La biografía de la artista franco-portuguesa Maria Helena Vieira da Silva (1908-1992) está atravesada por su traumática experiencia durante la II Guerra Mundial, que la llevó al exilio desde París a Lisboa y después a Río de Janeiro. En aquellos años pintó algunos de sus cuadros más impactantes, obras impregnadas del dolor y la tragedia de la guerra, en contraste con los coloristas bailarines, ajedrecistas y jugadores de cartas que había pintado en los años previos. Durante la contienda, tuvo la fortuna de cruzarse con el universo Guggenheim, que creyó en su talento y la apoyó mediante la compra de obra. Ahora, el Museo Guggenheim Bilbao le dedica la exposición titulada Anatomía del espacio.

La muestra expone 67 obras de esta artista que “desdibujó las fronteras entre paisajes reales e imaginarios” y “cruzó la frontera entre el espacio bidimensional y tridimensional”, según ha explicado Miren Arzalluz, directora del Museo Guggenheim Bilbao. “Fue más allá de las referencias formales a la cultura visual portuguesa y a movimientos de vanguardia como el cubismo y el futurismo”, han explicado.

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Varias obras en el Museo Guggenheim Bilbao de María Helena Vieira da Silva. 

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La exposición está organizada en ocho secciones que explican su evolución artística, otorgando además una gran importancia a su biografía y a cómo sus vivencias personales condicionaron su obra desde los años treinta hasta finales de los ochenta. En la exposición es apreciable su reconocible estilo, la primacía que otorgaba a redes tridimensionales de cuadros y rombos infinitas, a la geometría y al espacio. “En sus obras se aprecian estructuras laberínticas, ritmos cromáticos y perspectivas fragmentadas que captan la esencia de un mundo en perpetua transformación”, han explicado desde el Museo.

La primera parte de la exposición explora la relación con su marido, el pintor húngaro Árpád Szenes, a través de retratos recíprocos, y la segunda profundiza en el estudio-taller donde trabajaba, con cuadros como Composition (1936), en los que las formas esqueléticas se asemejan a “estudios anatómicos del espacio”.

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Imagen de la obra ‘Composition’, de María Helena Vieira da Silva. 

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En ese inicio de la muestra se pueden ver varios retratos de la artista, algunos elaborados por el propio Árpád. “Quería que los visitantes tuvieran en cuenta quién es ella y Árpád, su marido, que fue clave para ella y que, pese a ser también artista, no le hizo sombra”, ha explicado la comisaria de la muestra, Flavia Frigeri.

La tercera sección recoge algunas de las obras más conocidas: las pinturas dedicadas a bailarines, jugadores de ajedrez y jugadores de naipes. “El ajedrez es una metáfora de la vida. Cuando juegas, solo controlas una parte de la acción; otras quedan determinadas por lo que pasa”, ha explicado Frigeri. En esta sección se pueden ver Danse, Échiquier rouge o Joueurs d’échecs.

De esos cuadros coloristas se pasa a una cuarta sección especialmente impactante. “Vieira da Silva tuvo que exiliarse porque su marido era de origen judío y no se sentían seguros en París. Fueron primero a Lisboa y después a Río, y sus obras de esos años reflejan el impacto que la tragedia tuvo para ellos y el sufrimiento de la artista ante las noticias que llegaban de Europa”, ha indicado Frigeri. En esta sección, sin embargo, existe también un contrapunto, bien expresado en dos cuadros: Les Noyés, que anuncia la llegada de tiempos oscuros ya en 1938, y Carnaval de Rio, de 1944, “imbuido de la alegría y el entusiasmo” por el carnaval.

Tras el fin de la II Guerra Mundial, Vieira da Silva y su marido regresaron a París, como refleja el cuadro Fêtes à Paris (1959), y a partir de entonces “la ciudad se convirtió en objeto de estudio visual”. La artista realizó cientos de representaciones abstractas, muy vinculadas a las emociones, de ciudades como París o Venecia.

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‘Passage des miroirs’, de María Helena Vieira da Silva. 

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La última sección de la exposición muestra obras de diversas fases de la carrera de la artista, unidas por el color blanco y por el viaje hacia la abstracción.

La comisaria de la muestra ha resaltado que Vieira da Silva fue una artista de éxito que expuso en eventos internacionales como la Bienal de Venecia, pese a que nunca formó parte de ningún grupo artístico. Además, estaba “obsesionada” con la anatomía humana, pese a ser una pintora abstracta. “También mantuvo una conexión muy temprana con la constelación Guggenheim, a través de Peggy Guggenheim e Hilla Rebay, cuyo apoyo fue muy significativo”, ha añadido.

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