Lleno de no hay billetes en un festival de máxima expectación, no vista desde hace décadas. Mañana ideal para el toreo de no ser las rachas de viento que incomodaron a los toreros.

Cinco toros de Garcigrande, uno de El Capea, para rejones, se apagó pronto, y el sexto de Jose Luis Osborne. No se anuncian los pesos en los festivales taurinos. Muy buena presentación en general acorde con el acontecimiento. El primero de a pié, extraordinario, bravo y con clase, permitió el toreo de ensueño de Curro Vazquez que con su temple hizo ir a más al toro, ovacionado en el arrastre. Tercero, más alto, dificultó la lidia y salió suelto en los primeros tercios y se complicó en la muleta. Cuarto devuelto por un evidente problema en la vista, fue sustituido por otro de la misma ganadería extraordinario en la muleta, galopando y humillando. Aportó la emoción de las grandes faenas de Rincón. Otra conjunción perfecto de toro y torero, fue ovacionado en el arrastre. Gran toro quinto, de extraordinario temple, embistiendo con el morro por el suelo los larguísimos pases de Ponce. Sexto, con el que Morante homenajeaba por partida doble repitiendo ganadería y capa de «toro blanco de Antoñete» el más complicado de todos. Septimo también con clase y recorrido, aportó emoción y éxitos.

Todos los toreros impecablemente vestidos, lucieron la torería de antaño en el paseíllo y en la fortísima ovación que recibieron al rematarlo. Todos los toreros fueron obligados a saludar a la salida de su toro.

Pablo Hermoso de Mendoza, ovación, sin demasiada ayuda del toro demostró su magisterio.

-Curro Vazquez, pleno de facultades a sus 74, años cortó dos orejas.Brindó a su mujer Paty Dominguin. Pedidas unánimemente y con la pasión de los devotos y la sorpresa de los que no conocieron su toreo.

-Frascuelo, brindó a la Infanta Elena, presente en una barrera. Aunque pasó algún apuro, dejó una buena estocada y fue fuertemente ovacionado hasta obligarle a dar la vuelta al ruedo.

-Cesar Rincón, brindó a sus hijos. Como si estuviera en activo, cortó dos orejas replicando cualquiera de sus faenas de puerta grande en Madrid.

Enrique Ponce, brindó a Morante de la Puebla en medio de una grandísima ovación. Impecable de aspecto y condiciones, Cortó una oreja tras una faena larga e intensa, con un aviso, demostrando su capacidad indiscutible y su poderío inigualable.

-Morante de la Puebla, con la ovación más grande de la tarde antes de abrirse de capa vista hace mucho tiempo. Brindó al público y al cielo. Oreja.

-Olga Casado, brindó al resto de los toreros. Dos orejas en una faena de excelente técnica y trazo.

Salieron por la puerta grande Curro Vazquez, Cesar Rincón y Olga Casado.

UN SUEÑO.

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Pase lo que pase

Juan José Cercadillo

He soñado con la resurrección del toreo. Morante urdía la trama, Madrid ponía el escenario y los toros de Garcigrande declamaban su bravura al son de muletas antiguas, de toreros que a su vez resucitaban. Pero sobre todo he soñado que toreaba Curro Vazquez. El principio del sueño fue precioso. La suite del Hotel Wellinton con su mirador en ventanal iluminaba la estancia donde reposaban sobre la silla un vestido gris de alpaca pura y de franela. Y una camisa blanquísima de chorreras de otros tiempos, de otras épocas. Eran las descartadas. La elegida, la misma que el día de su despedida hace justo 23 años adornaba ya al maestro en trance de últimas vestidas. El silencio lo decía todo, solo roto por algún carraspeo o canturreo nervioso y el susurro de sus hijos. «¿El fajín está en su sitio?»https://www.elconfidencial.com/espana/madrid/2025-10-12/festival-taurino-curro-vazquez-morante-madrid-1hms_4226829/.»Está perfecto», Antonio le contestó a Curro. Hermano y mozo de espadas, dos vínculos de nacimiento que hoy tenía que volver al tajo, como en los viejos tiempos.

