«La hermana mayor entró con el zapato en su cuarto para probárselo, acompañada de su madre; pero no había modo de introducir el dedo gordo, porque el zapato era demasiado pequeño. Al verlo, la madre, alargándole un cuchillo, le dijo: ‘Córtate los dedos, pues cuando seas reina no irás nunca a pie’«. Dicho y hecho. Con esta versión tan sangrienta, los hermanos Grimm recogían en Aschenputtel la historia de la Cenicienta del folclore europeo, que también contó con la célebre novela de Perrault y que en 1950 sufrió una disneyficación para endulzarla.
Siguiendo la estela de los hermanos Grimm, la cineasta noruega Emilie Blichfeldt sorprende en su debut como guionista y directora con una ópera prima mordaz, violenta y gore. Una historia que parecía agotada después de tantísimas adaptaciones cinematográficas y televisivas, pero que ahora nos hace incluso reflexionar sobre si los buenos son tan buenos, y los malos tan malos.
La hermanastra fea cuenta los suplicios que Elvira, la hermanastra de una Cenicienta rebautizada como Agnes (Thea Sofie Loch Næss, The Last Kingdom), sufre por llegar al corazón del príncipe, incluidos los desprecios constantes de todos aquellos que las rodean y la obligación de cambiar su propia imagen para encajar en los cánones de belleza de la sociedad.
La hermanastra fea sorprende con un tema tremendamente de actualidad, pero que en realidad siempre ha estado muy presente, como el culto al cuerpo, las operaciones quirúrgicas y la búsqueda de la cincelar la imagen del cuerpo femenino para que sea perfecto, después de que se nos haya vendido un ideal que no existe.
El príncipe azul no existe
Con aquella idea colectiva de la búsqueda de un príncipe azul y un amor tan mayúsculo como los de Disney, que tanto daño han hecho a la sociedad, la película abre los ojos al público a través del propio viaje de autodescubrimiento de Agnes, interpretada por una sublime y desquiciada Lea Myren (quien para nada es fea, tan solo se peina un poco raro).
Presente en la Sección Panorama de Sitges 2025, esta película ejemplifica, de la mejor manera posible, el leitmotiv de la 58ª edición, la comedia de terror. Y es que no hay nada como subvertir una historia aparentemente repleta de purpurina y glamour, para volverla más oscura y sangrienta, haciendo que de paso odiemos a Cenicienta, la típica tía guapa que tiene todo hecho en la vida, y encima es consciente de sus privilegios y los usa a su antojo.
Contra todo pronóstico, y más allá de la evidente crítica hacia los cánones de belleza que han enfrentado históricamente las mujeres, La hermanastra también es un canto de amor a la búsqueda de la libertad, después de tropezar una y otra y otra vez. Un clásico reinventado que dará mucho de qué hablar.