Joel Mokyr (1946, Holanda), Philippe Aghion (1956, Francia) y Peter Howitt (1946, Canadá) se han hecho con el Premio Nobel de Economía de 2025 «por haber explicado el crecimiento económico impulsado por la innovación», según ha detallado el Banco de Suecia esta mañana … al anunciar a los galardonados (el premio de Economía es el único que no otorga directamente la Academia sueca). Concretamente, se les reconoce el trabajo de una vida para analizar cuál ha sido el papel de la innovación en el crecimiento sostenido que ha vivido la economía mundial desde la Revolución Industrial, un hecho que distingue los últimos doscientos años respecto a toda la historia precedente y que ha permitido liberar a millones de personas del yugo de la pobreza. Así las cosas, es un premio de tintes históricos pero con un enfoque actual, que puede explicar cómo mantener ese progreso en el futuro.
No hay que olvidar que durante la mayor parte de la historia de la humanidad el estancamiento fue la norma, y lo fue a pesar de que el ingenio humano alumbró una importante colección de inventos (el fuego, la rueda, la pólvora, la imprenta…). Tras la Revolución Industrial tuvo que producirse algún cambio, que es el que han estudiado los galardonados.
Joel Mokyr, que recibe la mitad de los 11 millones de coronas (934.000 euros) con que está dotado el laurel, sentó las bases del estudio de la innovación al utilizar las fuentes históricas como medio para descubrir las causas del crecimiento sostenido, explica el comité elector: «Demostró que, para que las innovaciones se sucedieran en un proceso autogenerado, no solo necesitamos saber que algo funciona, sino también tener explicaciones científicas de por qué. Estas últimas a menudo faltaban antes de la Revolución Industrial, lo que dificultaba el desarrollo de nuevos descubrimientos e invenciones. También enfatizó la importancia de que la sociedad esté abierta a nuevas ideas y permita el cambio».
11 millones
Dinero a repartir
Mokyr recibirá la mitad del montante económico y Aghion y Howitt se repartirán el resto. Al cambio, son 934.000 euros
Por su parte, Philippe Aghion y Peter Howitt se van a repartir el resto del premio por estudiar otros mecanismos que subyacen al crecimiento sostenido. Concretamente, en un artículo de 1992 construyeron un modelo matemático para la llamada ‘destrucción creativa’, mecanismo que explica cómo, cuando un invento nuevo entra al mercado, las empresas que venden los productos más antiguos pierden. Es decir, que la inventiva humana también es destructiva y genera ‘shocks’ económicos que hay que gestionar.
«El trabajo de los galardonados demuestra que el crecimiento económico no puede darse por sentado. Debemos defender los mecanismos que subyacen a la destrucción creativa para no caer en el estancamiento», ha afirmado John Hassler, presidente del Comité del premio en ciencias económicas.
Un premio para la ‘ortodoxia’ económica
Los galardonados se suman a la lista de 96 economistas que han recibido este premio a lo largo de la historia y entre los que no hay, por cierto, ningún español. La mayoría de los laureados son estadounidenses y pertenecen a las corrientes ‘mainstream’ del estudio de la economía; es decir, lo que se ha venido en llamar el neoclacisismo, un término más bien impreciso que se usa para definir la ciencia económica que se enseña en la mayoría de las universidades del mundo hoy en día.
La teoría neoclásica, corriente a la que pertenecen los galardonados de 2025, surgió hace más de un siglo como un modo de aunar el pensamiento clásico de Adam Smith sobre la oferta y la demanda con enfoques novedosos como el análisis marginalista, que plantea que el valor de un bien depende también de su utilidad. A partir de ahí llegarían nuevas perspectivas, como el keynesianismo, que defiende el recurso a déficits públicos para corregir los desajustes de mercado o el neokeynesianismo, una síntesis que postula que a largo plazo funcionan las reglas básicas de la oferta y demanda, pero que a corto plazo las ideas de Keynes pueden ser útiles para estimular el crecimiento.
«El trabajo de los galardonados demuestra que el crecimiento económico no puede darse por sentado. Debemos defender los mecanismos que subyacen a la destrucción creativa para no caer en el estancamiento»
John Hassler
Presidente del Comité del premio
Precisamente, una de las características del Nobel de Economía -y que ha generado críticas por parte de las corrientes marxistas y demás heterodoxias- es que habitualmente se otorga a investigadores considerados ortodoxos. El año pasado, por ejemplo, recayó en Daron Acemoglu (Estambul, 1967), Simon Johnson (Sheffield, 1963) y James A. Robinson (Reino Unido, 1960), un trío que trató de explicar las diferencias en la prosperidad de los países del primer y el tercer mundo a través de la calidad de sus instituciones, con la premisa de que el enfoque liberal produce prosperidad. En esa ocasión, una de las cosas que premió el comité sueco fue la originalidad de los premiados, pues superaron el análisis clásico de Montesquieu, que explicaba las diferencias entre sistemas por el clima -las naciones ubicadas en climas templados jugarían con ventaja-, al añadir el estudio de la calidad institucional.
Por supuesto, el comité también tuvo en cuenta las citas -las veces que un economista menciona a otro en una publicación- para tomar su decisión final, y también las ha tenido en este caso. Por eso, las cábalas en cuanto al Nobel se acostumbran a realizar en función de este criterio. Este año, la firma Clarivate no ha logrado enriquecer su sensacional palmarés de aciertos, pues los premiados no estaban entre sus favoritos. Sin embargo, la Fundación BBVA sí ha logrado afianzar sus premios ‘Fronteras’ como la antesala del Nobel, pues Howitt y Aghion ganaron ese premio en 2021. Con esto, la Fundación BBVA acumula ya 14 nobeles de Economía que antes se hicieron con el Fronteras.
El único premio en el que no pensó Alfred Nobel
El Nobel de Economía, de otro lado, tiene la característica de que es el único de los galardones que no fue instituido por Alfred Nobel (1833-1896) cuando, poco antes de morir y tras leer un obituario de un diario francés -publicado por error- que lo llamaba ‘El mercader de la muerte’, decidió desquitarse y dejar para la historia algo más benéfico que el invento de la dinamita. El caso es que Nobel no pensó en un premio de Economía, extremo que fue corregido en 1968 por el Banco de Suecia al crear un galardón que aunque técnicamente no está entre los de la Academia, tiene todo el prestigio y renombre asociados.