Es un referente de la literatura española, sus libros han traspasado fronteras haciendo soñar a millones de personas con historias que van de sábanas santas, a biblias de barro o asesinatos de ninguna parte (parafraseando alguno de sus títulos más célebres).
Ahora, esta madrileña que comenzó su carrera profesional en el periodismo político, regresa al mundo literario con un libro que emocionará a los seguidores de su pluma versátil y a nuevos lectores con El niño que perdió la guerra.
Para hablar de esta novela, ambientada en el conflicto civil español desde el prisma de unos ojos infantiles, Julia Navarro se sienta en el Club de Lectura de Magas, celebrado en el espacio Dobble de Madrid y presentado por Ana Núñez-Milara, directora de la revista Magas.

Julia Navarro, en un momento del encuentro con lectoras.
Rodrigo Mínguez
La sala estaba repleta de personas que ya han leído esta emocionante historia de dolor, sacrificios y viajes sin retorno, y que deseaban conocer el proceso y la opinión de la autora sobre muchos de los temas que toca.
La conductora de la charla introduce el diálogo y resume el argumento, la historia de un niño al que se llevan a la Rusia de Stalin durante la Guerra Civil española separándole de su familia «y que habla de las heridas que dejan los conflictos, los totalitarismos y también cómo el amor se abre paso».
Navarro reconoce que le ha costado «toda una vida» escribirlo y que ha plasmado muchas de las cosas que le preocupan. En El niño que perdió la guerra hay un compendio de sus lecturas, en especial de la poeta rusa Anna Ajmátova, a través de la cual llegó a otros autores perseguidos por el dictador soviético.
«Una de mis obsesiones tiene mucho que ver con la censura de los regímenes totalitarios, porque acaban con la libertad. Temen a la cultura porque no pueden controlar la emoción que provoca un cuadro, un libro… Entonces instauran la censura y los intelectuales se convierten en enemigos públicos. Es una constante en la historia», reflexiona.
Y establece paralelismos: «Ahora estamos viendo un auge en este aspecto e incluso algunas democracias se están deslizando hacia ello. Y eso me preocupa». Especialmente cuando la censura viene de uno mismo. «La gente tiene miedo de quedar fuera del grupo y no dice lo que piensa. Eso me parece muy peligroso» añade.
El título de su libro llama la atención a una de las asistentes, que quiere saber el por qué. La respuesta es dura: «Los niños no eligen las batallas de sus padres y son las primeras víctimas cuando ellos las pierden. Pablo pierde la guerra, porque su padre resulta vencido y eso tiene una consecuencia terrible para él».
En efecto, el protagonista, como muchos menores durante la Guerra Civil, es enviado lejos huyendo del conflicto y queda atrapado: «Cuando Franco gana la contienda, ellos se quedan sin billete de vuelta, no pueden regresar, se tienen que quedar en otro país que no ha elegido».
Y aquí entra el juego del amor y maternidad doble, la de la mujer que pierde a su hijo y la de quien la adopta como propio viéndole crecer. La propia escritora admite que la emoción fluyó a raudales mientras lo escribía: «He llorado mucho, sobre todo al final».
Alguien entre el público le confiesa su admiración por la forma que tiene de presentar a los personajes femeninos en esta y otras novelas. Y es entonces cuando sus palabras son un canto a todas ellas.
«No hay historia sin nosotras, siempre hemos estado ahí, jugando uno u otro papel. Y hay que empezar a asumirlo. Otra cosa es que los hombres se hayan olvidado de contar que estábamos allí, en todos los estamentos de la sociedad. Ahora somos visibles», confiesa.
¿Le resulta difícil desprenderse de sus personajes cuando termina un título? A veces… y lo cuenta con cierta sorna. «Se convierten en reales para mí durante unos años, pienso en ellos todo el tiempo, son parte de mi vida. Cuando acabo de escribir, necesito un tiempo porque a veces me cuesta mucho despedirlos. En ocasiones les echo de malas maneras«, asegura.
Según sus propias palabras, el dolor está presente en todas sus historias, «porque no hay vida sin sufrimiento«. Y reconoce, como le afea alguno de sus seguidores, que habla poco de amor: «Me lo reprochan y quizá me lo tengo que hacer mirar, porque no me sale», cuenta divertida.

La escitoa y Ana Núñez-Milara, junto a otras asistentes, durante el cóctel Magas por Fundador.
Rodrigo Mínguez
El encuentro llega a su fin, retomando lo peligroso de los autoritarismos: «Todas las dictaduras son iguales, del color que sean, porque persiguen lo mismo: acabar con la libertad y hacer que los ciudadanos vivan aterrados por el miedo».
Ana Núñez-Milara pone el broche final preguntándole si recomendaría El niño que perdió la guerra a algún político. «No me atrevería, los libros te llaman».
Tras la charla durante la que seguro que se han quedado cuestiones en el tintero, autoras e invitados han disfrutado de un momento distendido en el espacio DOBBLE brindando con el Cóctel Magas por Fundador y compartiendo muchas confidencias.