Triana vuelve a tener entre sus brazos a la Esperanza. Las calles del Polígono Sur son presa de la añoranza en esta tarde de sábado en la que sus vecinos comienzan poco a poco a ser conscientes de todo lo vivido. Temprano, muy temprano, salía … la Virgen de la parroquia de Jesús Obrero para comenzar el peregrinaje de regreso tras una misión cuyos frutos ya son palpables, pero que sólo valoraremos como es debido con el paso del tiempo. Un tiempo que echó a volar cuando, diez minutos antes de las ocho de la mañana, se echaba la Esperanza de Triana en la calle. Aún era de noche y buena parte del Polígono Sur no había despertado cuando la Virgen, radiante como el lucero de la mañana, comenzaba a despedirse tras dos semanas recibiendo el fervor de los vecinos a todas horas.

Los primeros compases del traslado fueron rápidos, como queriendo quitar rápido la tirita del adiós para que así duela menos. La Virgen avanzaba con paso firme, pero haciendo disfrutar a todos los presentes desde primera hora de la mañana con la gracia y la alegría que le caracteriza. Desde las altas y carcelarias rejas propias de la dura arquitectura del barrio se iban dejando ver cada vez más caras, miradas, teléfonos móviles. «De Pureza a mi casa jamás caminarás sola», rezaba la pancarta de un devoto que había engalanado su hogar con todo lo que tenía. La Virgen se lo premió deteniéndose en su puerta y dando unos pasos atrás con ‘Rosario de Montesión’. Como si aquello fuera la calle Pureza. Como era la calle Pureza décadas atrás, antes de que muchos vecinos tuvieran que marcharse y los turistas comenzasen a ser los máximos pobladores de los balcones de Triana.

La misión de la Esperanza no termina en Triana

Aproximadamente una hora tardó la Virgen en llegar a la frontera simbólica que el resto del tiempo aísla al Polígono Sur de Sevilla. Las andas dieron una vuelta de 360 grados en la ronda de la Oliva a modo de homenaje a todo el barrio, volcado desde el primer minuto. «¡Muchas gracias por todo, Esperanza!». El sincero agradecimiento de una vecina de las Tres Mil que vio a la Virgen marcharse por Torcuato Luca de Tena fueron las últimas palabras que el Polígono Sur compartió con la Esperanza de Triana antes de que abandonara definitivamente el barrio para cruzar bajo las vías de tren que separan de forma tajante e irremediable este barrio obrero y tantas veces marginado del resto de la capital hispalense. Con el primer arranque de nostalgia comenzaba la verdadera misión, la que se construye día a día.

La misión, con los más necesitados

El hospital Virgen del Rocío, muy cerca geografícamente del Polígono Sur, pero a un mundo en el imaginario de la ciudad, tan cruel a veces, marcaba el siguiente punto caliente de la jornada. El ágil ritmo de las andas por las calles de las Tres Mil tornó en un paso mucho más pausado mientras rodeaban el recinto del hospital hasta adentrarse en el mismo a sones de ‘Amarguras’. Unos minutos pasaban de las diez de la mañana cuando la Virgen alcanzaba finalmente la entrada del hospital infantil mientras buena parte del personal esperaba su llegada desde todos los puntos del edificio. La expectación era máxima. Los jóvenes pacientes, acompañados de sus familiares, recibieron a la dolorosa con emoción y los ojos clavados en ella coincidiendo con el final de ‘Reina la Esperanza’ cantado por el coro gaditano de La Salle-Viña.

Los fieles del Polígono Sur, con la Esperanza

Los fieles del Polígono Sur, con la Esperanza

Manuel Gómez

Ya picaba el sol en la explanada de acceso al centro hospitalario, pero más radiante brillaba la Esperanza, que tendía su mano para ofrecer con su pañuelo el consuelo a quienes más lo necesitaban. Los niños hospitalizados no ocultaban las sonrisas que iluminaban sus rostros, igual que sus padres no podían esconder las lágrimas al recibir pañuelos de la Virgen de parte de la hermandad. Decenas de médicos, enfermeros, auxiliares y celadores, algunos de ellos a los que ni siquiera les tocaba trabajar pero no quisieron perderse el momento, fueron testigos. Fue el momento más emotivo de la jornada.

