Camisa y falda de campesina canaria, sombrero graciosero y pañuelo palestino. Cristina Mahelo se lo goza de un lado a otro del escenario principal del Festival Boreal 2025, en Los Silos (Tenerife). Lo hace a ritmo de ‘los cacharros de la mujer orquesta’, refiriéndose a su compañera de proyecto y amiga Belén Álvarez Doreste (Lajalada). Es el estreno oficial de En tiempos de magua, un disco creado casi en su totalidad en La Gomera y con el que Cristina lleva soñando desde 2018. En él se aprecia un deseo inmenso de transformar el dolor en arte, de traer el pasado al presente y de conectar con un público que ya le ha hecho saber que la herida a la que ella le canta es colectiva, y las ganas de sanar también.

-¿Cómo fue la experiencia de abrir el Festival Boreal en el escenario principal?

-Tanto el Boreal como el conversatorio, como el vivirlo como espectadora con mis amigas, fue brutal. Ha sido mi Boreal favorito. Un parto y un encuentro con mucha gente. Cuando estás en las redes sociales lanzando tu proyecto, aunque veas números, no ves personas. Era la primera vez en un escenario con un proyecto propio, como Cristina Mahelo como show. Esto se traduce en que estás haciendo el camino que te gusta y encima hay una respuesta colectiva, que para mí eso es el arte. Hay una frase de Rossy de Palma que me encanta y dice que es como si el artista se creyera el arte. Yo siempre he sentido que los artistas somos generadores y canales para el arte. Viene de fuera, te alimenta y tú lo sacas y lo transformas. Y cuando hay respuesta te das cuenta de que estás situada. Hay una necesidad que se está cubriendo, que no estoy cubriendo yo sola, me inspiro de otras que también lo están haciendo. Estar en este lado de la historia en este momento me hace muy feliz. Hay dolor, pero hay un colectivo de personas que tienen la necesidad de poner estos temas sobre la mesa, y soy testigo y partícipe de esto.

-En el marco del Boreal participó también en el conversatorio ‘Cultura canaria y territorio’, ¿qué tal la experiencia?

-Hablamos de cultura y de cómo se crea, y llegamos a la conclusión de que hay que deselitizar las aulas para llegar a esos conocimientos y que estemos más en contacto con nuestras abuelas y abuelos. Esa es la generación que tiene la sabiduría que no se nos ha transmitido porque somos una generación en la que escolarizarte ha sido obligatorio e ir a la Universidad el propósito de tu familia. En mi caso fui la primera de mi familia en ir a la Universidad, y obviamente con eso hay un desligamiento del conocimiento y del sitio que habitas. Hablamos un poco de cómo ese conocimiento de lo que creas culturalmente y de tu arte está situado o está perdido en un universo europeizado que no tiene que ver con el contexto que vives.  Y cómo no, acabamos hablando del turismo y todas las caras cambiaron. Pero a la vez fue donde más participación del público hubo. Yo dije que me daba rabia que estuviésemos hablando del turismo pero que, a la vez, eso habla de la necesidad que tenemos y de que el turismo está hiperpresente, desplazando la cultura local. Pero no tratarlo es no mirarlo. De hecho, fruto del enfado y la rabia que estamos traduciendo muchas en el arte, la artesanía y proyectos sociales, viene del enfado de la hiperpresencia y la no sostenibilidad del turismo.

“Estamos traduciendo en arte la rabia hacia la hiperpresencia del turismo”

-Antes mencionaba que hay dolor sobre la mesa, ¿cuáles son esos dolores?

-El dolor por el territorio que habito, la profunda herida que siento que estamos intentando curar y cuidar, pero que quienes tienen la responsabilidad de no ahondar en esa herida no lo están haciendo. Eso me revienta. Canarias es un terreno en el que queremos vivir, pero también crear cultura, proyectos y calidad de vida. Por otro lado, acaba de salir el cartel de un festival de música en Gran Canaria con 25 hombres y solo tiene una mujer. Y no es el único en el que sucede. Hace dos semanas fui como espectadora a otro en las Islas en el que había siete hombres y una mujer. Es una reflexión de hace tiempo, pero que tenemos la necesidad de volver a poner sobre la mesa, porque quienes tienen que activar el radar, para conocer a las mujeres que estamos presentes en el día a día de la cultura de estas islas, no están mirando para nosotras. Luego, sus disculpas suelen venir acompañadas de un “no me di cuenta, no había intencionalidad”. Pero precisamente esa naturaleza patriarcal y machista de la sociedad nos hace caer en eso. En este caso hablo de la música, pero pasa dentro de la cultura en general. Y, por supuesto, todos los días no hay que dejar de poner los ojos en el genocidio mundial que se está cometiendo. Además, desde la imposibilidad de no poder hacer más que hablar de ello o poner los símbolos donde podamos. En este caso es Gaza, pero también hay un montón de personas que están siendo desplazadas y masacradas en sus lugares de origen. Pero desde la herida intento generar esperanza, tener una actitud proactiva y positiva aún con todo el dolor que no he elegido, pero que está ahí presente.

