El consumo de drogas en la provincia de Ourense, al igual que en toda Galicia, se define por un inicio alarmantemente temprano y unos patrones de uso que normalizan el riesgo, especialmente entre los jóvenes. Según los datos más recientes del Plan Nacional sobre Drogas, correspondientes a 2024, la puerta de entrada a las adicciones se cruza a los 14,2 años, edad media idéntica para el primer contacto con el alcohol y el tabaco, estableciéndose el consumo diario de cigarrillos a los 14,8 años. El salto al cannabis, la sustancia ilegal más extendida, se produce de media a los 15 años.
Más allá del primer contacto, los hábitos revelan la profundidad del problema. El binge drinking (atracón de alcohol) es una práctica habitual para casi un tercio de los menores entre 14 y 18 años, y casi un 58,8% de ellos bebe alcohol de forma regular, la droga más consumida. Tras él se sitúa el tabaco, aunque a la baja, ya superado por la versión electríonica: el 36% ha probado el tabaco normal, pero solo el 25% fuma de forma habitual entre los más jóvenes. Aquí reside el cambio de paradigma, ya que la moda ahora reside en vapear (consumir cigarrillos electrónicos). Un alarmante 52% de los menores ourensanos afirma haberlo probado. A continuación, el cannabis se consolida como la adicción más extendida en la población más joven (18,5% lo hacen cada mes y el 24,7% de ellos ha consumido en el último año). Su popularidad se cimienta en una baja percepción de riesgo y una altísima disponibilidad: más de la mitad de los ourensanos en edad escolar considera que les resultaría “fácil” conseguirlo.
El consumo de cocaína repunta, pero sigue ocupando todavía un puesto inferior en la escala de adicciones, con un 2,9% de consumo habitual. El aumento más drástico se observa en los hipnosedantes (somníferos, tranquilizantes). Su consumo prácticamente se duplica, pasando de ser una sustancia minoritaria a convertirse en el cuarto grupo más consumido, con un 19% de consumidores habituales.
En pocos días hará cuatro meses que la Policía Nacional desplegó la Operación Copérnico en el barrio de Covadonga. La redada arrojó 15 detenidos, la incautación de 42.000 dosis individuales de sustancias psicoactivas, y la receptación de 17.000 euros en metálico generados por esa actividad delictiva. El efectivo, fraccionado en monedas y billetes de pequeña denominación, propicia una lectura inquietante: el menudeo ha dominado y domina hoy el panorama local de Ourense, por más que la Policía Judicial afirma haber desmantelado el 50% del microtráfico de drogas en la ciudad.
El panorama es altamente complejo. El consumo tiene mil formas de expandirse, y lo que parece una guerra ganada, no es más que una tregua. Por un lado, la demanda crece, y por otro, los proveedores se reinventan para burlar los dispositivos de vigilancia policial.
Interioridades
Irene, consumidora de 49 años cuyo nombre real pidió permaneciese en el anonimato, evalúa la situación de la drogadicción en Ourense desde la perspectiva del observador participante: “Se consume más de lo que gente imaginas, y es gente impensable. Esto va de hachís, marihuana, cocaína, (fumada y esnifada), además de la heroína, que en la movida se le llama “caballo”. También está el fentanilo, y una mezcla, heroína con cocaína, que sobre todo los chavales llaman “rebujito” o “rebujao”. Esta, que es de la que más consumen los más jóvenes, es una bomba porque combina el bajón con el subidón, la verdad es que te coloca en nada”.
Al preguntarle a Irene por el modo de consumo, relata: “Por ejemplo, el caballo y la coca se fuman en papel de aluminio en una base con mechero o en una pipa, claramente, esto hay que cortarlo con anfetaminas o amoníaco, porque de otro modo, no funciona. La verdad es que la gente aquí fuma o esnifa mucho, raro es el que usa agujas. Yo, personalmente, las respeto”.
Durante la conversación, charlamos con Iván, novio de Irene. “La coca de pureza media se vende a 60 euros el gramo, 30 el medio y a 15 el cuarto; el hachís, por barras fumables que parecen de plastilina, y que anda cada una por los 20 euros; los cogollos de cannabis, también a 20 euros el gramo, es decir, cuando es de interior, cuando se trata de una planta cuidada, con aceitillo palpable”, comenta con leve tartamudeo.
Las apariencias engañan
Irene ilustra la escena del consumo ourensano: “Es cierto que quienes más consumen son los chavales, porque sienten curiosidad, o los reta el grupo de compis, pero son los aficionados en esta liga. Aquí los profesionales son los de “clase yeyé”, esos que no quieren que los vean, y se colocan, pero encerrados en sus pisos. Hablo de médicos, ingenieros, funcionarios, gente que está entre los 55 y los 65 años; esos no compran de la barata, esos a lo que aspiran es a pureza porque tienen cómo pagarla: los caballos o los ponis (entiéndase los que hacen las visitas) no les pueden ir con otra cosa, es la misma diferencia entre comer en un restaurante de mala muerte y otro de lujo, pero en los dos te envenenas.”
La realidad sobre el consumo en Ourense es multicausal, y requiere por parte de las instituciones implicadas en la prevención un abordaje integral capaz de comprender las actuales dinámicas sociales. Iván, que al igual que Irene recibe atención del Proxecto Home, se despide contundente: “Lo mejor es no empezar: es como una piedra que nunca oyes caer en el fondo del pozo”.