
Si un libro lleva una introducción de Bruce Springsteen ya se sabe que entre sus líneas habrá rock n’ roll. Si The Boss, en su breve, eso sí, prólogo indica que fue la mecha de inspiración para «Born In The USA» -y de su correspondiente cara B «Shut Out The Light», canción dedicada a los veteranos de Vietnam-, no hay más que argumentar.
Y, si además se añade que es una fecha tan significativa, el 4 de julio, es una lectura, cuanto menos imprescindible. Ron Kovic narra la transición desde que se alistó bajo un fervor patriótico para luchar en Vietnam, hasta el alegato contra las guerras que serán.
Conocemos la guerra por el sesgo de los telediarios, novelas y películas, en ocasiones más dramáticas que realistas. Por ello, el libro de Kovic supone un testimonio para conocer otras caras de la historia. A través de una biografía relatada entre recuerdos y, casi más, entre aquello que sentía, el escritor estadounidense muestra cómo su vida se derrumba. Afloran, a medida que encuentra las incoherencias de lo sucedido, las dudas y las preguntas a través de las sombras de la postguerra.

Por ejemplo, cuando un Gobierno puede seguir pidiendo dinero para armas, mientras los soldados que volvieron a casa se retuercen en su propia mierda, tirados, abandonados. Desde la primera oración es un relato descarnado y desolador, duro y, sin embargo, no deja de leerse: “Tengo muchas ganas de vivir”. Este mantra refleja la contradicción con la idea de no querer mostrar a la gente cuánto de él ha muerto realmente en la guerra. Y aquí, aprovecha para introducir a aquellos que ven menguar su cuerpo antes de ser devueltos, más bien escupidos, a la sociedad y el olvido: Los veteranos.

Durante el libro, Kovic alterna recuerdos de infancia e instituto con sus inicios como activista. Desde el último momento de alegría, inocencia y juventud hasta el desastre: los demonios instalados en la mente, las heridas por la avaricia y la ambición de otros. Una biografía que se vertebra en la depresión postguerra, en la confusión de la misma y en la reconversión y cuestionamiento de la patria. Donde él mismo se describe como “un recordatorio viviente de algo terrible y espantoso”. Sin ser consciente, introduce los traumas generados por la situaciones límite que entrañan una guerra: “A veces salía solo a patrullar, en busca de minas, con la esperanza de que me hicieran lo suficiente como para que mandaran a casa, pero no lo suficiente como para matarme”.
Las atrocidades y la muerte sobrevuelan cada pasaje: la guerra, la posguerra, los encuentros con los veteranos antiguerra. Hay una constante sensación de angustia, especialmente mostrada en la descripción de los eventos más festivos, como su exhibición en el desfile de su pueblo. Con todo, Oliver Stone realizó la adaptación cinematográfica en 1989, aunque su influencia se deja ver por momentos en el celuloide y viceversa, siendo el libro equiparable a las mejores cintas sobre el ejército. Además, la presente edición se ha recontextualizado por el autor para la guerra de Irak y dispone de su propia B.S.O. a la que acceder aquí.
Sea por la Ruta 66 o una carretera secundaria en la provincia de León, este libro se devora y lleva a recapacitar que, quizás, sea necesario recuperar símbolos robados por algunos y realizar la analogía de nuestro 4 de julio. Como dice El Jefe: «léelo y disfruta; léelo y llora».
David Vázquez