Domingo, 19 de octubre 2025, 07:18
El otoño firma un nuevo regreso al territorio áspero de Nebraska. Bruce Springsteen vuelve al silencio que una vez lo salvó del ruido, y a la habitación donde entendió que la fama también puede sonar hueca y que la verdad artística, a veces, solo se encuentra en soledad.
Su sexto álbum de estudio reaparece cuarenta años después, y con él vuelve la certeza de que el camino más largo puede recorrerse en una habitación vacía, con una guitarra, una grabadora y ninguna banda detrás. Un recordatorio de que la grandeza también nace de lo austero, de lo íntimo y de lo descarnado.
El regreso no es solo simbólico. El día 24 el disco se reedita en una edición ampliada, mientras que los cines acogen el biopic ‘Deliver Me From Nowhere’ que explora su génesis. Lo hace en otoño, el mismo clima emocional que inspiró a Springsteen cuando decidió bajar el volumen tras el éxito abrumador de ‘The River’ (1980) y su primera gran gira mundial. Aquel triunfo dejó tras de sí una mezcla de soledad, desconfianza y vacío, y el comienzo de una depresión. El vértigo del reconocimiento lo empujó hacia adentro: se apartó del brillo del éxito, la fama se quedó fuera de la habitación, y volvió a sentirse más cerca de los márgenes de la sociedad estadounidense que de los escenarios, los mismos que reconocía en las carencias personales arrastradas desde su infancia. ‘Nebraska’ fue, en muchos sentidos, un camino hacia sus traumas: un intento de entender la raíz del silencio y del dolor que lo acompañaban.
En realidad, Springsteen nunca tuvo un vínculo biográfico con el estado de Nebraska. El título del álbum funciona como metáfora de un territorio interior, un paisaje mental que refleja su estado anímico. Gran parte del disco está anclada en su infancia y en los años cincuenta en blanco y negro: en los recuerdos de los silencios de un hogar obrero, las películas, los coches y los paisajes que marcaron su mirada del mundo. En aquella América de comienzos de los ochenta, bajo la presidencia de Ronald Reagan —quien había asumido el cargo en enero de 1981—, el país iniciaba un nuevo ciclo político que prometía optimismo y prosperidad. Pero ‘Nebraska’ miraba a otro lado. Era la otra cara de esa desilusión, la de una nación que había abandonado a sus trabajadores, los mismos que Bruce veía reflejados en las carencias que arrastraba desde niño.
Desilusión y apostasía
Springsteen eligió mirar hacia los bordes oscuros del sueño americano donde este no llegaba, en una especie de desilusión o apostasía que se filtra en cada carretera vacía y personaje quebrado del disco. Los personajes de ‘Nebraska’ no proceden del Estados Unidos de Reagan, aunque ese contexto les diera refugio simbólico. Son figuras suspendidas entre épocas: pertenecían tanto al pasado como al presente, y siguen sangrando por la misma herida. Brotan de la memoria de Springsteen, pero hablan de un país que nunca terminó de cambiar. Fantasmas de una América que no termina de reconocerse.
‘Nebraska’ no fue solo un cambio estilístico, sino una respuesta artística temprana al contexto reaganista, un espejo oscuro frente al optimismo oficial. Mientras Washington prometía prosperidad, Springsteen retrataba una América invisible, hecha de trabajadores desplazados, y de hombres y mujeres que ya no tenían sitio en el sueño.
El disco fue un camino hacia sus traumas: un intento de entender la raíz del silencio y el dolor que lo acompañaban
El álbum se abre con la canción homónima, que marca el tono emocional. Inspirado en los asesinatos de Charles Starkweather en 1958 y en la película ‘Badlands’, despliega una galería de relatos con personajes rotos: el criminal sin remordimientos, el trabajador endeudado de ‘Atlantic City’, el policía dividido entre la ley y la sangre en ‘Highway Patrolman’, el fugitivo temeroso de ‘State Trooper’, o el hijo que regresa a una casa paterna convertida en sueño inalcanzable en ‘My Father’s House’. En ‘Used Cars’, en cambio, la mirada infantil sobre una familia obrera revela, con ternura y crudeza, la vergüenza de clase y el desencanto.
En todas esas voces se filtra la historia de un país, pero también la suya propia: la distancia entre la promesa y la realidad. Esa fractura sería la semilla de toda su obra posterior.
