Septiembre de 1935. Martina Pascual se afana en tener todo listo para el estreno de la biblioteca municipal, que se abrirá en la planta baja del Ayuntamiento de Palma. La de Cort será una de las primeras bibliotecas públicas de Mallorca, un foco cultural dirigido por una mujer.

Septiembre de 2025. La Biblioteca Municipal de Cort cumple 90 años y lo celebra con visitas guiadas, teatro y sesiones especiales de su club de lectura. Las vitrinas de la exposición conmemorativa sacan a la luz la trayectoria de esta pionera, la primera bibliotecaria de Balears.

Martina Pascual había nacido en 1903. Hija de Martí Pascual Bover, quien fuera concejal del Ayuntamiento, desde muy joven demostró su vocación por aprender y difundir el saber. A los 18 años obtuvo con brillantes calificaciones su título en la Escuela Normal de Maestras, una salida profesional muy adecuada para las pocas jóvenes de la época que tuvieran la oportunidad de estudiar. Si tenemos en cuenta que entre 1900 y 1930 apenas 100 mujeres en Mallorca habían logrado el bachiller, el siguiente paso de Martina resulta aún más excepcional. Con 19 años realiza con éxito el examen de acceso a la Escola Superior de Bibliotecàries de Barcelona. Es un centro a la vanguardia europea que responde al proyecto intelectual del escritor Eugeni d’Ors de crear una red de bibliotecas populares para formar e informar a lectores de toda clase social.

Martina se instala en la barcelonesa calle Aribau y durante tres años, recibe junto a sus siete compañeras de promoción una sólida formación. Una base humanística en historia, lengua y literatura que se suma a asignaturas técnicas sobre bibliotecas, archivo y documentación, e incluye prácticas profesionales. El motivo del carácter exclusivamente femenino de la Escola Superior de Bibliotecàries de Barcelona residía en la premisa de que ellas aceptarían trabajar por un sueldo bajo, que no atraería a jóvenes varones con estudios, destinados a ser cabezas de familia. Además, se consideraba que el tipo de trabajo propio de las bibliotecas, ligado a la tarea educativa y de servicio, respondía mejor a la naturaleza femenina. Si bien hoy nos resultará trasnochado, a principios del siglo XX estos estudios ofrecían nuevas oportunidades a jóvenes «señoritas» que luchaban por conquistar una carrera profesional propia.

La bibliotecaria que durmió entre libros para salvarlos

La bibliotecaria que durmió entre libros para salvarlos / DM

Los diarios palmesanos recogían en sus páginas de 1924 que, «en la Ciudad Condal, en los cursos de bibliotecaria, ha obtenido las notas de sobresaliente la distinguida señorita profesora Martina Pascual», y daban cuenta de sus inicios laborales en la biblioteca de Valls (Tarragona). Un año después, publican la reseña de su boda, ante la Mare de Déu de la Salut de la iglesia de Sant Miquel, con el periodista Lluís Obrador Billón, hijo del escritor, lullista y archivero Mateu Obrador. Tras el exquisito «lunch», esa misma noche «embarcan los recién casados para Barcelona y Buenos Aires, donde establecerán su residencia».

El joven matrimonio se va a hacer las Américas. Luis, antiguo redactor de La Almudaina y El Correo de Mallorca, había recorrido mundo desde muy joven como corresponsal en Buenos Aires y Montevideo y quiere volver a Argentina, donde trabaja para varios periódicos.

Sin embargo, poco después la vida le da un revés inesperado. Su marido fallece en América y Martina regresa viuda a Mallorca con sus dos hijos pequeños. Se va a vivir con una hermana de Luis junto a la calle Blanquerna y ha de buscar trabajo. El momento es providencial. El primer ayuntamiento de la Segunda República ha constituido una Comisión de Cultura, presidida por el concejal Emili Darder, que impulsa la creación de una futura biblioteca municipal, para la que buscan responsable.

Martina Pascual es la única concursante. Acredita estudios como maestra, bibliotecaria y conocimientos de francés y mallorquín, tal y como se requería. En 1931, a los 28 años, es nombrada bibliotecaria interina «Martina Pascual de Obrador» con un sueldo anual de 3.000 pesetas y la misión de empezar a catalogar los miles de volúmenes de las colecciones privadas de los intelectuales Antoni Villalonga Pérez y Jaume Garau Montaner, que el consistorio había comprado, además de varias donaciones, como las de Mossèn Alcover. También dispone de un presupuesto de 5.000 pesetas para adquirir libros nuevos y organizar las futuras suscripciones a periódicos y revistas. Muchos le retiran el saludo al ponerse a trabajar, pero ella empieza a clasificar libro tras libro y obtiene la plaza de funcionaria.

