Una joven se encuentra atrapada en un búnker bajo tierra con otras 38 mujeres. Detrás de los barrotes varios guardias las observan y se aseguran, mediante el chasquido de un látigo, de que todas se comporten como ellos quieren, evitando que se toquen, se peleen o dejen de comer. Es la única realidad que ha conocido la protagonista, puesto que cuando las encerraron, ella era muy pequeña. El resto de mujeres, sin embargo, habla de sus vidas pasadas, de sus antiguos amores o de sus familias.
Es el punto de partida de una novela escrita hace décadas y que ahora ha llegado a la lista de los más vendidos. Yo que nunca supe de los hombres, de Jaqueline Harpman es una distopía que se publicó en Bélgica en 1995 y que pasó sin pena ni gloria por las librerías. Ahora, la obra ha vuelto a las manos de los lectores a través de las redes.
¿El motivo de su reciente éxito? Dua Lipa y su club de lectura. La cantante y fundadora de Service95 utilizó su plataforma para recomendar un libro que según ella es “un profundo comentario sobre el género y la identidad, en el que una joven logra escapar de su confinamiento y se embarca en un viaje de autodescubrimiento. Sugestiva y emocionante, es un clásico distópico moderno”. La cantante hizo lo mismo con La casa de los lamentos de Helen Garner, publicada en España por Libros del KO, o con la ya famosísima primera novela de Alana S. Portero, La Mala Costumbre.
En las redes sociales, ha cogido fuerza entre las más jóvenes con Booktok, un hashtag con el que miles de usuarios pueden recomendar o hablar de libros hasta encontrar su nicho de interés. Una de estas personas es Estrella Alonso, escritora, actriz y creadora de contenido literario en su cuenta @etoilesinde. Para ella el impacto de las redes sociales es positivo para la literatura ya que “gracias a ellas, este bum de la literatura no se centra solo en lo comercial, sino que se pueden ver propuestas mucho más literarias”. Según el barómetro de Hábitos de Lectura de 2024, un 75,3% de los jóvenes de entre 14 y 24 años lee en su tiempo libre.
Estas cifras contrastan con la división ideológica que está viviendo la juventud. Según el informe de Juventud de España del 2024 del Ministerio de Juventud, las mujeres son cada vez más de izquierdas, con un 45% de las jóvenes entre 20 y 29 años definiéndose así, mientras que los hombres se ubican en el centro-derecha, con un 8% de ellos declarándose como votantes de ultraderecha. Esta ideología se caracteriza por el antiintelectualismo (solo hay que ver la actitud de Trump en contra de la universidad) y el rechazo a actividades académicas como la lectura. El franquismo comenzó así, quemando libros.
El movimiento Booktok supone así una forma de resistencia. Precisamente, Alonso destaca cómo las redes intentan hacer frente a la ola ultra haciendo uso de los propios ataques del antifeminismo. “Hay bastantes creadoras que usan el humor y la cultura para conseguir lanzar mensajes profundos, así consiguen que te quedes y que captes el mensaje. Siempre funciona muy bien apropiarse de lo que el otro usa en tu contra, usas los insultos y les das la vuelta, también hay que reivindicar a través de eso”, argumenta Estrella Alonso.
El éxito de la novela de Harpman se enmarca por lo tanto en una parte de las redes que huye del mero entretenimiento para buscar también una reflexión sobre cuestiones que afectan a la sociedad o a los jóvenes. La Dra. Andrea Ruthven, profesora de UIB de estudios ingleses, asegura que el momento social hace que el lector pueda entender la novela y hasta sentirse visto. “La cuestión de que sea la historia de unas mujeres en un ambiente hostil que tienen que buscar la manera de llevar su vida con sentido, para que signifique algo, es un tema que nos interesa como sociedad desde hace mucho”, razona.
La ofensiva contra el feminismo
En la novela de Harpman, varias mujeres se encuentran encerradas sin saber cómo ni por qué y juntas deben tratar de encontrar respuestas en una realidad sin sentido. Que una historia así haya vuelto a las librerías de todo el mundo no es casualidad. Actualmente las mujeres ven cómo derechos que ya creían conquistados, se esfuman o penden de un hilo. Según explica Ruthven: “El momento neoconservador que vivimos ahora está siendo muy potente y amenaza con quitarnos los avances del feminismo, lo que hace que valoremos este tipo de novelas más”, argumenta.
Algo parecido sucedió con El Cuento de la Criada de Margaret Atwood, según Sara Martín, profesora de literatura inglesa en la UAB especializada en Ciencia Ficción y masculinidades. Era el año 85 y hacía unos seis años que se había caído el régimen de Irán. Frente al país había una dictadura radical islámica que dejó a las mujeres sin prácticamente ningún derecho. El Ayatola Jomeini tomó medidas como la anulación de la Ley de protección de la familia o la reducción de la edad adulta hasta los 9 años, es decir las niñas podían ser dadas en matrimonio o detenidas por cometer un delito.
A la vez que esto sucedía, en Estados Unidos se hacía más y más fuerte el fundamentalismo cristiano, un movimiento ultraconservador que surgía del protestantismo cristiano americano y que rechazaba radicalmente el feminismo. Atwood, de origen canadiense, seguía de cerca este avance y quiso advertir de las consecuencias a las que podían llevar el neoconservadurismo. Tampoco es coincidencia que la novela volviera a las listas de más vendidos cuando Trump llevaba dos años en el cargo.
Las novelas distópicas sirvieron entonces como advertencia y siguen cumpliendo esa función ahora. Como Ruthven, la profesora de la UAB coincide en el reflejo que supone la novela con el momento actual. “La involución del feminismo en Estados Unidos está siendo brutal, están mucho peor que en España. La distopía por lo tanto responde a un momento de desesperanza por el que nos están quitando derechos”, manifiesta Martín.
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Los libros de Los Juegos del Hambre, escritos por Suzanne Collins o de Divergente, de Veronica Roth, son dos de las más populares dentro del género, con más de 100.000 millones y 35 millones de copias vendidas cada una. Ambas siguen la misma estructura: en una sociedad completamente controlada por el estado surge una inesperada heroína que pretende poner en jaque el orden social. En la novela de Collins, Katniss Everdeen se presentaba a un reality basado en la supervivencia en lugar de su hermana para así evitar la muerte casi segura de la pequeña. En Divergente, la protagonista era Beatrice Prior, una mujer que trataba de sobrevivir en una sociedad separada por facciones según las virtudes de cada persona.
¿Qué hizo que el público conectara tanto con ambas obras? La conclusión a la que llegan las profesoras Nora Peterman y Rachel Skrlac, de la Universidad de Missouri, es que tiene que ver con las experiencias que viven las protagonistas. Con el aumento de la violencia social y política, los lectores se ven reflejados en una realidad que, aunque parezca extrema a la suya, no es tan diferente. Las investigadoras han comprobado que las distopías sirven como advertencias de los miedos que ocupan la mente de los jóvenes, que ven cómo las injusticias avanzan sin control.
“En los últimos años, las novelas distópicas nos atraen mucho, ya que son obras que plantean posibles futuros como sociedad, cuando estamos viviendo momentos inciertos a muchos niveles, tanto medioambientales, económicos o sociales. Este género nos acerca a posibles futuros y nos hace preguntarnos a dónde nos llevará esa necesidad o curiosidad”, zanja Ruthven.