedan jugar juntos –o no quiera Valverde– Ruiz de Galarreta y Jauregizar. Ante esta doble posibilidad, es lógico que la hinchada rojiblanca se decante por el joven canterano bilbaíno, cuyo estreno como goleador ante el Mallorca no pudo ser más providencial. Entre una buena promesa y un futbolista de 32 años que cada vez cuenta menos en el reparto de minutos, no hay color. Ahora bien, haría muy mal Rego en confiarse por esta circunstancia. Para empezar, porque Vesga es un profesional muy serio que tiene muy clara la responsabilidad añadida que le ha sobrevenido. Es cierto que su rango ha bajado y cada vez juega menos (35 titularidades en la campaña 2022-23, 21 titularidades en la 2023-24 y 11 la pasada), pero Valverde, que no regala minutos a nadie, le sigue respetando y valorando.

Dicho esto, es evidente que a Rego se le presenta una oportunidad fantástica y deberá aprovecharla a conciencia. ¿Cómo? Pues demostrando ser un futbolista no sólo con buenas condiciones técnicas –eso sólo no vale para Primera– sino afilado al máximo, fuerte y constante en las disputas. Y si además aporta llegada al área rival –el balón al larguero en Dortmund y el gol al Mallorca invitan al optimismo–, pues miel sobre hojuelas. Lo cierto es que el canterano bilbaíno tiene un espejo ideal en el que mirarse. Lo tiene muy cerca, a su lado en los entrenamientos. Y no es uno de esos veteranos ilustres en los que los chavales buscan sabiduría. Es otro chaval, de hecho cinco meses más joven que él, que la pasada temporada echó la puerta abajo hasta convertirse en una de las estrellas del Athletic. Hablamos, por supuesto, de Mikel Jauregizar. Sería una noticia extraordinaria que Rego se inspire en él y le imite.