Mientras, hay que decidir la ubicación definitiva que tendrá la biblioteca: Casal Solleric defienden unos, Estudi General prefieren otros. Finalmente se remodela la planta baja de Cort, antigua capilla de Sant Andreu y luego Parque de Bomberos y gimnasio. Para cuando acaban las obras, la flamante estancia, inspirada en la cercana biblioteca del Convento de Montesión, consta de una gran librería de madera que rodea toda la sala y alberga los 7.000 volúmenes que Martina ha recopilado. En la parte superior hay una pasarela en voladizo, a la que se accede por una escalera de caracol. «Alto el salón, elevado el techo y con bello artesonado, tiene el local aquel sello característico de nuestras antiguas casas señoriales», retrata en La Almudaina el escritor Manuel Andreu Fontirroig. En el reportaje de la inauguración, «un acontecimiento de transcendencia social enorme, incalculable», la bibliotecaria detalla a Fontirroig que «se instaló la luz eléctrica, se reformó el local, se puso el piso de madera, en un esfuerzo supremo con el fin de dotar al público de toda comodidad». Con un criterio muy avanzado, Pascual implanta un sistema de clasificación decimal de Bruselas, utilizado en Cataluña y Estados Unidos para inventariar los libros.

Alumnas de la promoción de 1925. De izquierda a derecha: Maria Fontserè, Engràcia Miquel, M. Consolació Llauger, Martina Pascual, Josefina Ibers y Montserrat Cumellas

Alumnas de la promoción de 1925. De izquierda a derecha: Maria Fontserè, Engràcia Miquel, M. Consolació Llauger, Martina Pascual, Josefina Ibers y Montserrat Cumellas / DM

Martina Pascual resume que, «sencillamente, deseamos hacer un verdadero modelo de biblioteca popular, teniendo el mayor número de revistas de divulgación científica y literaria, del hogar para nuestras lectoras, e infantil selecta». El horario de mañana se completa con apertura por la tarde de 17h a 20h, «a fin de que los obreros también puedan acudir a ella». Desde el principio destaca la vocación de fondo local de la biblioteca, que se mantiene hasta hoy.

De hecho Martina Pascual mostraba ya su compromiso con la lengua propia y había sido una de las seis mujeres firmantes de la Resposta als catalans, manifiesto de representantes culturales de Mallorca con voluntad de mantener relaciones basadas en la comunidad de lengua y de cultura.

La Guerra Civil y la censura

Al estallar la Guerra Civil, Pascual evidenció su determinación en aquel episodio que contaría con orgullo su hija María Rosa, cuando no dudó en proteger la biblioteca. Corrió a su casa a por un colchón para hacer guardia día y noche e intentar evitar que quemaran los libros.

Pero junto a muchos otros funcionarios de Cort, Martina Pascual es depurada. Se le suspende de empleo y sueldo hasta que reingresa con una declaración jurada de que no forma parte de ningún partido político.

Durante la contienda, la biblioteca es cerrada algún tiempo, para pasar a ser sede de la Defensa pasiva antiaérea. Cuando se reabre, se topa con la censura. Se prohíbe la circulación de obras ilegales: de contenido pornográfico, literatura socialista, libertaria y «disolvente». En Cort la colección más afectada será el fondo Villalonga. Se requisaron cientos de obras de Émile Zola, Víctor Hugo, Alejandro Dumas padre e hijo o Voltaire. Algunas fueron destruidas y otras confinadas en el «infierno». También eran censurados los libros de carácter político, progresista o relacionados con los jesuitas.

Imagen actual de la biblioteca de Cort

Imagen actual de la biblioteca de Cort / B. Ramon

A pesar de esta vida política marcada por el control, la biblioteca se esforzó en continuar su vida cotidiana. Perseverando en la difusión de la lectura, como bibliotecaria y maestra Martina Pascual quería llevar los libros más allá de la plaza de Cort. Por eso, el primer paso fue abrir una biblioteca en la Soledad, ubicada en el colegio del barrio, con libros para adultos y niños. Tuvo muy buena acogida y funcionaría hasta que se sustituyó por el Bibliobús.

En Cort, durante los años 40 y 50, los títulos más consultados eran los de literatura e historia, además de la prensa diaria. Las normas, redactadas en catalán y castellano, establecían que no se podía fumar y que los caballeros «permanecieran descubiertos». Allí, entre libros, Martina conoció a quien sería su segundo marido, Francisco Aguiló Molina, vicecónsul honorario de Gran Bretaña en Balears y padre de sus dos hijos pequeños, con quien se casa en petit comité para evitar cotilleos poco generosos sobre aquellas segundas nupcias.

El Bibliobús

Para extender la lectura a las clases trabajadoras de toda Palma, en 1961 implanta el bibliobús, una furgoneta que recorre a diario los barrios y colegios en un modelo importado de Estados Unidos. Agatha Christie, Enid Blyton, y las colecciones locales Raixa e Illes d’Or comparten espacio con el manual «del fresador» o «del tornero». El servicio, a diferencia del de Cort, lo utilizan mayoritariamente mujeres y niñas, y funcionó 16 años, hasta que se desplegó en Palma una auténtica red de bibliotecas de barrios.

Pero Martina Pascual ya no la vería. Murió a los 59 años, siendo bibliotecaria de Cort hasta su último día. En 2010, el Ayuntamiento dedicó una calle de un rincón de es Pil·larí a esta mujer que dejó un legado monumental: ofrecer lectura para todos, incluidas las clases populares, y crear un refugio para la literatura balear que gracias a ella perdura. Martina Pascual, más que de calle, tiene nombre de biblioteca.

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