«Suerte maestro» le dije y el sueño, en un salto, me sorprendía aplaudiendo el paseíllo de siete toreros de ensueño. Pablo Hermoso, Curro Vazquez, Rincón, Ponce y hasta Morante, y Olga Casado rematando el atractivo. Y pensé a mis adentros, de este yo no quiero despertarme. Salió el toro de Curro, verdadera pintura en movimiento, y los lances de recibo ralentizaron el tiempo. Este sueño ya lo tuve, ver torear así al maestro. No paraba el activo subconsciente de regalar buenos lances. Si quería mi cerebro apabullarme con verónicas a paso lento le bastaba con tirar de la memoria, las he visto tantas veces, las he recordado tanto, que no le doy ningún mérito. Pero se estaba superando. Lances al son del viento para que nada moleste, al ritmo que solo se puede torear en el onírico mundo de los sueños.

Entonces cogió la muleta y el paseo al otro extremo duró lo que yo quería para poder aprenderlo. Y de perfil plantó cara a ese novillo nervioso y el ritmo decayó de nuevo, el diapasón casi parado, la nebulosa del sueño frenaría las muñecas pensé ya a punto del llanto. Y curro acarició al toro en sus idas y en sus vueltas y su figura menuda metió riñones, sacó pecho y consiguió en un momento la enciclopedia del arte, la biblia de la pureza, el canon más admirado, las imposibles muñecas. Los muletazos de siempre aún más perfeccionados, aún más lentos, aún más suaves, más bellos. No me extraña, es un sueño, pensaba desgallitado. Y vino el toreo por bajo, el mejor sin duda que hubo y cuando ya te creías que era todo insuperable vino el mejor trincherazo que se pudiera soñarse. De abajo a abajo, de dentro a dentro. De corazón a corazón abierto. De Curro Vazquez, nada menos.

Foto: victorino-martin-homenaje-toros-1hms

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Juan José Cercadillo

Me despierto, pensé a mitad del trincherazo, tal fue su alargamiento. Pero siguió el recital. Pensado, pausado, tan bello, tan intenso, tan de verdad que pudiera parecer mentira. Tan cabal y tan sincero, tan eterno, tan soñado. Cuando se fue a por la espada no me vinieron los miedos. Era un sueño y la estocada caería en lo más alto, como caería el toro camino de su reconocimiento. Dos orejas, puerta grande. Me sonreía Curro mientras lavaba sus manos y entonces me percaté. Le veo un poco más viejo que en otros sueños anteriores. Normal, ayer le vi. El sueño me mezcló dos épocas, mi subconsciente de nuevo. La de hoy y los ochenta, no puedo ser más feliz, no podría estar él más contento. Si supiera que le he visto bordando el toreo a sus 74 años, mañana mismo se lo cuento. Vino luego la vuelta al ruedo con el capote a una mano, la cátedra se dio el paseo y yo seguía descansando.

Me extrañó que no acabara, otras veces de ahí no pasa. Pero toreó Rincón con tanto temple de capa, toreó con tanto gusto y tanta verdad como siempre que sin duda ya tenía elegido el mejor sueño del año y para el resto de mi vida probablemente. Esas tandas poderosas, largas y a la cadera. Ese perderle los pasos con precisión milimétrica. Y la estocada perfecta, después de un fugaz pinchazo. Se ve que sigo soñando.

Ponce toreó muy largo y muy bien compuesto. En la línea de ese don que le cayó del cielo y que tanto ha respetado con su afición y talento. Morante mostraba su sensibilidad hasta en la tablilla. Anunciando un toro blanco de Osborne al estilo de Antoñete. Ahí entendí a mi sueño. Era un merecido homenaje de toreros retirados al torero legendario nacido justo en la plaza. Pensé también en llamar a Morante nada más me despertara, sólo él podría materializar esta locura de sueño.

Me desperté al salir los toreros de puerta grande. Sonreí. De dónde saldrán estas locuras de sueños. Me gustaría quedarme un rato a disfrutarlo de nuevo, pero me tendría que vestir, que tengo muchas tareas y esta tarde quiero ver a Morante, que torea.