Alfonso Goizueta (Madrid, 1999) era un desconocido hasta que se leyó su nombre en una noche de octubre en Barcelona. Bueno, en realidad primero Carmen Posadas dijo el pseudónimo con el que se había presentado al Premio Planeta, pero lo importante es que era él quien quedó finalista en 2023 con La sangre del padre. Saltó a la fama irremediablemente, a lo que ayudó que la ganadora de aquella edición fue la mediática Sonsoles Ónega. Ella es íntima amiga de la reina Letizia y fue a verles a su primera firma en Madrid. Y si alguien todavía no había visto a Alfonso Goizueta, ahí tuvo otra ocasión de hacerlo. El tiempo fue pasando y había ganas de volver a leer al autor, el más joven de la historia en haber quedado finalista en el citado premio. ¿Volvería a la literatura? ¿Con qué nos sorprendería esta vez?

Ocurre a veces que después de un éxito las expectativas están altas, lo que aumenta la presión. Alfonso Goizueta se puso a escribir, pero no le resultó sencillo. Hubo momentos en los que pensó en dejarlo, en abandonar la novela en la que tanta ilusión y esfuerzo había puesto. Su mente llegó a traicionarle y maldijo haber quedado finalista, haber perdido su anonimato. ¿A quién no le pasaría? Pero el escritor recuperó el rumbo, logró encaminar su novela y así llegó El sueño de troya, publicada nuevamente por Planeta y que nos sumerge en la apasionante historia de Troya en el siglo XIX. Hay que leer esta novela, pero antes os invito a leer esta entrevista en la que, entre otras cosas, Goizueta nos dice en qué ha utilizado los 200.000 euros que le entregó Planeta al quedar finalista.

¿Cómo surgió El sueño de Troya?

Todo empezó con la inspiración. Verdaderamente me ha venido sola, me ha venido buscando el personaje. Yo conocía la historia, conocía la historia de Heinrich Schliemann, y de repente fue en ese momento del Planeta que yo no sabía qué iba a escribir después, si iba a ser capaz de escribir algo, me entró el miedo, y de repente pensé que estaba buscando una novela que no encuentro igual que Schliemann estaba buscando una ciudad que no sabía si iba a estar o no iba a estar. Así fue como brotó en mi cabeza, y poco a poco fue evolucionando hasta la novela, que finalmente se convirtió en esto cinco versiones después. Ha sido un proceso de escritura muy tortuoso, muy laborioso y muy largo, pero aquí estamos, finalmente, dos años después. Yo ya tenía esa idea un poco antes de quedar finalista en el Planeta 2023, pero el premio me sacudió totalmente los esquemas. Se ha ido forjando desde entonces.

 

Alfonso Goizueta en la presentación de su novela ‘El sueño de Troya’.Javier Ocaña

Dices que fueron cinco versiones. ¿Qué ibas cambiando?

Todo. Al principio era una novela que yo pensaba tenía que ir mucho más a colación de lo que había sido La Sangre del Padre, una aventura donde el protagonista, en este caso Schliemann, viéramos la historia a través de él, donde empatizáramos con él. Y de repente empecé a escribir, y más o menos terminé ese primer borrador, pero no tenía ningún sentido, no me gustaba cómo había quedado. Me di cuenta de que es porque el personaje en sí, el de Schliemann es un personaje con muchas sombras que era muy difícil contar haciéndolo el protagonista. La novela sufrió una crisis al darme cuenta de que estaba escribiendo algo sobre un personaje antipático, con el que no empatizo, con el que igual no empatizan los lectores y que además tampoco me está sirviendo para contar toda la complejidad de su locura, porque si la está contando él, seguramente estaría escondiendo las cosas más oscuras. Y entonces fue cuando surgió la idea de tener un narrador testigo, que es el personaje que finalmente se quedó, Nicholas Yannikis, que fuera un chico que lo viera in situ y pudiera reflexionar sobre lo que estaba viendo al otro lado del loco.

Es decir, alguien con quien el lector sí que pudiera identificarse más.

Sí, y que llevara al lector de la mano siendo testigo de lo que estaba sucediendo al otro lado y así se pudiera contar la historia en toda su crudeza. Porque al final estamos contando la historia de una persona que es muy visionaria en muchas cosas, que es obcecado, que es ambicioso, como era Schliemann, pero también sin escrúpulos, maltratador o demente.

Hablando de Schliemann, un personaje al que calificaría como controvertido. ¿En su caso el fin justifica los medios?

