Cuando a Cati Bestard le regalaron cinco carretes fotográficos caducados en 2008 no imaginaba que aquel material en desuso acabaría convirtiéndose en el motor conceptual de su nueva exposición. Ese año, símbolo de la quiebra del sistema financiero y de la crisis global, marcó el punto de partida de una reflexión sobre la fragilidad de las cosas, la imperfección o la pérdida de control. Ahora, las imágenes resultantes —borrosas, veladas o incluso irreconocibles— se podrán ver hasta finales de diciembre en el centro de La Misericòrdia, que gestiona el Consell insular, bajo el título de Lapse.
«Cuando utilicé los carretes, el estados de los componentes hizo que cada uno reaccionase a su manera. Algunas fotos están más veladas que otras, cada uno reaccionó de manera distinta. Hay imágenes que son formas casi abstractas mientras otras dejan entrever fragmentos reconocibles de lo fotografiado», señala Bestard.
La muestra, comisariada por Pilar Rubí, es la primera individual de Bestard en la Isla, después de haber presentado en 2024 un fotolibro, Ca s’Abuela, en el que abordaba también el concepto de error y la manipulación del proceso fotográfico como herramienta creativa. «Pese a ser fotógrafa, mi trabajo no es figurativo. Me interesa más el proceso que la imagen final», apunta. La fotógrafa se centró, a la hora de tomar las imágenes que forman parte de la exposición, en «rincones del estudio y fragmentos de mi vida cotidiana», pese a que su interés, más allá de lo fotografiado, se centraba en «complejizar el proceso».
Las fotografías se presentan adosadas a estructuras de madera diseñadas con las mismas proporciones que las historias de Instagram, en un guiño contemporáneo a la cultura visual y a la red en la que se comparten las fotografías por excelencia. «Queríamos buscar un display distinto que dialogara con la forma en la que hoy consumimos imágenes», matiza Rubí, quien describe las piezas como «formas gelatinosas y orgánicas que recuerdan a moluscos».
Entre las obras expuestas en La Misericòrdia se encuentra una imagen menos abstracta, situada al final del recorrido y casi escondida tras una columna, que funciona como un cierre discreto del conjunto. «Es la única imagen que no está ampliada, es como una muestra de lo que fue la imagen original. Funciona por contraste con las otras», coinciden la comisaria y la artista.
Catálogo
El proyecto se completa con un catálogo que reúne la totalidad de las obras de la serie y va acompañado por un texto de Rubí. «Tuvimos que seleccionar las piezas para la exposición, pero en el catálogo están todas las que forman la serie. No descarto ninguna imagen porque todas forman parte de la idea y del concepto con el que trabajé», afirma Bestard, que presenta una mirada poética sobre el error y sus consecuencias, a la vez que muestra la potencialidad del lenguaje fotográfico más allá de la simple reproducción, donde cada imagen nace de aquello que no se puede controlar.