Cuando Sebastián Castella tomó la alternativa, Aarón Palacio no era ni proyecto de vida. Voy más allá, cuando el diestro francés mató a su primer toro, puede que los padres del de Biota ni se conocieran. Uno se doctoró en el año 2000 y el otro hace un mes. Es decir, 25 años de diferencia. Juntarlos en un mano a mano solo se le ocurriría al mismísimo Carlos Zúñiga. Un desafío sinsentido impropio de una feria tan seria.

Goliat pudo a David en un duelo ajustado en el que el quinto animal terminó de decantar la balanza. Castella estaba serio sabiendo que su adversario jugaba en casa y que todas las miradas iban a estar puestas en el aragonés. El francés se planto en medio del redondel muleta en mano y con los pies juntos que avivó más una tarde que estaba siendo entretenida. Se lo pasó por la espalda, se arrimó y pegó unos naturales con la derecha que hacían recordar al torero que fue y no en lo que se ha convertido.

El animal, de Garcigrande, acompañaba y el diestro se gustaba. Castella encontró lo que quería al tercer y último intento. Un animal sin muchas complicaciones, flojo, pero que repitiera como si le hubieran puesto en bucle. Descolorido de nombre, se tumbó con una estocada caída y Castella había cantado ¡Bingo! Faena de dos orejas ante un tendido de pañuelo fácil.

Le quedaba uno a Palacio para acompañar al diestro francés la puerta grande de La Misericordia por primera vez en la Feria del Pilar. Recibió al toro con una larga cambiada de rodillas en la puerta de chiqueros. Continuó con las rodillas plantadas en el suelo, pero esta vez al lado de las tablas. Allí volvió a pegar tres tandas y alguno del público llegó al éxtasis. Estaba nerviosa hasta la alcaldesa de Zaragoza, Natalia Chueca, a quien le brindó el anterio toro y no quería mirar lo que estaba haciendo el de Biota.

Palacio tenía delante a un toro serio, bien armado y con jugo, pero sin olvidar que era la cuarta corrida de toros que mataba tras su alternativa hace un mes en Nimes. Estuvo firme, dispuesto y sabía que tenía que dar todo en su última oportunidad. Pues bien, pegó una buena tanda de naturales con la derecha, pero todo se emborró con la espada. Ese acero que tan poco afilado tiene Palacio últimamente fue el encargado de salir a pie de la plaza. Cuatro descabellos y hasta la temporada que viene Zaragoza.

En cuanto a los otros dos animales que mató Castella, de Hermanos García Jiménez y Domingo Hernandez, tiró de un toreo comercial para meter al público en el bolsillo. Tras tropecientos muletazos y que si por detrás o que si desplantes, el público le concedió un premio en el segundo animal. Tres orejas y a otra cosa.

Castella firmó la que puede ser la estocada de la feria cuando la espada terminó en todo lo alto de su segundo animal. Cuadrado, centrado, en corto y por derecho. Como manda los cánones

Palacio estuvo firme y decidido, pero los nervios no hacen enemigos. La lidia fue nefasta con su primero, pero consiguió mejorar la situación con la muleta en la mano derecha. Su segundo animal perdía las manos y tan solo le consiguió arrancar de la nada unos naturales que de poco le sirvieron. Oreja y ovación y Zaragoza tiene torero.

Nota del festejo:

Sebastián Castella (de rosa y oro): silencio tras aviso, oreja y dos orejas.

Aarón Palacio (de blanco y oro): oreja,  oreja tras aviso y ovación tras aviso

Tres cuartos. Cerca de tres horas de festejo