Me gusta eso de controvertido… Y sí, para él el fin justifica los medios. Él tenía esa mentalidad casi de tiburón, porque verdaderamente venía de la nada, era pobre y todo lo que tuvo en la vida se lo forjó él. Era una persona muy inteligente, consiguió hacer muchísima fortuna, pero cuando se empeña en encontrar una ciudad que en el fondo es mitológica, él va buscando recuperar una fantasía. Y entonces se encuentra con que la arqueología es una ciencia que tiene que ser más paciente y eso a él no le encaja. Y entonces es cuando demuele la colina de Hisarlik metiéndole dinamita y cien mineros a picar, que destruye gran parte del yacimiento que encuentra, también es una metáfora de lo que está sucediendo, es su propia obstinación de decir, el muro pues lo derriba, sin pensar en las consecuencias que puede haber.

¿Te gustó escribir sobre Schliemann pese a tener que haber encontrado a otro protagonista para la novela?

Sí, muchísimo, y de hecho, en los momentos de crisis de la novela pensaba en dejarla y en escribir otra cosa porque veía que esta novela no estaba saliendo y se me está pudriendo la idea en la cabeza. Pero no podía porque es que Schliemann me fascinaba, y es que al principio de la novela hablo en voz del narrador de que las fascinaciones siempre tienen un componente de oscuridad. Te fascina lo oscuro del personaje, porque te puede fascinar lo visionario que fue, o la gran hazaña que llevó a cabo, pero también tiene un punto tenebroso, que al final yo creo que es uno que podemos tener todos, cuando pierdes pie con la realidad y la obsesión es tu único motor en la vida, pues es que yo no lo podía abandonar. Por eso es que al final Schliemann también soy yo, de alguna forma, podemos ser todos, cuando tienes ese empeño, es que el empeño te gobierna a ti más que tú al empeño. Creo que es una sombra junguiana de algo oscuro dentro de ti que tú no lo sabes, pero que está tomando decisiones por ti sin que tú respondas por ello.

¿Se te ocurre decir algún Schliemann moderno?

Todos nosotros. Todos vamos persiguiendo obsesiones que muchas veces nos cuestan más de lo que nos van a garantizar. Claro, Schliemann también es un personaje muy novelesco porque es una especie de empresario multimillonario que emplea su dinero y pisa al pobre Calvert, que es un noble arruinado. También es una metáfora de la modernidad, de esos burgueses enriquecidos que a los viejos aristócratas los pisaban porque ya no les quedaba nada y el poco poder que podían tener, que era el honor, ya el dinero se lo traga todo. Entonces yo creo que Schliemann también es una representación de ese mundo moderno que empieza a surgir entonces y que todavía tenemos hoy.

 

Alfonso Goizueta vuelve con su novela ‘El sueño de Troya’ tras quedar finalista en el Premio Planeta 2023.Javier Ocaña

La aristocracia del dinero, donde ya no importan tanto los títulos sino la capacidad económica

Sí, porque es el caso de Calvert. Frank Calvert no era un noble, era un hidalgo, lo que llamaban los ingleses un gentry, pero empobrecido. Es un hombre recto y con valores que nunca habla de dinero porque le parece que el dinero es una cosa obscena y ordinaria. También es un punto social que tiene la novela que a mí me interesaba mucho contar. De repente llega Schliemann, que es el que tiene el dinero, Calvert necesita el dinero de Schliemann, pero a la vez le repugna. Está ese conflicto que me interesaba contar. Y la novela que habla mucho de escritores y de la literatura y de la ficción y de la realidad, una gran influencia para mí ha sido Herman Melville, que tenía una frase genial en la que se refería al diablo del dólar. Pues es que es verdad. Es una realidad que no puedes negar, la del dinero, la necesidad del dinero, la necesidad de la inversión, del capital, pero por otro lado, claro, le hace esclavo.

