Morante de la Puebla, de 46 años, se ha cortado por sorpresa la coleta en la Plaza de las Ventas de Madrid, tres décadas después de tomar la alternativa y ante la incredulidad del público. Un momento lleno de emoción y lágrimas que el diestro de Sevilla ha compartido con su cuadrilla. El diestro sevillano deja una huella imborrable en el mundo del toreo. Maestro del capote, calificado como ‘artista genial’ o ‘torero de toreros’, está considerado por muchos uno de los diestros más grandes de la fiesta. La retirada de los ruedos llega tras llevarse las dos orejas al cuarto toro de la corrida de la Hispanidad en la plaza de Las Ventas, en Madrid, de la que ha salido a hombros al final del festejo. Morante, que había sido volteado duramente por el toro cuando lo recibía de capa, se recuperó para hacerle una faena de gran entrega, y no exenta de riesgos, y remató con una estocada de perfecta ejecución, para cortar así las que pueden ser las ultimas dos orejas de su carrera.

Morante nació en La Puebla del Río, Sevilla, el 2 de octubre de 1979 y de ahí viene su nombre taurino. En 1995, debutó como novillero en Madrid y el 29 de junio de 1997 tomó la alternativa en Burgos con César Rincón como testigo y Fernando Cepeda de padrino. Premio Nacional de Tauromaquia 2021, fue memorable su faena en la feria de abril de 2023 en la que cortó el primer rabo del siglo XXI concedido a un torero de a pie en la Maestranza de Sevilla desde hacía 52 años.
«Ha sido un año histórico». Morante de la Puebla se sinceraba así en una entrevista en exclusiva para Canal Sur con Jesús Bayort. «Tal como estaba ha sido un milagro. Sigo con ese trastorno. Me ha tocado a mí, me tocó», aseguraba en alusión a su enfermedad mental que le ha mantenido apartado de las plazas durante un tiempo. «Ha sido un año histórico por todos los triunfos que he podido cosechar En un tendido de las Ventas, habla de su futuro: ¿No se retira? “No no digo nada, mi edad no es la de un niño. Esperaremos a que termine le temporada y a veremos”. Eso decía el diestro en una temporada en la que reapareció en abril tras un año sin pisar el albero, en la que cosechó éxito tras éxito y en la que sufrió una cornada importante en Pontevedra.
EL ÚLTIMO TORO DE MORANTE
Para seguir evidenciando la mejor esencia de la tauromaquia, el sevillano se entregó sin reservas a la verdad y a la trascendencia de este arte de locos. Porque si tuvo que machetear pronto con su reservado y parado primero, de 615 kilos y que brindó a Isabel Díaz Ayuso -y el cuarto a Santiago Abascal- salió ya a darlo todo con el que, solo él podía saberlo, iba a ser el último toro de su carrera.
Le bastó con verle galopar de salida para decidirse a saludarlo con el cambio de rodillas de los Gallo, para después torearle con unas peculiares y apretadas chicuelinas moviendo apenas medio capote, hasta que en una de ellas, de manera repentina, el serio toro de Garcigrande se le cruzó y le volteó seca y aparatosamente, dejándole inerte sobre la arena.

Con la plaza en un silencio conmocionado, los compañeros le levantaron para atenderle junto a la barrera mientras se picaba al toro, dando tiempo a que Morante se recuperara y, sin aparentes lesiones, volviera a la cara, ya con la muleta en la mano y ahora para echar el resto, absolutamente dado a la mayor pureza posible.
Relajado, toreando con las muñecas sueltas y la figura sin tensión alguna, el maestro no dio apenas importancia a los amagos y a los cabezazos defensivos que soltó el toro, que le marcó varias veces la taleguilla pero que acabó imantado y hasta afligido ante los vuelos de su mágica tela, manejados con la mayor pureza, que no fueron largos por el escaso recorrido del toro, pero estuvieron cargados de la más emotiva intensidad y de un asfixiante ajuste.
Fue faena concisa, sin accesorios vanos, y tuvo, como colofón perfecto, el redondo punto final de una estocada de magistral y perfecta ejecución y no menos verdad. Cayeron, pues, las dos orejas, y después de pasearlas en una pausada vuelta al ruedo, Morante se fue a los medios para desprenderse él mismo de añadido, en un momento aún más impresionante, inesperado y demoledor.
Una masa de cientos de jóvenes se echó al ruedo luego para sacarle a hombros en un despliegue de apasionamiento, mientras que, también en volandas, Fernando Robleño se iba por la puerta de cuadrillas, con la plaza dividida en las ovaciones. No pudo irse así el madrileño hacia la calle de Alcalá porque un pinchazo previo a la estocada, su punto flaco de siempre, evitó que también se le concedieran los dos trofeos del quinto.
Fue éste un toro de gran calidad y mucho temple en sus arrancadas al que el otro veterano del cartel toreó con un recreado reposo, en varias tandas de derechazos que desprendieron el temple y el regusto que no le permitieron tantos toros de ganaderías duras como mató a lo largo de sus 25 temporadas como matador.
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FICHA DEL FESTEJO:
Seis toros de Garcigrande, muy bien presentados, con seriedad y finas hechuras, además de bien armados, que ofrecieron un juego dispar: por su calidad y hondura en la muleta destacaron el primero y especialmente el quinto, mientras que el resto tuvo menos raza y entrega en los engaños, con embestidas cortas y sin empuje.
Morante de la Puebla, de malva y oro: cuatro pinchazos y estocada (silencio); gran estocada (dos orejas). Salió a hombros después de cortarse la coleta en señal de retirada.
Fernando Robleño, de grana y oro, que anunció su retirada: tres pinchazos y estocada desprendida (silencio); pinchazo y estocada desprendida (oreja).
Sergio Rodríguez, de blanco y oro, que confirmaba la alternativa: estocada desprendida (ovación tras aviso); pinchazo y golletazo (silencio).
Rodríguez confirmó la alternativa con el toro «Saleroso», nº 49, negro listón, de 534 kilos.Y los de las retiradas de Morante y Robleño fueron, respectivamente, «Tripulante», nº 102, colorado ojo de perdiz, de 554 kilos, y «Tropical», nº 95, negro listón, con 583 kilos.
Entre las cuadrillas destacó Iván García con capote y banderillas, tercio en el que saludó en el quinto toro. También destaco El Legionario picando al tercero.
Corrida de la Hispanidad, último festejo de la feria de Otoño, con cartel de «no hay billetes»(unos 23.000 espectadores) en tarde agradable y con algunas rachas de viento.