Las historias de los pequeños eran desgarradoras. Como la de Manuel, un niño con espina bífida que ha pasado por quirófano en repetidas ocasiones. Él fue quien, al enterarse días antes de que la Esperanza iba a visitarlo, pidió a su madre que lo llevara a la puerta para poder estar frente a ella. «Le hacía mucha ilusión verla, y ha sido un momento precioso», expresaba con emoción su madre mientras guardaba las numerosas estampitas que les habían regalado los hermanos. Los versos de la nana de Santa Ana arroparon a los niños del hospital en la melancolía de ver marchar a la Esperanza.

A medida que iba avanzando el día, se iba sumando gente al traslado. El Porvenir estaba abarrotado como sólo ocurre en los grandes días de fiesta. Los balcones se encontraban repletos, las calles de frondosa vegetación eran un hervidero, y en los bares no se cabía para tomarse las primeras cervezas al llegar la hora del ángelus. La Esperanza lo desborda todo, como sintetizó a la perfección un cofrade después de que dos cantantes líricos ofrecieran sus voces a la Virgen en la calle Juan Pablos: «¡Hay que ver lo que forma cada vez que sale!».

Al filo de las dos cruzaba el parque de María Luisa bajo un sol de justicia y rodeada de una auténtica masa humana. Pese al gentío, cuando sonó el trío de ‘Pasa la Virgen Macarena’ se hizo un silencio rotundo, casi mágico. El colorido y la exhuberancia del regionalismo de Aníbal González lucían con más fuerza si cabe al paso de la Virgen de la Esperanza, que derrama luz por donde pasa, como escribió en su día el recordado Julio Pardo y ahora canta toda Triana, tal y como hizo mientras la imagen dejaba a un lado la plaza de España. Las lágrimas habían dejado paso a los goterones de sudor que resbalaban por la frente y la espalda de la multitud de cofrades congregados en torno a la Virgen, que comenzaba a aligerar el paso buscando la antigua fábrica de tabacos.

Visita al Rectorado y San Telmo

Allí fue recibida por la hermandad de los Estudiantes y por la Universidad de Sevilla, cuyos oficiales portaron las andas cuando se adentraron en el recinto del Rectorado. El entorno de la capilla universitaria estuvo cerrado al público general. Por tal motivo, sólo unos pocos pudieron contemplar a la Esperanza presentarse ante el Cristo de la Buena Muerte y la Virgen de la Angustia minutos después de que la banda de las Cigarreras interpretase su emblemática marcha de Abel Moreno sin menoscabo de la calidad musical pese a las horas acumuladas de traslado. Los fieles esperaban pacientemente en la puerta del Rectorado, a partir de donde ya no se separaron de la Virgen hasta dejarla en su casa.

Antes de eso, la Esperanza de Triana fue recibida a las puertas del Palacio de San Telmo por el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, y por varios miembros de su Consejo de Gobierno, como los titulares de Sanidad, Presidencia y Emergencias, Antonio Sanz, y la de Cultura y Deporte, Patricia del Pozo. El presidente, que acompañó a las andas en los instantes previos a la presentación y llamó a las mismas se acordó del motivo de la misión, el llevar a la Esperanza ante una parte de la población «más vulnerable para la que es motivo de satisfacción y alegría poder recibir a la Virgen en su barrio». Una saeta de José Luis Pérez Vera puso el broche a la visita de la Esperanza y casi al período de dos semanas que la Virgen pasaba al otro lado del río, algo insólito.

El puente de San Telmo se convirtió en la alfombra roja desplegada por el barrio de Triana para recibir a su faro, guía y estandarte tras dos semanas sumido en la bruma de la distancia. A partir de ahí, puente y aparte, con las apreturas habituales junto a la Esperanza por Betis, Troya y Pureza, que no entró hasta pasadas las seis y cuarto de la tarde.

Fueron tres calles después de tantas otras en las que los trianeros habían cedido a su Virgen al mundo. Aunque lo cierto es que la Esperanza no es sólo de los trianeros. Si algo ha quedado demostrado durante esta misión evangelizadora es que la Virgen de la Esperanza es de quienes más la necesitan, y un poquito de ella se queda con todos ellos. Con los humildes vecinos del Polígono Sur, con los viejos trianeros en la diáspora, con los niños enfermos del hospital. Con la madre que este sábado aseguraba en el Virgen del Rocío que «nosotros nunca hemos perdido la fe, pero la Virgen nos ha llenado de esperanza para seguir adelante». Misión cumplida.