Las casas de apuestas podrían haberse forrado. Morante de la Puebla se cortó la coleta en Madrid y el PSOE se abstuvo en una Iniciativa Legislativa Popular (ILP) que pedía retirar a la tauromaquia la consideración patrimonio cultural. Imposible sospecharlo. El precipitado final del morantismo deja huérfanos a una legión de jóvenes seguidores que pisaron por primera vez una plaza solo para verle a él. Los socialistas, a los 715.606 ciudadanos que firmaron la propuesta contra los toros.

La rebelión silenciosa de un puñado de dirigentes del PSOE provocó que la dirección del grupo parlamentario, por orden de Pedro Sánchez, pasara del voto a favor de su tramitación a la abstención. El cambio fue una herida de muerte. Sin su apoyo, la ILP decayó. Y en el sustrato de esa decisión está Morante, que ha hecho campaña activamente por Vox y en su última corrida le brindó un toro a Santiago Abascal y otro a Isabel Díaz Ayuso.

En los días previos a la votación, los socialistas de Euskadi, La Rioja, Castilla-La Mancha, Extremadura, Navarra, Andalucía y varias provincias de Castilla y León se organizaron para transmitir a la dirección que no se podía respaldar la ILP. En el grupo habían resuelto facilitar que se discutiera en el Congreso pero varias federaciones entendían que era un «error estratégico». Un «divorcio definitivo» entre el mundo de los toros y el PSOE que, además, iba a «dar oxígeno» a la derecha en el ámbito rural y en los territorios de tradición más taurina, explican en el partido.

El PP y Vox, señalan otras fuentes, lo iban a utilizar «a lo bestia y sin matices». Y contribuía a retirar el foco de otros asuntos, como la denuncia de la matanza en Gaza o la defensa del aborto, en los que el PSOE ha llevado y lleva la delantera. La sensación en estos territorios es que el Gobierno ha elegido «bien» los temas de confrontación con la derecha y la ultraderecha y que no se les podía regalar esta «batalla cultural».

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El secretario general del PSE, Eneko Andueza, y el de La Rioja, Javier García, fueron inicialmente los que más se movieron para parar la ILP con llamadas al resto de federaciones, que se tradujeron después en una presión colectiva sobre Ferraz, el propio presidente del Gobierno y la vicepresidenta primera, María Jesús Montero. Un movimiento discreto, con réplicas en el interior del grupo parlamentario, donde los diputados de estas federaciones también volcaron sus dudas.

Hubo «mucho debate interno» hasta el «último minuto», reconocen distintas fuentes. Esta iniciativa ciudadana bajo el epígrafe de No es mi cultura, representaba a unas 200 asociaciones animalistas y había recogido más de 700.000 firmas para derogar la ley de 2013 que considera la tauromaquia como parte del patrimonio cultural digno de protección en todo el territorio nacional. Contaba, además, con el respaldo de muchas de las formaciones que integran la mayoría parlamentaria del PSOE.

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Pero era, defienden en el partido, un «lío innecesario» en un momento en el que Morante, que se retiraría de los ruedos sólo unos días después, ha vivificado la tauromaquia. Desde el grupo parlamentario se apuntaba que permitir la tramitación no significaba después votar a favor. «Se trataba solo de quedar bien» con las organizaciones que impulsaban la ILP, destacan fuentes socialistas,. Y, añaden, «no es nuestro tema». Sumar, el socio de gobierno, con el «pijo progre» del ministro de Cultura, Ernest Urtasun, a la cabeza, «nos llevaban a rastras».

El PSOE, sostienen los contrarios a que se facilitara discutir esa ILP, «no es un partido antitaurino». La fiesta, subrayan, es también «identidad», «tradición» y posee un «poso cultural» en muchos lugares de España. Con elecciones a corto plazo, en marzo en Castilla y León y, previsiblemente en junio en Andalucía, muchos socialistas defendían que no se podía «abrir una nueva guerra cultural que podría ser aprovechada por la derecha».

El resultado de la presión interna fue que Sánchez comprendió el razonamiento que le hicieron llegar y en el último momento viró a la abstención. El mismo justificó el cambio en una entrevista esta semana en la Ser. «España es un país diverso» y el PSOE, mantuvo el presidente, es el partido que más se parece a España. El debate sobre los toros «no está resuelto dentro de la organización», destacó, y «hay militantes que están a favor, otros que están en contra, como lo está la sociedad española».

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Fue, sostienen en la organización, lo «más prudente». Al contrario del PP, que ha reabierto internamente y sin freno la discusión social sobre la interrupción del embarazo, el PSOE reflexionó en profundidad sobre la conveniencia de eliminar la protección cultural a los toros. Tal vez haya sido, uno de los últimos milagros de Morante. Obviamente, sin querer. Pero las revoluciones provocan efectos inesperados.

Las casas de apuestas podrían haberse forrado. Morante de la Puebla se cortó la coleta en Madrid y el PSOE se abstuvo en una Iniciativa Legislativa Popular (ILP) que pedía retirar a la tauromaquia la consideración patrimonio cultural. Imposible sospecharlo. El precipitado final del morantismo deja huérfanos a una legión de jóvenes seguidores que pisaron por primera vez una plaza solo para verle a él. Los socialistas, a los 715.606 ciudadanos que firmaron la propuesta contra los toros.