David de Miranda lo ha vuelto a hacer: decir alto y claro con su espada y la muleta que quiere -y puede- torear en las grandes ferias porque ya no es solo un torero local de Huelva.

Sobre todo tras el encierro con seis toros el año pasado en esta misma feria y su salida por la Puerta del Príncipe el sábado de farolillos. Pero así las cosas, a su apoderado, empresario de la plaza, no le sonó el teléfono todo lo que le hubiera gustado.

En cualquier caso, tras entrar en el cartel de este jueves de Colombinas por la vía de la sustitución de Emilio de Justo, la oportunidad no podía ser mejor para reivindicarse entre toreros jóvenes y con hambre, mucha hambre.

Los tres novilleros salen a hombros de La Merced de Huelva.

Para muestra un botón, la forma en la que salió Borja Jiménez a esperar al primero de Juan Pedro Domecq, a por todas y toreando a la verónica de rodillas para no dejarse ganar la pelea. Y también las ansias de Marco Pérez por demostrar que fue un niño prodigio y, ahora, un torero precoz.

Ambos por cierto hicieron el paseíllo desmonterados -al torear por primera vez en esta plaza-, lo que denota la apertura de carteles en una feria corta y eso siempre será un bien para la Fiesta.

Ahora bien, la tierra es la tierra y el público estaba volcado con David desde el principio con sus palmas por Huelva. No obstante, hizo méritos para ello.

Lanceó a cámara lenta a su primero, un toro con unas hechuras perfectas para embestir como lo hizo en un ceñidísimo quite por gaoneras. Tras el brindis fue entonces cuando toda la plaza enmudeció al romper el animal de un pitonazo una parte de las tablas dejando el callejón al descubierto. Lo arreglaron de inmediato y todo se quedó en un susto.

No obstante, pronto David recuperó toda la atención al comenzar la faena con una tanda intensa de rodillas ante un toro fijo y noble que fue creciéndose en cada muletazo. De mano baja y profundos fueron los derechazos hasta al final de la cadera y con mucho acople.

Cuando cambió de pitón la faena bajó la intensidad, sobre todo cuando buscó las cercanías y el animal le seguía pidiendo distancias. No obstante, logró subir el tono de nuevo con los circulares finales, unas ajustadas manoletinas y una efectiva estocada, que le valieron las dos orejas.

La falta de fuerza del quinto condicionó su faena, aunque lo hizo todo a favor del animal desde los cambiados por la espalda iniciales hasta el final, cuando volvió a apostar por las cercanías con las luquesinas y una serie al natural a pies juntos con enjundia, cortando otras dos orejas.

Había ganas de ver a Marco Pérez en Huelva y no defraudó, aunque como decía Curro Romero «¡Qué difícil es comer despacio cuando se tiene tanta hambre!». Tras parar a su primero con unos vistosos delantales y con un quite por tapatías, brindó a Espartaco, que precisamente cumple 46 años de alternativa en esta plaza.

David de Miranda saliendo por la Puerta del Príncipe de Sevilla.

Marco siempre estuvo por encima de su oponente, al que acabó metiendo en la canasta con más disposición que lucimiento.

Al burraco que hizo sexto lo recibió de rodillas e intentó hacerle todo lo que sabe, que no es poco a pesar de su juventud. Con muchas ansias de triunfo hilvanó una faena asentada sobre la mano derecha, tirando siempre del noble animal y apostando al final por las cercanías. Esto último y la estocada fueron claves para acompañar a David de Miranda en su salida por la Puerta Grande.

Jiménez cortó una oreja

Borja Jiménez lo hizo a pie tras fallar con los aceros, pero ganas no le faltaron. Su espera a portagayola al primero fue toda una declaración de intenciones. Porque tras una larga limpia no despegó las rodillas del suelo para lancearlo a la verónica con mucha vibración.

Brindó al público y sin probaturas se puso a torear para dar forma a una faena reunida y de mucha entrega ante un animal poco colaborador, que no le ayudó lo suficiente.

Sin embargo, salió con las mismas ganas a lidiar al manejable cuarto al que logró fijarlo en la muleta tras el amago de rajarse.

Lejos de eso acabó metido en la canasta del de Espartinas, que ha visto hoy con los dientes apretados cómo sus compañeros salían a hombros y él a pie en una batalla que sí es la suya. Mañana habrá más, con la plaza llena y, eso ya de por sí, es un triunfo.