¿Fue una injusticia lo de Calvert con el descubrimiento de Troya? Él puso el conocimiento y la tierra, pero el que se llevó la gloria fue Schliemann…

Nadie sabe quién es Calvert y nadie se acuerda de Calvert, y sin Calvert o Schliemann jamás habría encontrado Troya. Sí fue una injusticia, pero es que Schliemann lo devoró, lo borró de la historia y se encargó de ello. Lo timó también. Encontramos un punto de auténtica maldad en Schliemann. Era un hombre millonario con muchísimo dinero y en un momento, que es una escena que aparece en la novela, cuando encuentran un mármol Schliemann le tima. Y dices, pero si es que él era rico, ¿qué necesidad tenía de timar al pobre Calvert que estaba arruinado? Pero lo borra de la historia y yo creo que el motivo, más que una maldad terrible de Schliemann, es que Calvert representaba para él algo que él nunca podría ser, que era el arqueólogo pulcro, puro, científico que Schliemann sabía que no era. Creo que arrastraba esa herida de juventud de cuando había ido a la universidad ya de mayor y se habían reído de él porque decía que él quería encontrar Troya. Y Calvert representa para él ese racionalismo empírico que en el fondo a Schliemann le ofende y por eso lo maltrata y por eso lo acaba borrando de la historia.

Porque puede ser un ejemplo de que el dinero no lo puede comprar todo…

Exacto. Schliemann nunca podría haber comprado todo lo que tenía Calvert, el bagaje que tenía Calvert. Calvert había pasado 30 años estudiando y buscando. Su familia se había arruinado y él aún así había continuado en ese sueño obstinado de estudio y pienso que eran dos personajes tan distintos, dos personalidades tan destinadas a colisionar y sin embargo unidas por ese azar de que los dos iban buscando lo mismo y que tuvieron que acabar colaborando. Pero Schliemann se lo tragó porque tenía más medios para ello. Y al final el que movió toda la prensa, el que compró parte de la tierra cuando Calvert ya se arruinó y lo echó para siempre, ese era Schliemann. Calvert no tenía tampoco margen de maniobra.

¿Tiene esta novela puntos autobiográficos?

Sí, porque es una novela que según la iba escribiendo iba reflejando la realidad, mi realidad. Yo no iba a buscar Troya ni me he vuelto arqueólogo en estos dos años, pero yo iba anotando y según iba escribiendo y Schliemann iba buscando y no encontraba y yo iba penando porque igual yo había entregado mi vida a una novela que no iba a salir, pues ahí veía una cosa similar entre él y yo. En la ciudad que él no encontraba y la novela que yo no conseguía escribir veía algo en ese Calvert que hay un momento en el que duda y dice mi familia arruinada, yo arruinado y yo aquí sigo excavando en la tierra como si un día fuera a encontrar algo. Yo también me he podido sentir así, pensando yo, ¿qué hago aquí? Escribiendo una novela que no sé si venderá, si no venderá, si estoy tirando mi vida, si no, si estoy persiguiendo una quimera, si todo esto de la literatura simplemente ha sido un espejismo y tal. Y me veía parecido. Y cuanto más se obstinaban ellos en encontrar y más les escapaba la ciudad, yo más sentía que se retorcía la novela que no acababa de encajar del todo hasta que al final llegó un momento que acepté lo que ellos debieran de aceptar. Es decir, tenemos un yacimiento delante que no entendemos, que no es lo que íbamos buscando, que no es la Troya Homérica que íbamos buscando, sin embargo, esto es lo que hay y tenemos que ver cómo lo interpretamos. Y yo en un momento me hice esa misma pregunta con la novela. Alfonso, ¿qué tipo de escritor quieres ser? ¿Qué es lo que has escrito? ¿Qué es lo que tienes delante? ¿A dónde va a llegar esto? Pues a donde llegue por sí solo. En ese momento se aflojaron mucho las ligaduras de una persona muy ansiosa que era yo y la novela fluyó.

 

Alfonso Goizueta se consolida como escritor tras quedarse finalista del Premio Planeta 2023.Javier Ocaña

¿Qué tipo de escritor quieres ser?

Pues un escritor que en cada novela busque hacer literatura, busque encontrar e ilustrar una parte del ser humano a través del lenguaje. Eso es a lo máximo a lo que aspiro. A poder transmitir a través del lenguaje distintos recovecos del alma. De una manera más luminosa o menos, según los personajes o las historias que se vayan contando, pero a todo lo que aspiro es a eso mucho más que a una historia entretenida o una cosa que venda o eso. Lo que aspiro es a que cada libro que escriba me sirva para entender mejor al hombre.

¿Y todo eso por delante de escribir pensando en vender? ¿No escribes para que sea un bestseller?