El disco fue compuesto en cuestión de dos meses y grabado en una simple cinta de casete, con una grabadora de cuatro pistas TEAC TASCAM 144 Portastudio, a solas en un dormitorio de una casa que alquiló en el embalse de Swimming River, en Colts Neck, Nueva Jersey. Una zona semirrural, con granjas, campos abiertos y carreteras secundarias. Solo su voz, un micrófono Shure SM57, su acústica Gibson J-200 y su armónica. El disco está atravesado por el efecto de eco generado con un Echoplex, un delay analógico que aporta ese sonido característico y reverberante. El resultado fue un álbum austero, sin batería, bajo ni arreglos, que rompió completamente con el sonido expansivo de los predecesores ‘Born to Run’, ‘Darkness…’, ‘The River’ o ‘Born to Run’. Fue directamente masterizado tras varios intentos fallidos de mezclarlo en el estudio.
Dos discos casi a la vez
El álbum fue aclamado con el paso del tiempo, aunque la crítica tardó en entenderlo. Medios y público, acostumbrados al rock potente de Springsteen, esperaban otra cosa y recibieron ‘Nebraska’ con sorpresa e incluso desconcierto. Hubo quien lo tildó de deprimente, anti-comercial, e incluso de colección de maquetas más que de álbum acabado. Otros lo compararon con Bob Dylan o Johnny Cash, por su tono moral y narrativo y la crudeza de su storytelling. Pocos entendieron entonces que no era un desvío, sino un punto de partida. En realidad, muchos ni siquiera conocían la ‘prehistoria’ del disco.
Paradójicamente, en esos mismos meses de aislamiento creativo, Springsteen no solo grabó las diez canciones que formarían ‘Nebraska’, sino también con los bocetos de varias canciones que acabarían formando ‘Born in the U.S.A.’. Ambas obras nacieron casi a la vez, como las dos caras de una misma moneda. En el mismo dormitorio donde susurraba sobre desamparos y carreteras vacías, empezaban a gestarse los himnos que después llenarían estadios. En cualquier caso, la dualidad resume un momento único.
Para llegar a ese otro disco, Springsteen tuvo antes que atravesar el silencio. Como un Odiseo moderno, renunció a todo para reencontrar su centro. ‘Nebraska’ fue su acto de liberación: un gesto de talante punk y político en su desnudez. Un viaje hacia dentro que le permitió sobrevivir al vértigo del éxito y regresar distinto, dispuesto a cantarle de nuevo a un país que seguía sin encontrarse consigo mismo.
Dos años más tarde, con ‘Born in the U.S.A.’, Reagan y otros políticos intentarían apropiarse del mensaje aparentemente patriótico de la canción que daba título al disco, sin advertir que detrás de la bandera ondeaba una crítica amarga a ese mismo país. Pero el disco ya lo había anticipado: en el reverso del sueño americano siempre hay una carretera vacía y la sombra del desencanto.
Con el tiempo, ‘Nebraska’ fue reconocido como el eslabón más íntimo y literario de la carrera de Springsteen. Hoy figura en casi todas las listas de «los mejores álbumes de los ochenta» y «los grandes discos minimalistas del rock», e influyó en músicos de géneros muy distintos —folk, rock alternativo, música americana–, como contemporáneos, de Bon Iver a Beck.
Más de cuatro décadas después, sigue resonando la voz grabada en una habitación vacía, hablándole al corazón oscuro de una nación que aún no se ha encontrado a sí misma. Con la reedición del álbum, el libro de Warren Zanes y la película que llega ahora, regresa como advertencia y espejo: la América que retrató entonces sigue ahí, esperando que alguien escuche su historia.
‘Nebraska ’82: Expanded Edition’ será un box set que contará con cuatro volúmenes: ‘Nebraska Outtakes’ o tomas descartadas rescatará rarezas y grabaciones caseras de aquel año; ‘Electric Nebraska’ reúne las célebres sesiones con la E Street Band; un tercer volumen que recoge el recital íntimo en el Count Basie Theatre; y un cuarto, una nueva remasterización del álbum original. El concierto filmado se incluirá también en Blu Ray.
En la película, Jeremy Allen White es Springsteen. Tuvo que cantar ‘Mansion on the Hill’ y él mismo aprobó su interpretación –destaca su faceta vocal–, como Dylan lo hizo con Timothée Chalamet años antes. De momento se conoce que no será un biopic al uso y acompañará al espectador dentro de la habitación vacía donde nació ‘Nebraska’ en el otoño de su vida.
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