Si se reivindica una “Arquitectura que cuida” es porque existe su opuesto. Quienes mejor lo saben son los propios arquitectos.

El primer lunes de octubre se celebra el Día Mundial de la Arquitectura y el Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España elige un asunto de la profesión sobre el que reflexionar. Y en este 2025 se ha puesto el foco en “una arquitectura pensada por y para las personas, para mejorar su vida y su entorno”, como dicen desde el Colegio de Arquitectos Vasco Navarro (COAVN). Desde la delegación navarra plantean cuatro edificaciones recientes de Pamplona y su comarca concebidas desde esa idea rotunda del servicio y del cuidado. También desde la armonización de medios y recursos.

CUATRO EJEMPLOS

Un centro privado, una escuela infantil pública y dos edificios de alquiler social, todos ellos creados por estudios navarros, muestran un equilibrio posible y necesario entre el valor estético y el funcional, una arquitectura que favorece la cohesión social, que cuida el patrimonio, el territorio y el paisaje, que fomenta la interrelación entre personas y generaciones. Y todo ello, en un contexto global de crisis climática y habitacional.

Javier Pérez Herreras defiende el edificio que se levanta en Mutilva, precedido por un jardín de lavanda y en donde los vecinos se encuentran en esos largos balcones corridos que se extienden como una prolongación de la vivienda. En Sarriguren, el colegio de Salesianos ofrece un enorme microcosmos formativo, con espacios y edificios adaptados a las necesidades académicas. El director del centro, cuando se planeaba el edificio, pidió a los arquitectos que se crease un espacio que invitase a los estudiantes a no salir de él. Dicen que lo han conseguido.

En Barañáin, pronto se llenará de actividad y vida un edificio con la fórmula del ‘cohousing’, con espacios comunes y desde una perspectiva estrictamente social. Por ejemplo, Nasuvinsa garantiza siempre una temperatura mínima en todos los pisos de 18° como forma de combatir la ‘pobreza energética’, en un edificio al que tienen acceso personas mayores de 60 y menores de 35 años, propiciando así un encuentro intergeneracional.

Y en Lezkairu, se encuentra uno de los edificios con vocación icónica de los últimos años en Pamplona. La escuela infantil del joven barrio es un edificio que se queda en la retina. El pliego del concurso, dicen sus autores, pedía un espacio singular, que incluso fomentase el gusto por la belleza de los pequeños escolares, de 0-3 años. La calidez de la madera y el tratamiento de la luz generan estancias que transmiten tranquilidad. Arquitectura que cuida. 

Javier Pérez Herreras: «El balcón continuo se convierte en un lugar de encuentro»

El arquitecto Javier Pérez Herreras (Zaragoza, 1967) recorre con la palabra y desde la pasión este edificio de 39 viviendas de alquiler social que se ubica en Mutilva. Podría ser “la casa con aroma a lavanda”, “la casa de madera” o “la casa de las verandas”. Porque son tres características de un edificio perfectamente integrado en ese entorno frontera entre la naturaleza y la vida urbana, que propicia, desde la arquitectura, la interrelación entre vecinos.

“Se buscan todas las estrategias posibles para que la vivienda no sean solo esos 50 metros cuadrados, sino todo el itinerario doméstico que llega a la propia vivienda y vive la vivienda”, describe Javier Pérez. Uno de los aspectos más visibles del edificio es el jardín de lavanda que lo antecede, y que inicialmente se había concebido como entrada al garaje. “Es un gran jardín un poco elevado, bajo el cual hay garajes. Se convierte en una gran alfombra de lavandas, cuyo olor y color le dan esa especie de espacio intermedio a través del cual se ve la ciudad”, continúa el arquitecto fundador del estudio Taller Básico de Arquitectura, a caballo entre Pamplona y Londres.

Y además está esa veranda, la balconada corrida que recorre la fachada de un edificio en forma de “L” abierta con una arista poderosa. “Ese balcón continuo es el lugar donde unos y otros se encuentran, que sea todo un recorrido que fomente la vida en público”, concluye.

