‘Furtivos’ hizo millonario a José Luis Borau. Costó 12 millones de pesetas y recaudó 400, que fueron en su mayor parte al bolsillo del … realizador maño, que por algo figuraba como director, coguionista, productor, distribuidor y actor. Ganó tanto dinero que se compró una casa en Los Ángeles y otra en Madrid, un majestuoso caserón cerca de Plaza Castilla que había pertenecido a Orson Welles. El filme permaneció en la cartelera madrileña ocho meses y ganó la Concha de Oro en San Sebastián dos semanas después de su estreno, el 8 de septiembre de 1975. Fue la primera película desde el final de la Guerra Civil que llegó a las salas sin la preceptiva licencia de exhibición, que le fue otorgada cuatro días después del estreno.
Tras proyectarse en el pasado Festival de Málaga una copia restaurada en 4K a partir del negativo original, cortesía de la empresa de Enrique Cerezo Video Mercury, ‘Furtivos’ -disponible en FlixOlé-, volvió al Zinemaldia para inaugurar la sección Klasikoak. Hace 50 años, con Franco todavía vivo, tres millones y medio de espectadores convirtieron en fenómeno sociológico un drama que derivaba de una imagen resonante para el director: la de Saturno devorando a su hijo en un cuadro de Goya. Borau y su coguionista Manuel Gutiérrez Aragón, por entonces militante del Partido Comunista, dinamitaron la imagen de España como «un bosque en paz», en desafortunada metáfora de Franco.
El actor y cantautor Ovidi Montllor encarna a un alimañero que vive con su madre en el bosque. Un día baja a la ciudad a comprar alambre para trampas y queda prendado de una menor que se ha escapado del reformatorio regido por monjas (Alicia Sánchez). Se la lleva a su casa, que también visita cuando va a cazar el gobernador civil (el propio Borau), al que alimentó con su leche cuando era bebé la madre celosa y terrible que encarna una inolvidable Lola Gaos.
Dos Españas, la de los vencedores y la de los vencidos; la de los funcionarios franquistas, serviles y aduladores, y la de los supervivientes que cazan para comer, la de las mujeres ‘perdidas’, la de los quinquis. «La gente acosada, la gente perseguida, la gente devorada en ese bosque oficialmente pacífico», describió Borau, que vendió la oficina de su productora, El Imán, para empezar a rodar sin tener el permiso administrativo. El cine de Buñuel, la pintura de Goya y Gutiérrez Solana y la literatura de Cela se funden en una fábula que la censura quiso masacrar.

Lola Gaos en ‘Furtivos’.

La negativa del director de ‘Tata mía’ le costó no competir en Cannes y Berlín, aunque no le quedó más remedio que suprimir un plano de desnudos y otro del Gobierno Civil. Para que no le acusaran de denigrar a la Guardia Civil utilizó agentes uniformados reales en las escenas en la que buscan a El Cuqui. Medio siglo después, las connotaciones incestuosas, la violencia atávica y la denuncia de un estado corrupto siguen perturbando como entonces.