El pasado domingo 12 de octubre se vivió en las Ventas una tarde que pasará a la historia de la Fiesta Nacional. José Antonio Morante Camacho, conocido como Morante de la Puebla, se quitaba la coleta. En «Los Reporteros» analizamos si figura.

Con lágrimas en los ojos ponía punto final a casi tres décadas como matador de toros. Con lágrimas en los ojos ponía punto y final a casi tres décadas como matador de toros. Se despidió dejando su sello con una faena memorable. Cortó dos orejas. Saliendo por la puerta grande, por segunda vez en esta temporada, con el público madrileño rendido a su arte. Compañeros, críticos y aficionados lloran su retirada. 

Ni siquiera su madre, Pepi Camacho sabía lo que Morante iba a hacer tras su faena. Habla en exclusiva para este programa. «Cuando yo reaccioné digo: por esto no hay que tener sentimientos. Él se ha quitado la coleta, pues que no toree más. Está toreando desde que tenía 9 meses. Si ahora se la ha quitado, pues mira, ya ha cumplido. Y ha salido de lo que le ha pasado ahora mismo… Ha salido bien. Pues ya está. No pasa nada. Yo decía: dios mío, mi niño se va a quedar vacío; a lo mejor se va a poner peor»

Todo indica que la decisión de retirarse la toma horas antes. Hace quince días le preguntábamos por su retirada y esto nos decía. «Mi edad ya no es la de un niño. Y bueno, pues, los compromisos fuertes cuestan trabajo de afrontarlos, pero esperé a que termine la temporada y ya veremos»

Pero necesita priorizar la salud y centrarse en el tratamiento de la enfermedad mental que padece. Un trastorno disociativo diagnosticado cuando tenía 22 años y que afecta a la memoria, la identidad y la percepción de la realidad. Su madre explica que «esta enfermedad si tú tienes preocupaciones, no se acaba nunca. Está viendo en Portugal sus médicos y ha ido para allá y quiera dios que le vengan mejor las medicinas, que se relaje un poco. Por lo menos en los toros».

Necesita, está claro, descansar, reajustar el tratamiento psiquiátrico, que no se puede hacer en activo. Y había que parar. Y ha sido un poco un sobreesfuerzo físico y psíquico tremendo, o sea, ahora de momento, parar.

Aficionados y críticos taurinos, consideran que no se retira un torero más, si no uno, que ha traspasado de largo, la línea de lo excepcional. Banderillea como nadie. Recibe a porta gallolas como nadie, gira verónicas como nadie, con la mano izquierda al natural. Morante maneja todos los tercios con una capacidad y pureza inigualables.

Seguramente no ha habido en la historia un torero que haya toreado mejor que Morante de la Puebla. En esta temporada, de momento, la última, ha sido algo inalcanzable, inconmensurable. Con un punto de inmolación frente al toro. Morante ha sido torero artista, valiente como el que más en los últimos años, más todavía, y ha tenido el don del arte. Eso es nacer así, cuentan los críticos.

Una regularidad en el arte que es absolutamente insólito en la historia del toreo. El toreo de arte iba ligado a la palabra irregularidad. Lo que ha conseguido Morante desde la pandemia a estos años es algo absolutamente histórico. Y lo de este año, bíblico. Una tauromaquia que es el compendio de todas las tauromaquias que hemos conocido. Morante asimila los toreros del pasado y es torero de vanguardia.

No es que copie a nadie. Te pega unos lances y dices Rafael de Paula; una verónica y dices me recuerda a Belmonte; le da con capote a una mano… y Joselito… Es irreemplazable. No hay nadie capaz de llenar el hueco de Morante.

Su madre nos cuenta que con tan solo 5 años Morante lloraba porque los reyes no le traían lo que más quería, un traje de torero. Atesorado lleva 42 años y nos lo muestra. Su primo y mozo de espadas nos cuenta que su amor por los toros empezó siendo un juego. «Jugábamos en esta calle que es más tranquila que la principal. Nos embestíamos un rato cada uno, pero el que más afición tenía era él, tenía esa cosa en la cabeza».

Nunca fue a una escuela taurina, aprendió en el campo. Con nueve años debutó como becerrista en esta plaza de La Puebla del Río. Los vecinos se acercaban para comprobar si lo que decían del joven Morante era cierto. 

Ya en 1996 en Canal Sur nos fijamos en el joven novillero. Se le veían cosas muy interesantes. Su carrera fue fulgurante. Sin tener cumplidos los 18 toma la alternativa en Burgos. César Rincón fue su padrino y su testigo Fernando Cepeda. Cortó una oreja a cada uno de sus toros.

Su mayor gesta se produce en La Maestranza de Sevilla en 2023 cortando el rabo a Ligerito. Trofeo que hacía más de 50 años que no se otorgaba a ningún matador de toros.

Ese día fue la culminación de este niño que quería ser torero y tenía arte. Cortar un rabo es muy difícil y alguien puede decir «no se lo merecía». No hubo discusión. Quizá la faena más perfecta que he visto en millones de faenas.

Además de su arte en los ruedos los críticos destacan su capacidad para atraer al público más joven a las plazas. Esto es historia del toreo, el mejor del siglo XXI.

Sin estrategia mediática, sin departamento de comunicación, ha sabido conectar con una generación de chavales que veían la tauromaquia con perspectiva lejana. Se coleccionan cromos de Morante de la Puebla. Un hombre de 46 años se ha convertido en un ídolo total. La autenticidad de Morante, lo genuino, explica que haya impactado entre los chavales.

Desde el punto de vista empresarial hay consenso en que su retirada va a pasar factura a las taquillas. Un verdadero drama para montar las ferias del año que viene. Se va a notar porque se había montado hasta un ‘tour Morante’ para seguirlo por todas las plazas.

Se ha convertido en un torero taquillero. Sus entradas se acababan antes que las de Roca. Es inaudito. El fenómeno del morantismo ha sido un tsunami esta temporada en España.

Y ahora sólo hay una pregunta que todos los aficionados se hacen: ¿volverá?.