Petrit Baquero es historiador, politólogo y periodista. Es colaborador ocasional de El Espectador. En 2012 había publicado “El ABC de la Mafia. Radiografía del Cartel de Medellín”, también con el sello editorial Planeta. A la izquierda, la portada de su nuevo libro.

Petrit Baquero es historiador, politólogo y periodista. Es colaborador ocasional de El Espectador. En 2012 había publicado “El ABC de la Mafia. Radiografía del Cartel de Medellín”, también con el sello editorial Planeta. A la izquierda, la portada de su nuevo libro.

Foto: Gustavo Torrijos Zuluaga

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Yo leí en 2013 “La nueva guerra verde”, que fue el primer libro que usted publicó sobre la violencia ligada a las esmeraldas. ¿Por qué ameritaba actualizar lesa investigación 12 años después?

Porque las esmeraldas y la situación de violencia que las rodea no se detiene. Precisamente mi primera colaboración con El Espectador hace cinco años fue sobre este tema. Hablaba de lo que estaba pasando en 2020, porque había habido muertes de figuras importantes del gremio. Luego ocurrieron dos sucesos muy importantes, espectaculares, y que llamaron mucho la atención de los medios de comunicación: en 2024 el asesinato de Juan Sebastián Aguilar, conocido como Pedro Pechuga, a manos de un francotirador, y, ocho meses después, el de Jesús Hernando Sánchez, que era tal vez el zar de las esmeraldas más importante.

Personajes que figuraban en listas de venganzas, que se volvieron públicas.

Sí. Acuérdese que se hablaba de la lista de La Picota, de un audio del paramilitar alias Otoniel, etc. El número uno de las listas era Jesús Hernando Sánchez y lo asesinaron de manera calcada a como mataron a su socio y compadre Aguilar, uno en agosto del 2024 y el otro en abril de 2025. Entonces, uno podía percibir que esos asesinatos fueron el fin de una era. Pero cuando se da el fin de una era, es también el inicio de otra. Por eso consideré que había que escribir el desarrollo de la historia. Además, después de que uno publica un libro, en mi caso “La nueva guerra verde”, a uno le empieza a llegar más información y había muchas más cosas para contar.

Sánchez ya se había salvado de un atentado en la Zona T de Bogotá.

Sí. Estuvo dos meses en coma, perdió un ojo y un riñón. Era el número uno de las listas negras y por eso muchos no se sorprendieron de ese asesinato, a pesar de que su esquema de seguridad era el segundo o tercero más grande del país.

Incluida casa blindada.

Sí, pero era la crónica de una muerte anunciada y hoy en día esos dos bandos siguen teniendo un potencial de violencia que va a seguir. Mi hipótesis es que lo que está pasando no es una guerra verde sino blanca, por las nuevas características que ha tomado. Es la guerra de los narcos contra sus testaferros, a su vez relacionados con diferentes fuerzas ilegales que existen en un contexto de atomización de los grupos armados en Colombia. Entonces todo eso se mezcla.

Como historiador, qué análisis hace de que esas “guerras verdes” sean cíclicas como el resto de la violencia en el país.

En el libro explico que en muchos casos no son solo guerras por esmeraldas, sino obedecen a otras razones, incluido el narcotráfico. La primera guerra verde, de finales de los años 60 y comienzos de los 70, involucra a bandoleros de los años 50, al heredero de Efraín González, el legendario Humberto “El ganso” Ariza. La segunda guerra, fue la de los 80, que fue la única declarada y que dejó 3.500 muertos más o menos e involucró actores como Víctor Carranza y Gilberto Molina, a quien lo asesinó su amigo, compañero de la primera guerra verde y después su terrible enemigo: Gonzalo Rodríguez Gacha, alias “El mexicano”, para mí el narcotraficante y jefe paramilitar más importante y poderoso de ese tiempo. La tercera guerra verde es con otros actores y se da en torno a dos minas que descubren, La pita, en el municipio de Muzo, y Cunas, en Maripí, que involucra a otros actores narcotraficantes de nueva generación y a los grupos paramilitares que en los noventas se hacen muy fuertes y están relacionados con las Autodefensas Unidas de Colombia, pues a la zona esmeraldífera llega el bloque Élmer Cárdenas. Fue una cosa absurda, porque los paramilitares tradicionales, de Cundinamarca, del Magdalena Medio, dijeron ¿por qué nosotros no? Hay muchas cosas que vale la pena explicar.

Pero Carranza nunca fue condenado por narcotráfico ni paramilitarismo y alegaba que “la mala fama no es delito”.

Sí. Tenía una mentalidad como la de un padrino de la mafia. Algunos dicen que no solo era el zar de las esmeraldas y del paramilitarismo, sino una persona con unos alcances muy grandes, con amistades en el alto mundo político y en el bajo mundo hasta que en un momento él decide pactar por debajo de la mesa, no solo con el Estado colombiano, sino con Estados Unidos, con la DEA, con la CIA.

