Rafa Nadal anunció su retirada del tenis profesional hace un año. Después de los Juegos Olímpicos de París y de tomarse unas semanas de reflexión sobre su futuro, decidió colgar la raqueta en el último acto de la temporada oficial de 2024, la Final a 8 de Copa Davis, en Málaga y de mal recuerdo por su derrota ante Botic Van de Zandschulp y la eliminación de España ante Países Bajos. Todo acabó con un acto improvisado de homenaje que fue tan triste como deslucido.
Pero Nadal no pone peros, «porque me siento un afortunado de la vida por todo lo que me ha dado». Además, tuvo un homenaje a su altura en Roland Garros 2025, en la tierra batida donde forjó la parte más importante de su leyenda.
Los reconocimientos se suceden para Nadal, que unos días atrás fue investido doctor honoris causa por la Universidad de Salamanca. Allí, en su discurso, desveló una intimidad que le costó un Roland Garros. Quedó abortado su primer viaje al templo de la tierra batida.
Se perdió su estreno en la categoría júnior, que no llegó a disputar nunca. En 2004 estaba preparado para el debut profesional en París, pero sufrió una lesión en el pie derecho. Un anticipo de su dolencia crónica, que determinó su lucha continua contra la adversidad física. Sí pudo jugar en 2005, donde consiguió ya el primero de sus catorce títulos, que tuvieron mucho peso en la conquista de los 22 Grand Slams totales.
Para un Rafa Nadal adolescente, ya sonando como figura de futuro, perderse el sub-18 de Roland Garros supuso un golpe duro, porque no había impedimento alguno, sí una decisión de sus padres, Sebastià y Ana Maria. «Estaba muy ilusionado. Con 15 años por aquel entonces fue muy difícil de entender, tenía delante la posibilidad de jugar un Grand Slam. A pesar de mi decepción, mis padres se mantuvieron firmes y finalmente no jugué», relató a los asistentes del acto.
Le costó asimilarlo, pero «con el tiempo he comprendido que aquella decisión fue una gran lección y hoy les doy las gracias porque me ayudaron a terminar mi educación obligatoria y me enseñaron que ninguno de estos objetivos deportivos puede estar por encima de los valores», subrayó.
Lee también
Una de las características de Rafa Nadal ha sido su capacidad de trabajo, basada en afrontar con voluntad de superación cada obstáculo en el camino. Supo aprender de cada victoria y derrota. «Nada se consigue sin esfuerzo diario, sin compromiso y sin cuidar los pequeños detalles, de poco sirve soñar en grande si no se trabaja con intensidad y con objetivos claros en el día a día. Es la rutina y el esfuerzo constante y silencioso donde realmente empiezan a forjarse los grandes éxitos», sentenció.