Estupefacción nacional. El Louvre, Museo Nacional, el museo más visitado del mundo, antigua residencia de los reyes de Francia, ha sido víctima, este domingo, de un robo de joyas que sorprende, así mismo, por la espectacular facilidad con la que se consumó el … atraco por un valor económico desconocido y un valor simbólico excepcional.

Hacia las 9.45 horas de la mañana, cuando una larga hilera de visitantes esperaban entrar por la muy estrecha entrada de la pirámide instalada en el antiguo «patio real» del museo, varios ladrones, encapuchados, entraron en el museo por una ventana, frente al Sena, utilizando un montacargas empleado por los obreros que realizan obras de rehabilitación desde hace años.

Los ladrones entraron en el museo sin «problemas» ni obstáculos, robaron un «tesoro» en joyas preciosas de un valor económico todavía desconocido, y pudieron huir, en moto, utilizando las vías de circulación que funcionan por las orillas del Sena. Policía y servicios de seguridad reaccionaron con una eficacia tardía.

La Policía francesa, junto al montacargas utilizado por los ladrones para entrar al museo

La Policía francesa, junto al montacargas utilizado por los ladrones para entrar al museo

Reuters

La dirección del museo, se limitó a anunciar que el Louvre estaría cerrado «todo el día», por razones «excepcionales». Rachida Dati, ministra de cultura, hizo esta declaración una hora corta después del robo, sin precedentes: «No hay heridos por lamentar. Me encuentro en el museo, acompañada de la direccion y los servicios de seguridad. Estamos haciendo las constataciones imprescindibles para tomar las medidas apropiadas».

Según recogen los medios franceses, los delincuentes robaron nueve piezas de joyería que estaban expuestas en la galería Apollon, pertenecientes a la colección de joyas de Napoleón y la Emperatriz. Le Parisien advierte, además, que uno de los objetos robados habría sido encontrado en los alrededores del museo y que las investigaciones apuntan a que podría ser la corona de la emperatriz Eugenia, que se habría roto.

No era un secreto que el gran museo nacional, el museo más visitado del mundo, atravesaba, desde hace años, una gran crisis de fondo y forma.

Las entradas al Louvre, por la «rue» de Rivoli y la pirámide en vidrio, instalada en el antiguo «patio real», se quedaron anticuadas, hace años. Los ocho millones de visitantes del año pasado tuvieron que hacer grandes y muy largas colas, para entrar, apiñados, en un museo legendario, tras esperar entre treinta y sesenta minutos, a la intemperie, con frecuencia. Las idas y venidas por las grandes salas reclaman mucha paciencia. Contemplar la Gioconda, unos segundos, requiere entre treinta y sesenta minutos de espera…

Ante esos y otros problemas de fondo, el presidente Emmanuel Macron anuncio a primeros de año la realización de «grandes trabajos» destinados a modernizar y ampliar el Louvre. Esos trabajos habían comenzado, con dramática fortuna: los ladrones han utilizado uno de los montacargas utilizados en el proceso de modernización para entrar sin problemas en un museo histórico, legendario, beneficiándose de la ineficacia aparente y trágica de unos servicios de seguridad que han destacado por su «inexistencia».