Podría decirse que Daniel McNamee (A Coruña, 2001) nació destinado a jugar al balonmano. Desde pequeño se crió en el barrio de la Cubela y fue al colegio San Francisco Javier, “la capital del balonmano aquí en Coruña”, como él mismo define al pabellón. Fue cuestión de tiempo que empezase a practicar este deporte y que entrase a formar parte de las filas del Attica 21 Hotels OAR Coruña. 

Tras pasar por todas las categorías inferiores del club llegó al primer equipo, debutando en Primera Nacional. La temporada pasada se fue a León por estudios y este verano ha regresado al club de su vida aunque con una nueva faceta: la de preparador físico y entrenador de porteros, con la que afronta el reto histórico de acompañar a su OAR en División de Honor Plata diecisiete años después de la última aventura del club en esta categoría.

¿Cómo resume su trayectoria en el balonmano?

Yo soy de la zona del San Francisco Javier, del barrio de la Cubela y Monelos. Estudié en el San Francisco Javier y después fui a Monelos y desde que tuve la primera oportunidad de jugar a balonmano en primero de Primaria ya estuve ahí con el OAR. Pasé por todas las etapas con el club y después estudié INEF mientras jugaba en el OAR. 

En cuarto de carrera fui a León a hacer dos Másteres. Yo quería desconectar un poco del balonmano porque estaba un poco quemado y tenía una medio lesión, pero estando en León, que es una ciudad con tanta tradición, inevitablemente te llama el balonmano y acabé entrando desde otro lado. En lugar de ser jugador, entré como cuerpo técnico. Después de haber estudiado INEF, vi la necesidad de ejercer como ello. También lo disfruto, pero no hay sesión que no me pique el gusanillo. Es muy difícil decirle que no al OAR siendo el club de tu vida, y más después del ascenso.

Me llamó Carlos, me lo propuso y es muy difícil decir que no a tu casa y más cuando es algo histórico para el club 

Pero es una buena manera de juntar los dos mundos, ¿no?

Sí y más en casa, después de un ascenso y siendo una temporada histórica. Yo con Pablo (Aguirregabiria) escuchaba historias de cuando el OAR estaba en Plata y lo veía como una leyenda. Esto no deja de ser algo histórico para el club.

¿Por qué se decanta por el balonmano de pequeño?

Yo jugaba a todos los deportes y hacía todas las actividades que podía. Al final, la cercanía del pabellón con mi casa, me empujó a practicar el deporte de mi barrio imagino. Siendo San Francisco Javier la capital del balonmano aquí en Coruña…

¿Cómo fue esa conversación en verano para que se diera su vuelta?

Me llamó Carlos (Resch, presidente del club). Yo fui a la fase de ascenso como un aficionado más porque, aún estando en León, un evento así al lado de mi casa no me lo podía perder, y más siendo el OAR. Me llamó Carlos, me lo propuso y es muy difícil decir que no a tu casa y más cuando es algo histórico para el club por todo lo que significa. En León aprendí mogollón y me formé como entrenador. Me alegro un montón de haber estado allí.

Tengo un vínculo importante con los jugadores porque paso infinidad de tiempo con ellos y se crea una relación 

¿Diría que su carrera como jugador ya ha terminado?

No, no cierro la puerta. Al final, tengo 24 años y no puedo decir que no. Claro que me pica el gusanillo y ahora estoy bien, pero no se puede decir que no.

¿Qué opina de la profesionalización que está experimentando el OAR?

Cuando me llamó Carlos y estuvimos hablando, lo primero que hice como oarista fue darle la enhorabuena y decirle que me alegraba un montón de que el OAR esté creciendo tanto y que elogio su trabajo. La profesionalización es más que necesaria porque Plata ya es una liga profesional y lo requiere. Si queremos cumplir los objetivos y las exigencias, es más que necesario.

¿Cómo es su día a día con el equipo?

Estoy presente en todos los entrenamientos de gimnasio y de pista. Al final tengo un vínculo importante con los jugadores porque paso infinidad de tiempo con ellos y se crea una relación. A mayores tengo una relación muy estrecha con los porteros porque también soy entrenador de porteros.

Es una perspectiva diferente porque pasas de jugador a preparador físico y hay que saber llevarlo, pero es parte del trabajo de cada uno 

¿Sufre algún tipo de broma por su edad o el hecho de haber sido compañero de alguno de ellos?

Sí, vacile sano y normal. Teniendo 24 años y habiendo jugadores con más veteranía y experiencia, lógicamente es un tema de responsabilidad y gestión por parte del jugador y del entrenador, pero bien, siempre es un vacile sano. En el caso de Diego (Martínez) fue una de las personas que me escribió para convencerme de que viniera al OAR como preparador físico.

Precisamente Diego comentó que les metió mucha caña en pretemporada.

Sí, tocó darles caña. Es una perspectiva diferente porque pasas de jugador a preparador físico y hay que saber llevarlo, pero es parte del trabajo de cada uno. En muchos casos tengo mucha empatía con ellos, les entiendo perfectamente la situación, cómo se sentirían ellos o cómo me gustaría que fuera la situación si yo fuera jugador. Eso, sumado al diálogo que me gusta tener con ellos para que sean partícipes de las decisiones, creo que beneficia a todos.

Había momentos que no me lo creía y  después de la remontada épica del tercer partido de la fase se me cayeron las lágrimas 

¿Cómo valora el inicio de temporada del equipo?

La verdad es que es mejor de lo que habíamos pensado antes de empezar la jornada uno. Es fruto del trabajo del día a día, de currar todos los días y apretar los dientes en cada entrenamiento. Eso es lo que estamos haciendo, ir semana a semana y trabajando poco a poco.

Dijo que estuvo en la grada durante la fase de ascenso, ¿cómo la vivió?

Fue una barbaridad. Había momentos que no me lo creía y yo, que soy de llorar poco, después de la remontada épica del tercer partido se me cayeron las lágrimas. Estaba flipando, se me venían imágenes de todos los años que habíamos estado apretando por intentar ascender. Fue muy emocionante, una locura el ambiente y todo.