Lo que antaño fue símbolo de expresión urbana y creatividad, hoy se ha convertido en una preocupación creciente para los vecinos. Las pintadas de mal gusto, sin valor artístico ni reivindicación clara, proliferan en muros de viviendas particulares, portales, bajos comerciales y espacios públicos, alterando la estética urbana y generando sensación de abandono.

Aunque el grafiti tiene una larga tradición como forma de protesta o arte callejero, lo que se observa en muchas calles de Monforte, dista mucho de esa intención. Frases obscenas, firmas ilegibles y símbolos sin contexto cubren paredes y fachadas que forman parte del patrimonio local. «No es arte, es vandalismo», comentan vecinos de la Rúa das Hortas de Monforte, donde solo la parte trasera de una de las vivienda que dan al paseo del río Cabe se ha salvado por el momento de ser pintarrajeada.

El problema no es solo estético. La presencia de grafitis ofensivos o degradantes afecta la percepción de seguridad, dificulta la convivencia y perjudica la imagen turística de zonas con alto valor patrimonial, como puede ser el entorno del puente medieval monfortino.

En municipios que apuestan por el turismo rural y cultural, como los de la Ribeira Sacra, este tipo de actos pueden tener consecuencias económicas directas. «Los visitantes buscan autenticidad, pero también cuidado del entorno«, señala una guía turística local.