Para empezar, yo creo que ese es un pensamiento paralizante y limitante. Sentarte a escribir con un propósito utilitario me parece que perturba el propio arte de escribir. Escribir es un fin en sí mismo y la literatura es un fin en sí misma. Otra cosa es la consecuencia no prevista de que de repente ese libro conecte en un momento social con muchísima gente y se convierta en un bestseller. Pero escribir con ese propósito me parece un motivo espurio en la literatura. La literatura es un ejercicio de uno mismo. Y en tanto que es un ejercicio de uno mismo puede conectar con otros, que sean como tú, o que compartan algo o vean algo que igual tú no has visto. Pero lo utilitario, yo huyo de lo utilitario. Escribir pensando en vender, en ser un bestseller perturba el arte de escribir. Hacerlo con ese propósito es un motivo espurio. Yo huyo de eso.

Nada más abrir el libro tenemos la dedicatoria a tu padre. ¿Por qué?

Nunca había dedicado un libro a mi padre. Claro, son muchos familiares a los que les quieres dedicar libros y el proceso de escribir libros es muy largo y tortuoso, pero yo sabía que esta novela tenía que ser para mi padre porque al final es que la historia de Schliemann también empieza con un padre. Y empieza con el padre, una historia por supuesto apócrifa la de Schliemann, el padre que le contó lo que era Troya y el niño que le prometió que lo encontraría. En realidad el padre de Schliemann era una persona que lo maltrató físicamente, que lo mandó a vivir con otros parientes y demás.Y yo pensaba en mi padre, que es un hombre que nunca me ha dicho estudia esto, gánate la vida de esto. Nunca me ha marcado un camino férreo, es que me ha dicho tú haz, sé tu propio hombre, o sea, consigue lo que quieras en la vida con tu esfuerzo, con tus ideas, pero nunca me ha puesto esas barreras. Y muchas veces he pensado que mi padre sería el que Schliemann habría querido tener. Y entonces sabía que esta novela que empieza con un padre que en realidad es una fantasía, pues tenía que ser a mi padre que afortunadamente no es una fantasía.

En tu novela anterior también hay esos conflictos padre-hijo con Alejandro Magno y Filipo II de Macedonia ¿Te interesa mostrar esos conflictos entre el padre y el hijo varón?

Yo creo que es que todos tenemos eso. Nuestros padres nos influyen para bien, para mal, marcan el resto de nuestra vida cómo nos tratan en la infancia, o los patrones de conducta que aprendemos o de los que somos testigos en la infancia. Si tú quieres entender a una persona adulta en su profundidad al final tendrás que acabar mirando la infancia y tendrás que acabar mirando el sitio donde creció ese niño o esa niña y cómo era su relación con sus progenitores o con la ausencia de sus progenitores, o sea, las figuras paternas. Entonces a mí eso me parece que es el ethos de cualquier relación humana y como a lo que aspiro es a eso, a contar eso en la literatura, siempre es un punto de partida muy importante.

¿Es mejor quedarse con la belleza del relato que con la realidad? Un poco parecido a eso de ‘No dejes que la verdad te estropee un buen titular’…

Los periodistas no podéis hacer eso, los periodistas no deberíais dejar que la verdad estropee un buen titular, pero los novelistas sí. Schliemann de alguna manera es un novelista de su propia vida, lo que pasa que en vez de escribirla en papel la escribe en la realidad. Pero yo creo que todos vamos buscando el mito y vamos buscando la historia porque es que al final es el tema principal de la novela. Ellos están deseando que la Troya que encuentren sea la Troya de Homero porque si no la vida está vacía, es un absurdo. Y a Schliemann lo que le aterra es precisamente eso, asomarse y que la Troya de Homero no sea la que él cree y que entonces la vida sea pues lo que es en el fondo, que es un absurdo blanco, un paréntesis entre el nacimiento y la muerte, una chispa sin importancia, casual, que nos ha caído a nosotros. Si lo ves desde ese punto de vista lo tienes que rellenar con historia, con mito, con amor, con lo que sea para darle significado. porque si no, es simplemente eso. Ellos buscan demostrar que la vida no es un absurdo o por lo menos huir de la percepción de que la vida es un absurdo.

 

Alfonso Goizueta es autor de la novela ‘El sueño de Troya’.Javier Ocaña

¿Cómo ha cambiado tu vida desde que escuchaste tu nombre como finalista del Premio Planeta en 2023?

