El gran estreno de este fin de semana es sin duda TRON: Ares, que viene a ser la tercera entrega de la saga TRON. Ahora dirige Joachim Rønning (Piratas del Caribe: La venganza de Salazar) y protagoniza Jared Leto, manteniendo la potencia estética de la saga e incorporando una electrizante banda sonora a cargo de Nine Inch Nails

Llega asimismo 15 años después de TRON: Legacy, y una vez transcurren más de 40 años de la TRON original. Un film absolutamente visionario y de culto, dirigido en su día por Steven Lisberger y distribuido por Disney.

El cual era asimismo un cineasta visionario, con unas ideas revolucionarias que han tenido un eco discreto dentro de la propia saga (limitada al fin y al cabo a festejar los hallazgos del clásico de 1982), pero, obviamente, una gran influencia dentro de Hollywood. Sobre todo en lo relativo a los efectos digitales, en los que el equipo de Lisberger depositó un esfuerzo épico cuando todavía el CGI estaba en pañales. 

Hablamos de una época donde estaba fresco el impacto de La guerra de las galaxias pero, todavía, la inmensa mayoría de los trucajes eran efectos prácticos, amalgamados bajo la vaga etiqueta FX.

Frente a esta preferencia por los medios analógicos, Lisberger y su equipo emplearon con profusión los ordenadores y la floreciente tecnología digital. TRON sorprendió entonces a propios y extraños por tener hasta 15 minutos de metraje íntegramente digitales: esto es, sin apenas mediación de actores humanos, gracias a las particularidades de su trama. A fin de cuentas TRON se ambienta en gran parte dentro de la Red. 

Un mundo digital habitado por “programas”, de parecidos testimoniales al posterior Internet, donde es posible participar en extravagantes competiciones que en el mundo real leemos como videojuegos.

La tecnología que TRON empleó para visualizar todo esto fue revolucionaria. Por el uso del CGI, y también por acuñar una técnica propia: la animación retroiluminada. Esta básicamente consiste en fotogramas convencionales registrados en blanco y negro y en formato Kodalith, para a continuación ser coloreados. El tono conseguido es brillante y reluciente, puro neón, y es lo que más se recuerda de TRON.

También es a lo que Legacy y Ares quieren remitir ansiosamente, pese a que el CGI con el que cuenten es mucho más avanzado.

Así que el aspecto de TRON es inevitablemente retro, pero ha envejecido de maravilla y sigue teniendo mucho encanto. Todo gracias, insistimos, al esfuerzo quijotesco de sus artífices, que ha tenido una gran influencia: la animación retroiluminada, por ejemplo, fue reutilizada por Robert Rodríguez en Sin City. Su intersección con el CGI, asimismo, fue básica para que con la mediación de la citada Disney, Pixar pudiera experimentar desde finales de los 80 con la animación 3D, que tuvo su primer largometraje en 1995 con Toy Story.

Y aún así los Oscar no lo vieron

No hace falta hablar, por último, de la incontestable preeminencia que ha acogido el CGI en el blockbuster contemporáneo. Y es bonito recordar todo esto ahora que llega TRON: Ares a cines. También caer en la cuenta, ya que estamos, del error histórico que cometió la Academia de Hollywood en 1983, cuando pudo premiar a TRON… y no lo hizo. 

De hecho, TRON ni siquiera estuvo nominada al Oscar a Mejores efectos especiales. En su lugar estuvieron nominadas E.T. El extraterrestre, Poltergeist y Blade Runner. El Oscar fue finalmente para E.T. Que no es que nos quejemos, pero sin duda se debió reconocer a TRON.

¿Por qué la Academia no lo hizo? Pues el motivo tiene bastante gracia en retrospectiva. Resulta que, en un momento en el que todavía primaban los efectos prácticos, la Academia consideró que utilizar ordenadores para el diseño del FX, como hacía TRON militantemente, era “hacer trampa”. Tal y como suena. Por eso se le negó la nominación.

Un razonamiento que no ha podido envejecer peor, y que por fortuna tardó poco en ser corregido. Llegado 1989, la Academia ya había recapacitado, y le entregó el Oscar a Mejores efectos especiales a Abyss de James Cameron. Un film que echaba mano del CGI aún más que TRON.

Desde entonces, el CGI ya no ha lidiado con prejuicios absurdos, pero no está de más recordar la injusticia histórica que se cometió con TRON.