Arrastrados por el efecto Roca Rey y la fecha mejor de la feria, con las taquillas como fuente de conflicto por las infructuosas intentonas de varios clientes a la hora de obtener la devolución del importe de sus entradas que se acercaban indignados a contártelo; con las barras de bar pegadas al tramo final de las escaleras que se funden con el piso correspondiente, obstruyendo el paso de los espectadores más tardanos; la plaza convertida en un albañal insalubre en la que los pies se quedan adheridos al piso…
Y señores clientes que todavía ignoraban la baja del torero peruano. Ese era el target, oiga. Por que queremos al mismo tiempo la pipa llena y la suegra borracha, llevarse el botín de los festejos populares y luego quejarnos de que la limpieza de la plaza ¡cuesta un dineral! Ya lo decía mi siempre presente Ángel Solís: «se puede ser pobre pero no miserable».
En esas condiciones preliminares hay que acomodarse en un día de toros como el de ayer en la plaza de La Misericordia en la que estaba casi todo vendido y la peña no es precisamente la del tenis. Chist. Noooo.
Es ese tipo de público de aluvión al que le importa menos que salga un infumable inventario de semovientes como el de ayer con el hierro de Juan Pedro Domecq, elegidos, embarcados con la cartera propia no con las exigencias que hubiera impuesto quien ayer llenaba el garito. Lo que les irrita de verdad es tener que pisar el cuello a una señora de Logroño para poder salir entre toro y toro a por el dichoso gintonic.
Y así fueron saliendo, uno tras otro seis juanpedros de un juego inaceptable, más, en manos de por ejemplo un Alejandro Talavante desnortado, fuera de esto. Sin nada que decir ni modo de hacerlo. Con su primero, posiblemente el de más respeto de toda la corrida, al final, aquello estaba a un tris de considerarlo una frivolidad.
Lo había recibido con dos largas afaroladas para sacárselo más allá de las rayas. Cuando se quedaron a solas el extremeño le propuso derechear sin llegar a un acuerdo previo a que el toro se quedara cortísimo antes y petrificado después.
El cuarto, más terciado, de menos entidad, fue ese toro medio que sin resultar un mansazo tampoco muestra virtudes aprovechables aunque, generalmente, en manos de toreros experimentados puede ser orejero. Pero no. Ante este Talavante sin pudor al que nadie ha puesto ante el espejo, el personal acabó pitándole por pelmazo, instándole a acabar cuanto antes. Casi tres horas son en ocasiones como la de ayer un abuso en toda regla que no merece un público nada exigente y entregado sin reserva (ni criterio objetivo) con los toreros.
Porque a Daniel Luque lo sacaron en volandas por la puerta grande más ridícula que se recuerda desde hace años tras una faena sin toreo fundamental, ante un toro paradísimo que sólo le permitió el recurso tremendista del arrimón. Pero como hubo voltereta previa (el toro no quiso ni prenderlo, simplemente, cabeceó de manso para quitarse de en medio a lo que tenía delante) la sugestión alcanzó a un palco sin personalidad que mostró dos veces el moquero después de dos avisos y tal.
En su primero, Jabato simuló la suerte de varas, tónica general del día. Y Luque con la muleta apenas merodeó por ahí antes de achicar terrenos y provocar cercanías para rematar con dignidad. Ese es el calificativo que puede definir la labor de un joven Tristán Barroso, de reciente alternativa y que estuvo entonado en sus dos toros con el capote. Tras comenzar dominando a su primer furo se diluyó para remontar un tanto antes de dejar un espadazo desprendido que le valió una orejilla.
Muy cerebral y ordenado con el sexto, el más mansazo posiblemente de toda la feria, huidizo irredento, llevó de cabeza a todos para meterlo en las telas. Barroso se dio una alegría por momentos con la muleta en la izquierda, pero todo atisbo de premio se diluyó tras una estocada entera y dos descabellos con el público huyendo, maltratado una tarde más con tanta vulgaridad.
La ficha
TOROS DE JUAN PEDRO DOMECQ
Descastados. El sexto manso en grado superlativo.
ALEJANDRO TALAVANTE
Silencio tras aviso y silencio.
DANIEL LUQUE
Sustituía a Roca Rey. Ovación tras aviso y dos orejas tras dos avisos.
TRISTÁN BARROSO
Oreja y ovación tras aviso.
ENTRADA
Lleno.
Se desmonteró Ángel Otero tras banderillear al 2º. Tristán Barroso brindó a Cristiano Torres en el ruedo (este de paisano). Mal el presidente Moreno al conceder una excesiva segunda oreja a Luque que significaba la puerta grande.