
La mayoría de los títulos retirados abordan temas vinculados con la identidad racial, la orientación sexual, el género, la historia reciente o la desigualdad social.
Foto: Biblioteca Nacional
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Según el informe más reciente de PEN America (una entidad sin ánimo de lucro que busca concienciar sobre la protección de la libertad de expresión en Estados Unidos), entre 2024 y 2025 se registraron alrededor de 6.870 casos de prohibición de libros, que han afectado a 2.600 artistas, entre ellos 2.308 autores, 243 ilustradores y 38 traductores.
El fenómeno, que comenzó con presiones locales de grupos organizados hacia juntas escolares, se ha extendido rápidamente a niveles estatales y federales. La restricción de materiales educativos se ha convertido casi que en una práctica institucionalizada, lo que PEN America denomina como “prohibición cotidiana”: la normalización de la censura como parte de la gestión educativa.
De acuerdo con el reporte, la censura se refleja en leyes estatales que limitan los contenidos permitidos en las aulas; directivas administrativas que ordenan el retiro de materiales; y listas públicas de títulos considerados “explícitos” por funcionarios o grupos conservadores. Los distritos enfrentan, además, costos legales derivados de demandas sobre derechos civiles y libertad de información.
Por ejemplo, en varios distritos se implementaron medidas preventivas conocidas como listas de “no comprar”, que impiden la incorporación de nuevos libros a las bibliotecas. En otros casos, los colegios han optado por retirar títulos ante la posibilidad de recibir denuncias: una especie de autocensura.
Esto se suma a otras problemáticas estructurales como la escasez de maestros, los recortes de financiación y la pérdida de aprendizaje agravada por la pandemia de COVID-19.
Los efectos de la censura en docentes, bibliotecarios y estudiantes
Las campañas para vetar libros han influido en la rutina de los centros educativos, especialmente en la de los profesores y los bibliotecarios, que ahora destinan parte de su jornada a revisar catálogos y responder quejas de acuerdo con las normativas. Esto reduce el tiempo de enseñanza y afecta la participación estudiantil y la calidad educativa, pues dichas restricciones limitan el acceso a materiales que promueven el pensamiento crítico y la comprensión social.
Durante el año escolar 2024-2025 se registraron intentos de restringir ferias del libro, donaciones, becas y materiales complementarios. En agosto, las Escuelas de la Ciudad de Lynchburg retiraron de circulación el Manual de libertad de expresión, donado por una fundación estatal, por considerar que contenía “sátira para adultos”.
En el reporte, estos procesos se describen como unos que desincentivan la defensa de la libertad de lectura y convierten la censura en parte del funcionamiento ordinario del sistema educativo.
Temas y obras más afectadas por las prohibiciones de libros
La mayoría de los títulos retirados abordan temas vinculados con la identidad racial, la orientación sexual, el género, la historia reciente o la desigualdad social. Libros con protagonistas LGBTQ+, obras que discuten el racismo o textos de educación sexual figuran entre los más objetados.
Entre las obras excluidas aparecen títulos reconocidos de la literatura iberoamericana, como Cien años de soledad y El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez, además de La casa de los espíritus, de Isabel Allende. También fueron censurados Fahrenheit 451, de Ray Bradbury; novelas de Stephen King; la saga fantástica de Sarah J. Maas; y una adaptación gráfica del Diario de Ana Frank, retirada de escuelas en Tennessee.
El informe documenta casos en los que incluso manuales escolares fueron impugnados. En Colorado, un distrito escolar vetó La historia de Colorado por incluir referencias al movimiento Black Lives Matter. En Florida, un libro de biología fue retirado tras objeciones a sus capítulos sobre evolución y cambio climático.
A su vez, en julio de este año, cerca de 600 libros fueron retirados de las escuelas del Departamento de Defensa, que funcionan en bases militares dentro y fuera del país. Aunque las órdenes ejecutivas utilizadas para justificar la medida no mencionaban directamente los libros, sí limitaban el tratamiento de temas sobre diversidad, inclusión o identidad de género, e impedían que los centros “promovieran ideas contrarias a los valores nacionales”. Entre los títulos afectados se encontraban ABC of Equality, de Chana Ewing, y varios volúmenes de la serie Heartstopper, de la autora británica Alice Oseman. Las decisiones provocaron acciones legales por parte de algunos estudiantes y sus familias.
Según PEN America, “Florida lideró la nación con 2.304 casos de prohibición de libros durante el año escolar 2024-2025, debido a la aprobación de múltiples leyes imprecisas, la presión directa de grupos locales y funcionarios electos, y las amenazas a las licencias profesionales de los educadores si no cumplen”. Y, en general, en los últimos cuatro años escolares, se produjeron prohibiciones de libros en 45 estados y 451 distritos escolares públicos”. Decisiones que reducen el espectro educativo, que evitan la controversia antes que favorecer la comprensión crítica.
Las acciones en contra de la censura
A pesar del aumento de las restricciones, el estudio menciona que ya se han puesto en marcha acciones comunitarias y escolares que buscan proteger la libertad de leer, de expresarse e informarse. En varios estados se han organizado clubes de lectura, redes de apoyo a bibliotecarios y programas de donación de libros retirados. Organizaciones, estudiantes y autores participan en campañas y movilizaciones, entre ellas el Día de la Libertad de Leer, promovido el 11 de octubre.
En el cierre del informe, PEN America escribió: “Extendemos nuestro agradecimiento a los numerosos autores, docentes, bibliotecarios, madres, padres, estudiantes y ciudadanos que luchan contra la prohibición de libros, que alzan la voz en sus comunidades y que llaman la atención sobre estas problemáticas. Nos enorgullece acompañarlos en la defensa de la libertad de leer”.