Imanol García de Albéniz: «Planteamos un lenguaje que homogeniza nueve edificios»

El Instituto Politécnico de Salesianos, en Sarriguren, emerge silencioso sobre una parcela enorme de casi 5 hectáreas. Un cambio radical para el centro, de aquel edificio en pleno II Ensanche -ahora sustituido por las famosas torres- frente a este enorme complejo que alberga mil espacios en uno bajo una misma piel homogénea. “Porque no tiene nada que ver la residencia de los hermanos salesianos con los aularios de los niños, con los talleres -uno de artes gráficas-, con la iglesia, con el polideportivo, con el frontón o con el bar”, explica Imanol García de Albéniz, arquitecto de TCGA Arquitectos, autores con Garmendia & Cordero del colegio.

Esos espacios tan diferentes entre sí están unidos por su aspecto exterior, que aúna tres materiales, el hormigón visto, el ladrillo visto y una chapa dorada microperforada. “Planteamos un lenguaje que homogeniza nueve edificios que por dentro no tienen nada que ver unos con otros”, añade el arquitecto.

EL CLAUSTRO CON GRADAS

Esos nueve edificios que conforman el “ente” desembocan en un patio interior con gradas a modo de claustro. “Buscábamos un lugar donde los niños se sintieran a gusto. Porque recuerdo que el director del colegio me dijo que le encantaría un colegio en el que los niños no tuviesen la necesidad de salir, que estuviesen mejor dentro que fuera. Y así es. Lo hemos comprobado”, concluye.

Mikel Zabala: «Nos pedían algo más vinculado a lo emocional y sugerente»

El estudio AA Arquitectos Asociados fue el encargado de crear un espacio único, la Escuela Infantil de Lezkairu, con la madera como material dominante y formas básicas con evocaciones de cabañas nórdicas. “El pliego del concurso era un poco especial. Había una preocupación más allá de lo habitual por ofrecer a los niños espacios sugerentes, atractivos y distintos, integrados en el proceso educativo. Se pedía algo más vinculado a lo emocional y sugerente”, explica Mikel Zabala, uno de los autores de esta escuela pública del Ayuntamiento de Pamplona.

El centro, para niños y niñas de 0-3 años cuenta con una superficie de 2.000 metros cuadrados, con una iluminación que casi recuerda a un templo, con cierta sacralidad. Y es que, dice Zabala, el pliego llegaba a plantear que el edificio fomentase el gusto por la belleza. “A partir de ahí, nuestra labor habitual es encajar lo que es puramente funcional, la resolución de un programa de necesidades”, asegura.

El aspecto exterior, con el tejado a dos aguas, como si fuese el dibujo de un niño, les permitía cubrir esa superficie tan grande. “Se va plegando, cogiendo diferentes alturas, una sección que se repite en todo el proyecto”, continúa Zabala. El edificio se acerca a un consumo casi nulo con espacios que desembocan hacia un espacio común, jardín o plaza, desde una arquitectura funcional y sugerente. 

Daniel Galar: «El edificio es una especie de ciudad intergeneracional»

Esta promoción de Barañáin, surgida al abrigo de Nasuvinsa, plantea cierta forma de cohousing al acoger en 58 viviendas de VPO a futuros inquilinos mayores de 60 años y menores de 35, el perfil más necesitado en esta población de la comarca de Pamplona. “El proyecto comenzó a tomar forma con la importancia de esos espacios comunes de convivencia entre personas de diferentes edades. Esperamos que en la vida útil del proyecto sucedan muchas cosas en esos espacios intermedios”, explica Daniel Galar, del estudio GVG, autor junto con MOEST del edificio.

En una parcela con desniveles, los autores juegan con los escalones que crea el terreno “para no perder la relación con la calle y las vistas”. Construido bajo criterios Passivehaus (cuenta con una caldera de biomasa de astilla), el edificio reparte esos espacios comunes en la planta baja con una calle interior, que dibuja la curva de la fachada y a la que los usuarios y vecinos pueden llegar en bici. Aún sin habitar, esos espacios comunes pasan por acoger la sede de una ONG, una cantina, una lavandería, un salón comunitario o un pequeño cine. “Es una especie de ciudad intergeneracional”, puntualiza Galar.

Los dos colores de la fachada, con orientación sur al campo pero sin perder el entorno urbano, diferencian los dos tipos de vivienda, de una, en la parte dorada, y dos habitaciones, en la oscura.