El mercado alcista cumple tres años, pero las alertas se multiplican. Las subidas de oro, bitcoin y S&P 500, lejos de reflejar euforia, son para muchos una respuesta defensiva ante un entorno monetario y fiscal cada vez más cuestionado. 

Desde el CEO de JPMorgan, Jamie Dimon, hasta el Banco de Inglaterra (BoE), pasando por el Fondo Monetario Internacional (FMI), los mensajes de cautela se acumulan. Dimon ha hablado de un 30% de probabilidad de corrección. El BoE teme una burbuja en torno a las valoraciones ligadas a la inteligencia artificial. El FMI, por su parte, advierte de un posible final abrupto del rally bursátil. Incluso algunos inversores veteranos, como Jim Rogers, han empezado a deshacer posiciones. 

Sin embargo, el toro no tiene freno. En lo que va de 2025, el S&P 500 acumula una revalorización superior al 14%, el oro supera los 4.000 dólares con una subida del 53%, y el bitcoin ha llegado a escalar en algunas sesiones por encima de los 125.000 dólares. Que estos tres activos, tan distintos en naturaleza y perfil de riesgo, suban al unísono, es algo poco habitual. 

En la historia reciente, este tipo de sincronía solo se ha producido en momentos donde los inversores, más que buscar rentabilidad, buscaban refugio. Refugio frente al deterioro del valor de las monedas tradicionales, frente a la inflación persistente y frente a la degradación del orden monetario tradicional.

Los datos refuerzan en parte esa narrativa. La entrada de capital en los ETF de bitcoin al contado ha llegado a multiplicar por diez el suministro diario generado por los mineros. Fondos institucionales como BlackRock acumulan ya más de 1,5 millones de bitcoins, que, una vez adquiridos, son retirados del mercado. 

Esa presión constante sobre la oferta, combinada con una demanda programada, alimenta lo que algunos analistas ya definen como el terreno propicio para un “shock de oferta”. Y en paralelo, el oro alcanza máximos históricos al calor de compras institucionales y reservas de bancos centrales que quieren diversificar sus activos.

Señales de sobrecalentamiento

A medida que el rally avanza, los avisos toman fuerza. Jamie Dimon advierte que la probabilidad de una corrección es del 30%, y no del 10% como descuentan muchos inversores. Su preocupación no es solo macroeconómica, sino también institucional, y en concreto el riesgo de que la Reserva Federal (Fed) pierda independencia. En su opinión, esto podría desatar una brusca revalorización de los activos denominados en dólares. Dimon no habla desde el catastrofismo, pero sí desde la experiencia: «estamos en un mundo más incierto, más frágil, más militarizado.»

Y hay más. David Solomon, CEO de Goldman Sachs, se ha sumado a las advertencias. El ejecutivo ha señalado que, aunque duerme tranquilo, no descartaría un «drawdown» (fuerte caída) en los próximos 12 a 24 meses. “El mercado a menudo se adelanta al potencial real. En ciclos anteriores, las nuevas tecnologías también generaron burbujas. No sería raro ver algo parecido ahora”, asegura.

Otros factores juegan al mismo tiempo. El impacto del dólar y el tipo de interés real (el diferencial entre el rendimiento de los bonos y el tipo esperado), pueden afectar la competitividad de activos sin rendimiento, como bitcoin u oro. 

Y los choques macro no han desaparecido. Desde la desaceleración global a las tensiones geopolíticas o las crisis de deuda soberana, cualquier evento exógeno puede desatar ajustes bruscos en un mercado donde la volatilidad está contenida, pero latente.

¿Entonces, puede algo detener el rally?

La historia sugiere que sí. Ninguna subida es eterna. Pero también enseña que los grandes ciclos de alza suelen morir por su propio exceso, no por la ausencia de fundamentos. En este momento, lo que empuja al mercado es tan narrativo como financiero: una mezcla de entusiasmo por la IA, temor a la devaluación monetaria y la búsqueda desesperada de activos refugio. Si alguno de esos tres pilares se tambalea, el mercado podría ajustarse.

Sin embargo, por ahora, las fuerzas siguen alineadas. El S&P 500 celebra tres años de recuperación con una salud que no es solo técnica, sino también emocional. Y mientras las advertencias se acumulan, los inversores, profesionales o particulares, siguen creyendo que aún queda más por ganar.