Recopilamos hoy varios libros de relatos cuya lectura recomiendo. Relatos de Manuel Moyano, Maite Núñez, Emma Prieto, Franco Chiaravalloti y Javier Fernández Gadea. Relatos que exploran las muchas caras de la realidad, la de los sueños y la imaginación, pero también la más pedestre, la del día a día, versiones de una misma verdad.
Uno de los cuadros de Goya que más me gustan es Perro semihundido. La cabeza de un perro asoma en un plano inclinado sobre un fondo ocre. Interpretaciones e historia de la pintura aparte (parece que en el original que se encontraba en la Quinta del Sordo –ahora en el Prado– el animal estaría mirando a dos pájaros que sobrevuelan), a mí el cuadro me inspira una enorme empatía hacia el perro, con esa mirada de abandono y de soledad. Quiero pensar que es la mirada no solo del perro, sino de todos los animales con los que compartimos la Tierra, esta casa en la que vivimos de alquiler y hemos expoliado. Nosotros, la especie humana, sí que somos una especie invasora. Tengo una reproducción en mi escritorio y estos días pasados, cuando he mirado al perro, lo que me salía más que nunca era pedirle perdón.
En su mirada veo la de todos los animales.
Perdón porque el partido que nos gobierna, el PSOE, que se dice de izquierdas y ecologista, ni siquiera ha permitido que se tramite la ley para que la tauromaquia no esté protegida como bien cultural y, por tanto, no se desvíen fondos públicos a esta tortura (en torno a unos cinco millones de euros, solo en la Comunidad de Madrid). La iniciativa contaba con más de 600.000 firmas, un grito popular que dice basta a una tradición carpetovetónica que representa a una España en la que no me reconozco. Un partido, el PSOE, que mete miedo porque solo hay dos alternativas, o ellos o Vox, y ni siquiera es capaz de permitir la tramitación de una ley que nace del pueblo. Esta connivencia del PSOE con los sectores más reaccionarios del país la hemos visto en numerosas ocasiones, como con la Ley de Bienestar Animal. ¿Cómo se entiende que se dejase fuera a los perros de caza? Ya sabemos el talante de los cazadores, hermanitas de la caridad para con los perros.
El perro de Goya, con esa mirada de soledad, me recordó al protagonista de La casa de la calle Ulloa, uno de los relatos que integran La versión de Judas, de Manuel Moyano, aunque en este relato hay una vuelta de tuerca muy interesante. He agradecido mucho la lectura de este libro que explora lo fantástico, la imaginación, una manera diferente de mirar de frente a esta realidad que nos pesa tanto. Son cuentos de factura clásica y novedosa a la vez, con ecos de Calvino, Cortázar o de Borges, por citar solo algunos nombres del panteón de los cuentistas ilustres. Con un gran manejo del humor y de la ironía, Moyano introduce en sus cuentos una mirada crítica hacia el poder, ese animal de múltiples cabezas: la de la economía, la ambición y las grandes corporaciones o la política. El libro está publicado por Talentura, una editorial pequeña, resistente, con un empeño por el relato corto y la buena literatura que merece toda mi admiración.
La realidad tiene muchas caras, está la de los sueños y la de la imaginación, pero también la más pedestre, la del día a día, versiones de una misma verdad. Como la que nos trae Maite Núñez en Esta espera que lo envenena todo (Editorial Base). Si John Cheever se inventó varios nombres (Shady Hill, Bullet Park) para los suburbios a los que convirtió en metáfora de un modo de vida y supo extraer todas las debilidades de los humanos entre vasos de whisky y nadadores de piscinas, Núñez ubica sus historias en otro lugar imaginario, San Cayetano. Nos pasamos la vida esperando, ¿esperando a qué? en último término a la muerte, claro. Bajo esta premisa construye Núñez sus relatos, sólidos y llenos de humor, con una radiografía muy precisa de este barrio/pequeña ciudad en la que viven chicas solitarias, ex parejas , mujeres que quieren quedarse embarazadas a toda costa. No oculta esta narradora barcelonesa sus deudas literarias, Cheever, Carver o Calcedo, a quienes rinde un precioso homenaje en un libro lleno de humanidad y una mirada sabia, en la mejor tradición chejoviana.
A veces la fantasía se funde con la realidad y es difícil separar un ámbito del otro, como en los relatos de Días de luces y cactus (Eolas). ¿Acaso no son lo mismo?, nos interpela de alguna forma Emma Prieto en estos cuentos que transitan por lo cercano y lo inesperado, en un retrato de nuestra sociedad desde distintas ópticas. Humor, ironía, mucha ternura, y una prosa elegante con aliento poético, así son las historias de esta nueva colección de cuentos de la escritora madrileña, narradas muchas veces por una primera persona que muestra su asombro y su perplejidad, ante el mundo, un mundo que nos sobrepasa y nos pesa como una losa. Historias que registran las luces y las sombras de la existencia, la belleza que nos protege del pinchazo de los cactus.
Los existencialistas utilizaron el teatro para plasmar el vacío, cómo edificar nuestra vida a partir del absurdo de la vida. Como en un teatro, la existencia es una obra de teatro, una representación en la que cada uno ha de construir su papel. Por ejemplo, en Kean, de Sartre, que leía cuando era adolescente en la edición de Alianza. Me ha recordado esta obra el último libro de cuentos de Franco Chiaravalloti, El teatro perpetuo (Tres Hermanas), en el que el escritor argentino afincado en Barcelona bucea en los claroscuros de las familia. Todas las familias felices se parecen, pero las infelices lo son cada una a su manera, decía el narrador de Anna Karenina, de Tolstói. Nunca estuve de acuerdo con esta frase hipnótica que abre esta obra maestra, y creo que la propuesta de Chiaravalloti va también en sentido contrario a Tolstói. En El teatro perpetuo encontramos historias narradas con una prosa deslumbrante en las que los personajes transitan por una cuerda floja, unidos al cordón umbilical de la familia, que a veces es una cuerda a la que aferrarse y, en otras ocasiones, nos asfixia.
Las dos citas iniciales, una de Ursula K. Le Guin y otra de Joyce, fantasía y realismo, nos dan una idea de las dos patas sobre las que se mueve Nómadas (Eolas), de Javier Fernández Gadea, un libro de cuentos con una impresionante variedad de registros literarios, con el humor como aliado. El nomadismo de estos relatos, tanto en su concepción formal como de las historias que cuenta, en los que están muy presentes el viaje y el arte, son un buen ejemplo de lo que debería ser el género en este primer tercio del siglo XXI.
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Narrador y profesor de escritura creativa. Autor de novelas, ensayos y libros de relatos. Creo que hay pocas cosas que aporten tanto sosiego y que enriquezcan tanto como leer al abrigo de un árbol, en medio del bosque. En silencio. De eso escribo en Área de Descanso.
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