Cae el otoño y florecen las piernas de Carlos Canal, el gallego de Xinzo, el mejor ciclista de la comunidad, el corredor que mejor defiende en este final de temporada los colores de ese Movistar privado una vez más del servicio de Enric Mas. Sin hacer ruido el corredor gallego firma un último mes de competición por encima del notable, codeándose con los mejores del mundo en pruebas legendarias y rozando incluso su primera gran victoria como profesional.
Una vez disputado Il Lombardía (el último «monumento» del año, escenario de un nuevo recital de Tadej Pogacar) el gallego disfruta de sus merecidas vacaciones. Ha decidido quedarse por Italia unos días, recorriendo escenarios de sus torturas recientes y futuras. Tiempo de descanso, también de reflexión tras una temporada en la que no hay un pero a su rendimiento. Su cabeza seguramente ocupe demasiado tiempo en revivir lo sucedido hace dos semanas en la Coppa Agostoni-Giro delle Brianze, el día que más cerca estuvo de lograr su primera victoria como profesional. Y no hubiese sido un triunfo cualquiera. Canal, con unas piernas estupendas como fruto del buen trabajo que ha hecho en este final de temporada, se marchó del grupo en compañía de Adam Yates, uno de los fieles escuderos de Pogacar, un corredor extraordinario que como tantos otros decidió aparcar sus logros personales para ejercer de lugarteniente del esloveno. El triunfo estaba entre los dos porque el grupo venía demasiado lejos. A quince kilómetros de la meta, con la pareja asumiendo que todo el pescado se lo jugarían en la recta final (serias opciones para el gallego porque Yates no es un gran rematador) un traicionero pinchazo decidió el ganador. Carlos Canal se bajó de la bicicleta mientras Yates volaba en dirección de la meta. No había nada que hacer. Resignado recorrió los kilómetros que faltaban, finalizó en segundo lugar y en la meta recibió el saludo cariñoso y profesional de Yates. Luego se sentó en el bordillo de una acera y lloró de rabia mientras sus compañeros trataban de consolarle.
En este pletórico mes de septiembre del corredor de Movistar fue el día que más recordará por la desgracia, pero por el camino la nómina de resultados es espléndida e invita al optimismo de cara al futuro pensando que el ourensano, a sus 24 años, está a tiempo de regalarse grandes días en el pelotón internacional.
Porque en este segundo tramo de temporada, el que abordó después de su participación en la Vuelta a España, Canal finalizó en el vigésimo puesto el Mundial disputado en Ruanda siendo el segundo mejor español después de Juan Ayuso. De Africa voló a Italia para participar en la deliciosa serie de pruebas otoñales que se disputan en la Lombardía y el Piamonte. En su estreno fue segundo en la Coppa Agostoni disputado en Lissone el 5 de octubre. Y a partir de ahí encaró la semana final de competición que le llevó al puesto 17 en los Tres Valles Varesinos (donde ganó Pogacar), el puesto 16 en el Gran Piamonte (ganada por Isaac del Toro) y cerró la serie en Il Lombardía (la última gran prueba de la temporada) con otro vigésimo puesto. Resultados brillantes con los que despedir una nueva temporada en la élite del ciclismo mundial. En un momento en el que Movistar (el principal equipo español) vio declinar su presencia tras la lesión de Enric Mas y la caída en el rendimiento de sus «figuras alternativas» emergió Carlos Canal para mostrarse como un valor regular y, lo más importante, en constante crecimiento.
Canal transita por escenarios donde era casi imposible encontrar a un ciclista gallego. Esta temporada ha estado en la salida de tres de los cinco «monumentos» que recorren el calendario y si en otoño se las ha visto con las carreras de las «hojas muertas» (el apodo que recibe Il Lombardía) durante la primavera se adentró en el terrible mundo de los adoquines belgas, de las carreras que atraviesan territorios salpicados por colinas inhumanas. Allí quiso estar Carlos Canal. Porque después de disputar O Gran Camiño (prueba que difícilmente saldrá de su calendario y en la que logró un segundo puesto en una de las etapas) se marchó a la Milán-San Remo y después tomó parte en el Tour de Flandes no sin antes asomarse a la E3 o la Gent-Wevelgem que es como un pequeño entrenamiento del Tour de Flandes, la prueba colosal del calendario belga. Allí dio la cara en un terreno pensando para sufrir, en el que tantos ciclistas echan pie a tierra. Allí compitió, padeció y aprendió. Horas de enseñanza para el futuro. Descansó y volvió a lucir en verano en el Tour de Valonia (cuarto en la general) o en los Cuatro Días de Dunkerque (tercero en la general). Ha ido tirando al palo durante meses. Pronto acertará.
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