¿Esos grupos de Muzo versus Maripí representan la actual guerra? Por un lado están los ligados a la familia de Horacio Triana y por el otro los llamados herederos de Carranza.

De cierta manera es así. Obviamente el asunto es más complejo. Uno puede decir que la tercera guerra verde se acabó y la ganó el grupo establecido ligado a Muzo y Borbur, donde está la mina en el que se establecieron desde los años 60 los ligados a Carranza. Pero el asunto es más complejo, porque uno cree que esos grupos son monolíticos, homogéneos y que todos van para el mismo lado y no. Horacio Triana era muy fuerte en la mina Cunas y es cuñado de los hermanos Pedro, Gilberto y Omar Rincón. Pero había tensiones. Aparentemente los Rincón se le metían por debajo a Triana. Al ver que no podía lidiar con sus cuñados terminó vendiendo al único factor de poder que podía enfrentarlos: el todopoderoso zar de las esmeraldas, Víctor Carranza, que llegó con un personaje muy importante llamado Jesús Hernando Sánchez. Más recientemente, el problema de Triana con Sánchez también tenía que ver con que aparentemente Sánchez no le pagó unas acciones en la mina Cunas.

Triana y los Rincón fueron extraditados a Estados Unidos.

Los cuatro están extraditados por narcotráfico. Ya muerto Sánchez hay cosas sobre las que se puede hablar y todo parece indicar que realmente fungía como testaferro de Julio Lozano Pirateque, un personaje del que se ha hablado últimamente, porque el presidente Gustavo Petro hizo referencia al poder de una “junta directiva del narcotráfico”. Según testimonios de personas involucradas, Lozano ha sido quien mayor cocaína cantidad de cocaína ha exportado en la historia de Colombia. Varios de esos narcos se entregaron o los capturaron y negociaron con el gobierno de Estados Unidos y quienes pensaban que iban a estar décadas en la cárcel se llevaron la sorpresa de que pagaron cinco años, regresaron y, claro, se encontraron con que muchos de sus testaferros no querían ceder a sus pretensiones de devolver las cosas que creían que les pertenecían. Eso llevó a que otra vez explotara la situación. Por ahí es la cosa.

Sobre eso, usted explica en el libro la conexión con Dubái.

Es que las esmeraldas son bienes suntuarios que llaman la atención, son símbolo de estatus y una esmeralda de alta calidad no es cualquier cosa. Esos escenarios donde se mueve tanto capital, pues son mercados importantes para las esmeraldas. Pero el asunto de Dubái va un poco más allá y es más relacionado con la “junta directiva” de la que habló Petro. Es que, si yo estiro la pita, estamos hablando del llamado cartel de Bogotá o lo que llaman el cartel del Dorado, por la cocaína que pasa por el aeropuerto. Esto estaría ligado a las esmeraldas por muchas razones, pero fundamentalmente una: el Estado colombiano sigue siendo incapaz de controlar los territorios de donde se sacan esmeraldas. Llegar hoy en día a esas zonas de Boyacá es muy difícil. Esa carretera es terrible. Toca llegar en camperos. Allá el Estado cedió el monopolio legítimo de la fuerza a los patrones de la esmeralda que constituyeron verdaderos ejércitos paramilitares. Alguien le puede decir que el negocio de las esmeraldas no es tan grande como se cree, pero sí es muy grande y sí es de mucha plata. Una esmeralda vale lo que cada quien está dispuesto a pagar por ella. Yo se la vendo usted en 20 millones, pero usted la vende a cualquiera en 50 y si la talla y la exporta puede valer 500 millones o más. Entonces es muy fácil lavar capitales con las esmeraldas. Por eso el negocio es atractivo para muchos grupos violentos.

Viendo cómo asesinan esmeralderos con francotiradores en condominios de Bogotá, ¿hasta dónde cree que escalará esta violencia?

Esta ya no es la guerra de los años 80, donde lanzaban gente desde avionetas, ahora somos testigos de una guerra más sofisticada, silenciosa, no declarada y sobre blancos específicos. Por eso ya involucra actores como la oficina de sicarios de San Andresito de la 38, la oficina de Envigado, el Clan del Golfo, organizaciones que ahora entran a formar parte de esa sangría tremenda. Incluso, estas acciones con francotiradores pueden tener que ver con un mercenario de origen extranjero. No sería raro, porque recordemos que en los 80 hombres de Gilberto Molina y Víctor Carranza fueron entrenados en los cursos que dictó el mercenario israelí Yair Klein en el Magdalena Medio, traídos a instancias de las Fuerzas Armadas por Gonzalo Rodríguez Gacha.

