Lleva tiempo el frío instalado en la Ciudad Deportiva más allá de la temperatura ambiente. Los temblores se suceden en unas instalaciones en las que el Real Zaragoza escenifica el miedo que va envolviendo la atmósfera ante la grave crisis que azota a un equipo hundido en cuerpo y alma y con un aspecto cadavérico, como si ya tuviera los días contados.

La palidez se apoderó también de la primera sesión tras la debacle ante la Cultural (0-5). El entrenamiento fue el habitual tras los partidos, con los titulares, salvo Juan Sebastián, sin aparecer por el campo, y con los suplentes realizando ejercicios con balón destinados al toque rápido y al movimiento constante. Eso sí, pocas palabras y caras largas como evidencia de que la cosa es seria.

Solo quebraba el silencio la voz de Larraz dirigiendo un ejercicio o la del preparador físico Miki Lampre explicando las directrices a seguir. Entre los jugadores, boca cerrada a cal y canto y a obedecer.

Sin los lesionados Paulino y Keidi Bare y con Juan Sebastián, expulsado en el tramo final de la primera parte en una acción que marcó el encuentro, lo único positivo de la dolorosa y molesta resaca fue, de nuevo, asistir a la bendita actitud de Saidu o Pinilla, que convierten cada entrenamiento en un juego. Pura ilusión. Esperanza. Bien los conoce Larraz, que soportaba otro marrón en esta amarga semana al frente del primer equipo. Merecía algo más y mejor el técnico aragonés que un acceso y una salida por la puerta de atrás.

Al entrenador se le notaba tocado. No puede ser de otro modo después de que ese sueño de dirigir al primer equipo de tu vida se convirtiera en pesadilla por obra y gracia de un equipo indigno que se entregó, cobarde y vergonzante, a un rival que le perdonó la peor goleada en la historia del club. NI merecía Larraz ese trato de sus jugadores ni tampoco del club, que siempre quiso envolver su estancia arriba de provisionalidad y mensajes ambiguos, lo que le restó autoridad ante un vestuario que concibió la presencia del zaragozano como un ave de paso. Con el peligro que eso conlleva.