Una ola de robos de libros antiguos ha sacudido a las bibliotecas europeas. Entre 2022 y 2023, al menos 170 volúmenes rusos y ucranianos, muchos de ellos de valor incalculable, desaparecieron de instituciones en Letonia, Polonia, Francia, Suiza y otros países. Los ejemplares sustraídos, estimados en más de 21 millones de coronas, incluyen obras de Alexander Pushkin, Mijaíl Lérmontov y Nikolái Gógol, pilares de la literatura rusa del siglo XIX.
El método era tan discreto como sofisticado. Bajo identidades falsas, los ladrones solicitaban acceso a colecciones restringidas, examinaban los libros con precisión milimétrica y luego se esfumaban. En algunos casos reemplazaron los originales por copias casi idénticas, desactivando las alarmas antes de marcharse. “Nunca habíamos visto algo tan organizado ni a tal escala”, reconoció la fiscal estonia Laura Bellen.
La magnitud del caso —bautizado por los investigadores como el “golpe Pushkin”— ha obligado a la Eurojust a crear un equipo especial con agentes de Francia, Lituania, Polonia y Suiza. Las autoridades no descartan que detrás de la red haya algo más que simples ladrones. “Un grupo de aficionados no podría ejecutar un plan tan complejo sin apoyo estatal”, aseguró el fiscal polaco Bartosz Jandy a The Guardian, medio que destapó la trama.
La elección de los títulos robados alimenta las teorías de una posible motivación política. Pushkin, considerado el padre de la literatura rusa, se ha convertido en símbolo del orgullo nacional que el Kremlin utiliza con fines propagandísticos. En Ucrania, su figura ha aparecido incluso en carteles en zonas ocupadas por tropas rusas, lo que ha añadido un matiz geopolítico al caso.
Las primeras detenciones apuntan a un grupo de ciudadanos georgianos. En 2022, Beqa Tsirekidze fue arrestado en Letonia con carnés de bibliotecas de media Europa y herramientas de restauración. Tras su condena, otros nueve compatriotas fueron identificados, entre ellos su esposa, que admitió haber colaborado en el traslado de libros hacia contactos en Viena.
El mayor avance llegó en 2024, cuando otro georgiano, Mikheil Zamtaradze, confesó haber sustituido los originales por falsificaciones y enviado los libros auténticos en autobús a Minsk, Bielorrusia. Su teléfono mostraba búsquedas sobre la casa de subastas rusa Litfund, que ese mismo año batió récords vendiendo un volumen de Pushkin por casi dos millones de coronas. Aunque no se ha probado su implicación directa, las coincidencias han avivado las sospechas.
Por ahora, ninguno de los 170 libros robados ha sido recuperado. Las autoridades europeas admiten que la investigación se topa con un muro: cualquier colaboración con Moscú parece inviable en el actual contexto de tensión. “Sin ayuda rusa, será casi imposible recuperarlos”, lamentó el fiscal Jandy. Mientras tanto, el misterio del “golpe Pushkin” sigue abierto y la sombra de intereses mayores planea sobre las bibliotecas del continente.