Radicalmente. Yo era una persona que acababa de terminar su doctorado, pensé que iba a trabajar en cualquier cosa que fuera un poco más o menos de mi ámbito y de repente sucedió esto, que claro que me cambió la vida porque permitió que una actividad como era la escritura, que yo te lo confieso, era mi actividad principal y siempre iba a ser mi actividad principal. Eso no significaba que fuera a tomar las horas principales del día, pero yo sabía que siempre iba a escribir, aunque fuera por la noche y aunque fuera para publicar en una editorial pequeña si eso. Y de repente ese esquema se dio la vuelta y resulta que me publicó en una editorial muy grande, que además La sangre del padre tuvo una gran acogida entre los lectores y de repente cambiaron las circunstancias alrededor de las cuales yo escribía y cambiaron de una forma muy positiva. También ha traído cosas negativas, el salir del anonimato, la presión, el pensar que igual no vendes, el pensar que igual no gusta tanto como la anterior. Eso siempre está, pero es parte de la magia del asunto.

Ahora que dices lo de salir del anonimato, ¿cómo lo has llevado el hecho de que de repente la gente te conozca?

Pues eso con filosofía. Tampoco sin sentirte herido porque puede haber una tentación de decir, qué horror, que ahora me conoce todo el mundo, pero es lo que hay, es el precio que pagas. Sin sentirte herido, pero también sin dejar que te lleve la fiebre, porque también yo creo que es una posibilidad dejarse a uno envolver y decir, oye, pues esto es fantástico, esto va a ser así siempre, y cuando se calman un poco las aguas vienen las melancolías. Estoy muy orgulloso de mí mismo de cómo lo he llevado. La gira del Planeta es muy intensa, brilla mucho el foco y te puedes asomar a sitios que son más oscuros o más espeluznantes. Y yo me he mantenido bien, y la prueba es esta novela, porque había un momento que yo temí, que no voy a volver a poder escribir una vida. Porque alguna vez he tenido el pensamiento de que esto me ha arruinado la vida, yo no tenía que haber aceptado esto, ahora jamás volveré a escribir, yo estaba mucho mejor en mi casa, cuando no me conocía nadie… Pero luego, pues es que es el esfuerzo y ahí he roto esa membrana que yo pensé que estaba de la presión después de un éxito y he conseguido volver a escribir. He escrito una novela de la que estoy muy orgulloso, que me refleja mucho y que si volviera ahora a octubre de 2023, la volvería a escribir tal y como está.

¿Con las cinco versiones?

Con las cinco versiones, las cinco versiones fueron supernecesarias. Nunca habría podido escribir la novela, nunca habría estado orgulloso si hubiera sido la primera versión. Pero eso sí, la habría tenido lista en ocho meses o en lo que fuera. Pero necesitaba eso, y esta novela necesitaba ese proceso de sufrimiento. También es lo que me convierte en novelista. No quiero decir que me haya convertido en novelista porque uno se va forjando en cada libro que escribe. Y esta es una novela con la que he aprendido muchísimo, muchísimo. Mucho más que con La Sangre del Padre porque esa novela al final era casi un ejercicio de un chico de 20 años que se iba conociendo a sí mismo a través de lo que escribía. Y esta ha sido una novela de voy a hacer esto con este narrador, con esta estructura, voy a usar este verbo, no lo voy a usar, esto lo voy a cambiar, el proceso de edición ha sido también muy arduo. Ha sido una novela de trabajo, de oficio, de artesano, artesanal de escritor.

¿En algún momento has tenido el síndrome del impostor?

Sí, estoy escribiendo una cosa que en el fondo no fue así, y lo sé, esto no lo debería estar escribiendo. Me dieron el premio porque, claro, yo La Sangre del Padre la había escrito de una forma que me salía mucho más fluido y mucho más puro, y ahora que tengo esta presión encima, nada de lo que escriba será bueno… Pero no se puede hacer caso de todos los pensamientos que tiene uno, pero son pensamientos que siempre están, y en el fondo muchos de ellos los he volcado en la novela. Calvert también tiene ese síndrome del impostor, de decir, ¿yo qué hago aquí? ¿Qué narices estoy haciendo excavando una cosa que no existe? Pues un poco yo he tenido esa sensación con la novela, pero al final esos pensamientos hay que derrotarlos y seguir hacia adelante.

Y para terminar, la pregunta frívola, ¿en qué te has gastado o invertido el dinero de Planeta como finalista?

En vivir. He estado dos años trabajando en esto, si es que es mi trabajo. El dinero del premio me permitió convertir esto en mi actividad principal y poderme dedicar a ello plenamente, sin tener que tener un trabajo convencional por las mañanas o por las tardes. Me ha dado libertad. Lo he invertido en mi libertad.

Y en unas las vacaciones también, ¿no?

Sí, sí, eso también.