Después de los últimos asesinatos, ¿quiénes quedan a la cabeza del gremio esmeraldero?

Todavía queda parte de la realeza de la esmeralda, que son los descendientes, no tanto los de Víctor Carranza, que sí, sino sobre todo los de Gilberto Molina, que operan la mina Cunas, que es tal vez la de capital principalmente colombiano más importante y es la que queda en Maripí, al frente de La pita, que es la mina de la familia Rincón y de otros personajes que en el pasado también fueron extraditados por narcotráfico y están por ahí rondando y del lado de los Triana. Dicen que Horacio Triana va a volver pronto y recordemos que ellos siempre han estado relacionados con políticos de todo nivel, siguiendo la estela de Carranza, y Triana tiene un hijo que es representante a la Cámara, Eduard Triana

Mientras sucede todo esto, ¿qué ocurre con la minería que intenta ser legal y qué papel cumple ahí la Federación de Esmeraldas?

Hay un interés empresarial de limpiar esa imagen de violencia que ha tenido siempre el entorno de la esmeralda, de patrones arcaicos, dueños de los sueños, la vida, las ilusiones, las posibilidades de la gente en esos territorios. Un estereotipo muchas veces negativo. Han tratado de modernizar, hacer un reinado de la Esmeralda, inventarse una figura estilo Juan Valdez, pero cada cierto tiempo nos despertamos con la noticia de que asesinaron a una persona ligada a ese entorno. Por supuesto que hay mucha gente también ligada a ese negocio que son trabajadores honestos y en eso sí hay que hacer énfasis en no estigmatizar a toda la gente que está alrededor.

¿Por qué a la par de estas guerras se internacionalizó el negocio y las minas son manejadas por firmas en Estados Unidos?

¿Quién le compró a Carranza la mina más importante de esmeraldas, la de Muzo Puerto Arturo? Una empresa con sede en Houston, que se conoce como MTC, Minería Texas Colombia, y su gerente fue un antiguo funcionario de la Embajada de Estados Unidos en Bogotá y que, como se ha podido establecer, es un exagente de la CIA. Triana también vendió parte de su negocio a firmas extranjeras. Como ve el asunto es complejo. Por eso hay que leer el libro, pero este es un ejemplo de que en Colombia tristemente muchos de los grandes recursos naturales al final resultan en manos de poderes que pueden tener conexiones ilegales. No solo hablemos de las esmeraldas, hablemos del oro, hablemos del petróleo, de los oleoductos, que resultan financiando estructuras delincuenciales y de corrupción.

Y Colombia sigue siendo uno de los grandes productores mundiales de esmeraldas.

Sí. Es que realmente el mercado de las esmeraldas ha sido sobre todo internacional. Las colombianas son apreciadas, codiciadas. Por razones geológicas particulares en esa zona del occidente y oriente de Boyacá se dieron unas piedras de altísima calidad y entonces hay redes de comercio hacia muchos lugares del mundo, desde América hasta Europa, Oriente Medio y Hong Kong. Uno ve a las a las grandes luminarias de Hollywood ataviadas con esmeraldas y no tienen ni idea de todo lo que ha pasado alrededor de esas joyas.

¿El Estado qué hace al respecto?

El Estado cree que las empresas extranjeras van a traer la paz, la modernidad. Puede que en la mina de Muzo o en la de Cozcuez ahora se vea un estilo moderno de trabajo, con salarios fijos, prestaciones, pero afuera hay una situación social muy grave. Los viejos patrones, con todo y las críticas que uno les puede hacer, eran personajes que si una mina pintaba, como se dice cuando salen esmeraldas, pues repartían a toda la población y entonces hasta la señora de los almuerzos se beneficiaba. Ahora me dicen que ni siquiera compran los almuerzos en la zona, que llevarlos de otras regiones les sale más barato. Son empresas meramente capitalistas, cuyo interés es específicamente sacar esmeraldas para ganar mucha plata, mientras los antiguos mineros informales están viviendo una situación social terrible. Están viendo que su mundo está desapareciendo. Yo he ido pues muchas veces, conozco mucha gente buena, tengo amistades, he conversado mucho con ellas y de verdad hay una angustia muy grande por lo que pueda pasar en el futuro. Todas las tensiones están latentes y hay el temor de que vuelva a prenderse la mecha por allá también. Un antiguo gerente de una mina, que además fue alcalde, me decía: nosotros cumplimos con sacar los cultivos de coca de la región y le preguntamos al gobierno ¿qué pasó con la inversión en los proyectos sociales que nos prometieron?

Desde los 90 se han firmado varios pactos de paz y convivencia. ¿Cómo lograr uno definitivo para esos 15 municipios del occidente de Boyacá?

Para hacer la paz primero tenemos que reconocer y entender lo que ha ocurrido y creo que mi trabajo de investigación es un buen punto de referencia.