-¿Le ha pasado de querer poner voz a estos temas y sentirse en riesgo por hacerlo?

-Totalmente. Hasta dentro del propio proyecto artístico que he presentado en el Boreal, En tiempos de magua. Para La herida decidí vestirme de campesina canaria e irme a Las Américas y Las Verónicas a grabar el videoclip. A nivel visual y estético estaba presente en un espacio que lleva décadas haciéndonos saber que no es para las personas canarias, y mucho menos para nuestra cultura. Ese desplazamiento lo hemos normalizado desde los 60 y 70, pero es que ahora esos espacios para el guiri están en toda la Isla. Quise meterme en el meollo, donde se ha generado ese parque de atracciones para el turista, donde mi idioma no se habla y mi cultura no está presente. Obviamente, solo el hecho de ir allí hacía que me temblaran las piernas, por lo que fui acompañada y me preparé para todo lo que pudiera pasar. Es más, mi videoclip anterior, el de la canción Julia, lo había grabado una colega que se llama Gema Hernández, pero sabía que si alguien iba a grabar al sur conmigo iba a ser un hombre. Sabía que por el mundo en el que vivimos iba a tener menos situaciones de vulnerabilidad y de violencia. La situación más violenta fue cuando estoy de rodillas en el suelo con un plato de barro encima, y vino un señor que explícitamente me hizo saber que era de Vox porque me puso la pulsera en la cara. Me dijo que yo no era canaria y que eso no representaba a España. Y hasta que no intervino el camarógrafo, Jorge Méndez, el señor no paró de gritarme. Luego está la mirada guiri, el pensar que eras una atracción creada para ellos.

“Me llamo artista multidisciplinar pero en realidad lo que soy es un culo inquieto”

-¿Por qué decidió poner el cuerpo en un lugar del que se siente expulsada?

-Porque en mi día a día ya tengo situaciones en las que no elijo estar, pero que son violentas solo por el hecho de existir. Entonces si mi cuerpo, si mi orientación o hasta mi presencia estética es señalada, pues me reapropio de ese señalamiento. Cualquier persona está en todo su derecho de huir de esos espacios, porque obviamente nadie quiere habitar lugares así. En mi caso decido habitarlos. Me he hecho un escudo y creo que solo estando presente cambiamos el paradigma de quién está ahí y a quién se le señala solo por el hecho de estar.

-¿De dónde nace esa canción de ‘La herida’?

-Lo de La herida fue una vomitada. Salió de mí tanto escribirla como grabarla al salir de ver la película Guarapo, que aunque sea de los años 80 la vi el año pasado, lo siento (risas). Está grabada en La Gomera, y voy a hacer spoiler porque con una película de más de 30 años se puede hacer. ¡Si no la has visto tiempo has tenido! Guarapo es una persona que trabaja en La Gomera, en los mundos rurales y que quiere emigrar a Venezuela. Entonces está la presencia de la migración clandestina de canarios a Latinoamérica, de cómo la Guardia Civil en el franquismo estaba por todos lados corriendo en esa Isla abrupta, pa’ aquí y pa’ allá, porque la gente se escondía precisamente para huir y llegar a los puntos y los puertos desde donde salían estos barcos. Y cómo el silbo servía como idioma que la Guardia Civil no entendía, y hasta lo querían prohibir. Por eso en el tema hablo de Gara y Jonay, y de en la montaña silbando que la guardia está llegando… La rabia de Guarapo me llevó al momento actual de no ser dueña de tu territorio y de tener que irte, y de cómo hay una historia de amor ahí, ya sea con tu familia, tu pareja, tus amistades. Llegué al coche después de estar en el cine Price y vomité eso en una nota de audio, recitando pero enfadada. Llegué a La Gomera y se lo puse a Belén, en plan “quiero que esto sea el inicio y que yo acabe casi gritando o respirando fuerte”. Hubo un momento en que pensaba que Belén había ido al baño y en media hora me dijo: “Bájate”, y tenía una base hecha.

“Si mi cuerpo, mi orientación o mi presencia es señalada, me reapropio de ello”

-¿Por qué con Belén Álvarez?

-El camino me la puso delante por pura casualidad, causalidad o por destino, no lo sé. Hay cosas en el disco que tenía escritas desde 2018 y que no me había atrevido a grabar con nadie porque me daba mucho respeto. Con ella todo ha sido súper natural, hicimos match. El vínculo personal ha hecho que estuviese cómoda, porque el síndrome de la impostora está ahí, y no soy una música de academia. Ella sí lo es, pero no me ha hecho sentir chiquitita. Y yo tampoco me lo he hecho sentir a mí misma. Es el primer proyecto en el que siento que lo que hago lo quiero escuchar. Es un respeto hacia el universo que quería plasmar, quería hacerlo natural y bonito, y estoy siendo partícipe de esa comodidad. De hecho, lo del disco no fue de manera elegida. Grabamos un tema y Belén me dijo: “¿Tienes más? Porque te quedan cuatro días en La Gomera”. Pues hicimos dos más y el tercero se quedó a mitad, y me dijo: “¿Y si hacemos un disco?”. Y le dije, un disco es lo que llevo queriendo hacer desde hace mucho… No me imagino haberlo hecho con otra persona. Belén es percusionista, es la mujer orquesta. Sus cacharros están pegados a ella como lapas. Por eso tampoco me imaginaba el directo en el Boreal yo sola. Y a Belén también le apetecía el no ser ella la persona en escena, sino jugar de fondo. ¡Así que yo living el momento!

-El señalamiento y la expulsión que comentaba, ¿quizás la hemos tenido también la gente canaria hacia nosotras mismas?

-Me acuerdo las veces que con mi familia podíamos ir de vacaciones en verano dentro de la Isla o, como mucho, a las de al lado, a La Palma o a La Gomera… Recuerdo recomendar cosas al turista que ni siquiera nos podíamos permitir. Ese paraíso estaba en la postal y había que vendérselo al guiri que venía unos días y se iba. Es como cuando tu casa está sucia, la limpias unos días para que venga la visita y le haces creer que todos los días está así. Es barrer debajo del felpudo y luego seguir con nuestra vida. Nuestra precariedad tiene que ver más con sostener a duras penas un sector económico que no nos permite vivir bien en nuestra propia Isla. Cuando voy a Barcelona me doy cuenta de que me estoy tomando muy en serio la escucha sobre las ideologías catalanas y que si voy a escucharlas así, también debo hacerlo con Canarias. Cuando se hablaba de Canarias se trataba desde la risa, no estábamos al mismo nivel que País Vasco, Cataluña o Galicia. La mirada externa a Canarias era como el parque de atracciones de España, romantizada por el guiri como desde otros lugares del Estado.

Cristina Mahelo, en el Festival Boreal 2025. Foto: Elena Casanova.

“El cartel de un festival en Gran Canaria tiene 25 hombres y una mujer”

-Esta actitud, ¿no la hemos reproducido dentro de Canarias hacia las islas no capitalinas?

-Sí, totalmente. Lo primero es que las hemos nombrado islas menores, que ya me dirás Fuerteventura y Lanzarote, por ejemplo, qué tienen de menores. Justo en la carrera de Periodismo, un profesor nos hizo un debate increíble sobre el reparto de votos en el Parlamento. Empecé a defender la posición de que no tenía sentido que valiera más el voto en una isla no capitalina. En ese momento tenía 19 años, ¡gente, no me cancelen! (risas). Y otra chica empezó a defender la postura de que obviamente era la doble discriminación insularizada. Ella era de El Hierro y yo de Tenerife. Nos hemos creído capital de provincia en cuanto a dónde se generan las cosas y no es así. Para mí es increíble pensar en cada isla con su idiosincrasia y, a la vez, en todo lo que nos une. Mi disco está hecho al 80 por ciento en La Gomera y creo que en Tenerife no se hubiera dado así.

-¿Cómo fue decir “soy artista multidisciplinar” en un sistema que nos educa para ser una sola cosa?

-Me encanta esta pregunta porque me encanta hablar de la imposición de la especialización como yugo hacia todas las personas en países capitalistas después de la era industrial. De repente llega un momento en tu vida donde tienes que elegir. Y a mí eso me da tanto miedo como si me hablan de matrimonio para toda la vida, (risas). Me llamo artista multidisciplinar porque queda mejor, pero en realidad lo que soy es un culo inquieto. Desde pequeña estuve en saxo, en percusión, en aerobic, en danzas urbanas, ¡hasta catequesis! porque era divertido… Mi generación en general era muy culo inquieto porque se nos permitió mucho y utilizamos esa libertad para crear cosas guays. Elegí estudiar Periodismo porque siempre se me ha dicho que hablo mucho y me gusta comunicar. Pero he trabajado de periodista de oficina muchos años y el último sitio en Gran Canaria fue horrible, horrible, horrible. Hasta se tomaban a risa que tuvieras ciertas inquietudes más allá de centrarte en tu trabajo. A las dos semanas de irme de ese sitio me di de alta como autónoma sin nada delante y nada detrás, sin un plan ni estrategia, sino porque iban a subir la tarifa plana de autónoma a 20 euros más, (risas). Y un amigo me dijo si te vas a dar de alta hazlo ya, y salté a la piscina.